domingo, 27 de diciembre de 2020

UN ¿NUEVO? CICLO

 


El cerebro humano crea ciclos para organizarse. Dividimos el tiempo en días, semanas, meses y años. Armamos años lectivos para crear procesos educativos y organizamos ciclos de producción para poder fijar metas y cumplir objetivos. La misma naturaleza nos regala ciclos de siembra, crecimiento y cosecha, estaciones climáticas y circadianos ritmos de día y noche con la tierra girando sobre su propio eje o vuelta alrededor del sol marcando un año solar. Es por eso que no es raro que esperemos ansiosos el 31 de diciembre para celebrar un nuevo año como el inicio de un nuevo ciclo. A esta consuetudinaria rutina de celebraciones y festejos se suma un mecanismo cerebral de protección que se activa para disparar un regalo evolutivo que tiene la mente y que se llama esperanza. La esperanza es eso, la espera-con-ansias de que algo nuevo y (necesariamente) nuevo ocurra "como por arte de magia" después de las 00 hs del 1 de enero del nuevo año, como si esas doce campanadas exorcizaran la negatividad de todo lo que pasó.

Sin embargo, si elevamos al juicio del gran juzgador, el lóbulo frontal, el hecho de que son solo días sin contenido místico, simplemente uno más en el gran calendario de la vida, se destruye la magia y nos baja a tierra de un golpe: el 1 de enero de 2021 será absolutamente igual que el 31 de diciembre del 2020. Son solo convencionalismos que forman parte del ciclo cerebral de organización y que, sin embargo, nos sirven para estimularnos a dar más de nosotros mismos. Y es que nos movemos al compás de la dopamina, ese neurotransmisor que nos obliga a buscar algo, nos mueve a la búsqueda y la obtención de recompensa. Esa misma sustancia que hace que hace que nos levantemos un lunes pensando en el fin de semana en el que nos vamos a recomponer, a descansar o a dormir hasta más tarde, simplemente. 

Nos movemos por dopamina, cambiamos de año al ritmo de nuestro sistema dopaminérgico. Pero, cerebralmente hablamos, el 2021 va a ser absolutamente igual al 2020 (con todo lo que eso significa) si no adoptamos nuevos hábitos o corregimos lo que hicimos mal, terminaremos repitiendo la historia, como decía Rita Mae Brown (NO EISTEIN!!!) "...locura es hacer siempre lo mismo esperando resultados diferentes...". Lamento ser agorero, pero es solo un cambio de fechas, no un evento de realidad mágica donde desaparecerá el covid, nuestras deudas y los gobernantes negligentes y deshonestos que tenemos. El nuevo ciclo no comienza el 1, sino ahora. La dieta no arranca el lunes sino cuando nosotros nos lo propongamos. No esperemos un año nuevo si no renovamos nuestro actuar. Cerebralmente hablando. Feliz 2021 aunque sea solo un número... hagámoslo realmente nuevo con nuestro CEREBRAR...!!!

martes, 22 de diciembre de 2020

INTENSA-MENTE: EL REGALO DE PIXAR A LA DIVULGACION NEUROCIENTIFICA

 

Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del diario La Nación de los sábados 21 y 28 de noviembre y 5 de diciembre de 2020. Todos los derechos reservados.

Lo más probable es que ya la hayan visto en compañía de sus hijos o... solos. Y es que, como tantas obras de Pixar, esta animación dirigida a niños tiene grandes (enormes) guiños a la cultura pop de todos los mayores. Pero en el caso de Intensa-mente, el gran protagonista es el cerebro humano. Sin ánimos de spoilear (pero con aviso previo de que así tendré que hacerlo), voy a referirme hoy y en los sábados siguientes a la película dirigida magistralmente por Pete Docter basada en lo que experimentó personalmente viendo a su hija crecer, y que trata sobre lo que sucede en el cerebro de Riley, una preadolescente de 11 años, convirtiéndose en un magistral y sumamente didáctico paseo de 94 minutos por la mente, su construcción y su mantenimiento a cargo de las protagonistas reales de la película: las emociones. 

Riley, con sus 11 años, tiene un cerebro con muchos conflictos emocionales propios de la edad, que se ven magistralmente reflejados en la película. Sabemos que las emociones básicas son realmente más, pero aquí se toman cinco para desarrollar la trama, centrándose en las dos principales: Alegría y Tristeza. Y si bien la película no representa lo que neurobiológicamente ocurre de manera exacta en el cerebro, sin embargo es una excelente aproximación a las Neurociencias y al maravilloso mundo del funcionamiento cerebral. El mérito neurocientífico de la película radica en darle la importancia real a las emociones como motor de todo, desde almacenar un recuerdo hasta generar una conducta, influenciándolo todo, incluso la producción de sueños al dormir. 

El quinteto emocional (Alegría, Tristeza, Ira, Miedo y Desagrado) ocupan un "centro de comando" cerebral que en la realidad no existe como tal, pero que si tuviéramos que elegirlo estaría sin dudarlo en el córtex prefrontal, esa parte más externa del cerebro situada por encima y detrás de los ojos, y su relacion con los núcleos de la amígdala, dos pequeñas estructuras del tamaño de una almendra localizadas una a la derecha y otra a la izquierda en la profundidad del cerebro. Mientras que la amígdala modula nuestra conducta y la formación de la memoria emocional, no es la única fuerza motriz de nuestras acciones. La corteza prefrontal cumple una función muy importante en la regulación de las emociones, en la toma de decisiones, en la planificación y en el pensamiento abstracto. Este, entonces, vemos que es nuestro real centro de control y es también una de las últimas regiones de nuestro cerebro en madurar totalmente, es por eso que llamamos "adolescentes" a los que no lo han madurado aún, porque "adolescen" de maduración cerebral allí. De hecho, para los niños las emociones pueden tener una influencia especialmente fuerte justamente debido a esa falta de desarrollo que hace que tengan menos control del impulso. 

Un interesante tip neurocientífico de la película es que mientras las emociones no se hallen en control de las acciones, el cerebro no tomará las decisiones correctas porque se verá afectada la forma en que se percibe una situación y, sobre todo, la manera en que la vamos a recordar. Y esos recuerdos que en la cinta se simbolizan por una especie de bolas de bowling que se colorean según la emoción que posibilitó su almacenamiento, un guiño a las formas en las que se almacena la memoria en forma de circuitos conectados para cada experiencia vivida. Estos recuerdos circulan por una canaleta por todo el cerebro, mientras que los cambios neuroplásticos que suceden constantemente en toda la vida para almacenar información se asemejan a un árbol con gran cantidad de ramas unidas entre sí por las sinapsis que son los puntos de unión de las más de 86 mil millones de neuronas que poseemos. La neurociencia nos ha mostrado que cuanto más se comunican un par de neuronas, más se fortalecen las conexiones y las espinas se agrandan y se vuelven más estables. En este cambio o plasticidad sináptica, como es el término científico, se basa lo que hoy conocemos sobre cómo se guardan las memorias. 

Y es que existen cosas más de interesantes en la película: lo más resaltante es que aun en las memorias a largo plazo, nuestros cerebros permanecen maleables. Nuestras memorias a largo plazo no son bolas duras que se pueden reproducir como un DVD una y otra vez y otra vez sin cambios. Cada vez que recordamos una memoria la cambiamos en un proceso que se denomina reconsolidación. Así que en lugar de encapsular cada nueva experiencia en una bola de bowling sólida que se guarda como tal hasta que queramos o necesitemos recordar, nuestro cerebro siempre está cambiando a nivel celular, en el momento en que se forma la memoria e incluso cuando recordamos. En cierto modo, esto se muestra en la película, cuando la tierna figura azul que caracteriza a Tristeza toca la brillante bola para tornarla azulada ante la sorpresa de Alegría que trata de que permanezcan tal como fueron creadas. Luego muchas de estas bolas viajan a lo largo de tubos para su almacenamiento a largo plazo en un laberinto de estantes altísimos que mirados desde arriba se asemejan a los pliegues de la corteza. Es un retrato convincente del procesamiento de la memoria: los neurocientíficos conocen que las memorias pasan un corto tiempo en una estructura cerebral llamada hipocampo donde se forman para luego ser transportados a la corteza para su depósito a largo plazo. 

Pero así como hay memoria tambíén hay olvido. Una de las partes más llamativas es cuando dos operarios (muy simpaticos) se encargan de aspirar los recuerdos que no son significativos o que están duplicados. De hecho, siempre en mis conferencias de Neuroeducación suelo recalcar que el saber sí ocupa lugar, y que para aprender primero hay que desaprender. Es decir, debemos borrar memoria inútil para dejar lugar a lo que es nuevo, lo que se aprende y cambia lo aprendido. Y cuando esto sucede, los recuerdos que no enciendan algún aspecto de la personalidad del individuo (como sucede con Riley y sus "islas" de la familia, del juego o del hockey), son desechados y enviados a un abismo oscuro donde se vuelven literalmente polvo en la película. Esto sucede en la vida constantemente para los recuerdos irrelevantes... o acaso ustedes recuerdan que almorzaron el 23 de agosto de este año? A menos que haya sido el cumpleaños, es decir, una fecha emocionalmente significativa, y que al tener esa "etiqueta" emocional pudo almacenarse como un recuerdo básico en una de las "islas" de nuestra mente que confirman la personalidad, Pero el olvido no siempre es pasivo, ya que recordar hechos que compiten puede causar que otra información relacionada sea olvidada. El olvido también puede ser beneficioso, liberando el poder de procesamiento de nuevos recuerdos. 

Otro hermoso tip neurocientífico de la película es el que se produce durante el sueño de Riley. Más que nunca nos muestra Intensamente que durante el sueño de la niña es cuando estas memorias de corto plazo son enviadas al laberinto de las memorias a largo plazo y cuando la fábrica de sueños se pone a trabajar reproduciendo todos los eventos del día. En efecto, los científicos que estudian estos procesos están encontrando evidencias que estos dos procesos están íntimamente relacionados. Tal como se retrata en la película, el sueño es el período en el que las memorias de los eventos diarios se envían para ser depositadas – lo que llamamos consolidación de la memoria. Este proceso es crítico para el aprendizaje. Necesitamos dormir para aprender y recordar, exactamente como lo hace la niña de la película. 

Sin lugar a dudas, y visto desde el conocimiento de las Neurociencias, el momento en el que la película es más exacta es en su representación de los recuerdos hablando de la memoria a largo plazo. En Intensa-Mente, los recuerdos de Riley son pequeñas esferas coloreadas según el tipo de emoción. Emergen constantemente a lo largo del día, pero por la noche cuando Riley se duerme, las disparan por un conducto y las envían a la Oficina Central y a la “Memoria a Largo Plazo”. Aunque en realidad nuestros recuerdos son cambios en la comunicación entre nuestras neuronas como hemos visto, y que ocurren en forma de circuitos neuronales y sinapsis en lugar de pequeñas bolas brillantes, los principios generales de la memoria representados en la película son notablemente precisos. En primer lugar, hay que destacar que los recuerdos de Riley son enviados a la Memoria a Largo Plazo específicamente cuando está durmiendo, ya que se sabe que el sueño como también dijimos, promueve la consolidación de la memoria, la cuál es el almacén de nuestros recuerdos a largo plazo en el cortex (superficie) del cerebro. 

El papel de las emociones a la hora de ayudar a Riley a crear recuerdos también tiene base neurocientífica. La amígdala (importante en todas las emociones, no sólo en miedo) se comunica extensivamente con el hipocampo, la región del cerebro clave en la formación de nuevos recuerdos y consolidación de la memoria a largo plazo. Por tanto, la amígdala es importante específicamente para la codificación de la memoria (creando recuerdos en primer lugar) y en recuperación (recordar más tarde). El retrato de cómo Riley recuerda las cosas de su infancia es particularmente intrigante. La visión moderna de la memoria a largo plazo es que el hipocampo coordina diferentes regiones del cortex cerebral para “almacenar” los recuerdos. Cuando recordamos algo, el hipocampo reactiva esas regiones corticales, igual que cuando las esferas de memoria de Riley son devueltas a través del conducto desde la Memoria a Largo Plazo hasta la Oficina Central siempre que recuerda algo. Sin embargo, según pasa el tiempo, los recuerdos se vuelven menos dependientes del hipocampo para ser recordados. En lugar de ello, el cortex prefrontal adopta un papel más activo y coordina la actividad de las partes del cortex donde reside la memoria sin ayuda del hipocampo. 

 Claramente, existen muchos ejemplos de cómo la película captura maravillosamente muchos de los importantes y sofisticados aspectos de la memoria. Mientras que el hipocampo es importante en la reactivación de areas del cortex al recordar algo, a lo largo del tiempo, el cortex prefrontal es el que directamente reactiva esas areas del cortex sin el hipocampo. El tipo de memoria que se muestra en la película se llama memoria episódica y está asociada con el lóbulo temporal, siendo el tipo de memoria que almacena los recuerdos vinculados a acontecimientos que han sucedido en nuestras vidas, en un lugar y momento específico. Por otro lado, existe también otro tipo de memoria que no está representados en la película: la memoria semántica, que corresponde a nuestro conocimiento general sobre el mundo, como saber quien es el Presidente del Paraguay ahora, y la memoria de procedimiento, lo que nos permite desarrollar las habilidades motoras, cognitivas y verbales necesarias para realizar una acción como el hecho de tomar los cubiertos para comer. 

En la película, la intensidad del color de los recuerdos, modificado mientras la personalidad de Riley evoluciona, ilustra la construcción de la identidad de una manera muy poética y nos recuerda el importantísimo rol que juegan las emociones en la formación de recuerdos. Cuando Riley está durmiendo, vemos su cerebro completamente inactivo, salvo por una criatura que está de guardia, supervisando la generación de los sueños, en una pantalla. En realidad, nuestro cerebro está lejos de apagarse mientras dormimos, y el sueño juega un papel importantísimo en la solidificación de la memoria. Ya que no podemos recordar todo, el cerebro selecciona la información de acuerdo a nuestras necesidades y mientras dormimos, refuerza o debilita las conexiones cerebrales. El sueño es fundamental para la consolidación del aprendizaje al volver a experimentar, en cierta medida, lo que hemos hecho cuando estábamos despiertos. Por tanto, el tren de pensamientos debería funcionar las 24 horas del día (¡a pesar de que los empleados se quejen!) 

Si algo hay que discutirle a la película es el uso de la metáfora de que hay una criatura humanoide manejándolo todo por medio de botones en una consola. Si esto fuera así... quién controla a esa criatura?  Este problema ha sido discutido a profundidad en las ciencias cognitivas, y es conocido como el problema clásico del homúnculo, un hombrecito que gobierna el funcionamiento del cerebro, pero cuyo propio funcionamiento queda sin explicarse. 

La película es altamente recomendada si no la vieron, algo poco probable, o de volver a verla si leyeron este escrito. No hay ni una neurona a la vista, pero aún así, como Pixar suele hacer, hay infinitos detalles que demuestran que los productores hicieron sus deberes. El retrato de la interacción entre las emociones, de la consolidación de la memoria, y de los cambios que sufre el cerebro de los niños durante la adolescencia está hecho no sólo de forma perfecta e increíblemente emotiva, sino que también refleja fielmente el actual conocimiento sobre las emociones en el cerebro. Una de las cosas más impactantes de la película es el par de heroínas tan inesperado que forman Alegría y Tristeza. Pero también hay inexactitudes neurocientíficas: por ejemplo, los aspectos principales de nuestra personalidad no se encuentran en “islas” específicas en nuestra mente; no todas las emociones se controlan necesariamente desde una única “oficina central” y nuestro subconsciente no es un enorme agujero situado físicamente bajo nuestra conciencia. Con todo eso, Intensa-mente es un hermoso regalo de Pixar a las Neurociencias para seguir teniendonos DE LA CABEZA. Nos leemos el otro sábado.




PERO... ESTO YA ME PASO ANTES...!!!

 

Artículo correspondiente a la columna DE LA CABEZA del diario La Nación del sábado 14 de noviembre de 2020. Todos los derechos reservados.

¿Quién de nosotros no ha vivido la extraña (pero no menos común) sensación de que algo que le sucede o un momento que está viviendo ya lo hubo experimentado antes? Es lo que llamamos "deja vu" ("ya visto" en francés), y aunque hay personas que piensan que se trata de un fenómeno paranormal, místico o de ciencia ficción. La realidad es que un déjà vu no es ni de cerca un hecho místico o paranormal, sino más bien algo al menos dos tercios de la gente ha podido experimentar en su vida. 

Existen algunas posibilidades del por qué se produce este fenómeno. Por un lado, el conflicto que ocurre en nuestro cerebro durante un Déjà vu encierra diferentes mecanismos, entre ellos uno cognitivo. No se conoce realmente de dónde se escapa este “falso recuerdo” que nos hace sentirnos familiar con algo que no hemos vivido, pero los investigadores teorizan que tiene algo que ver con la corteza rinal, la misma parte del cerebro que tiene un rol conocido por su participación en la formación de recuerdos a largo plazo, sin activar al hipocampo, esa parte del cerebro similar a un caballito de mar que es el que sirve para indicar cuales recuerdos almacenar y cuales no. Según la neurociencia, los déjà vu tienen lugar cuando las regiones frontales del cerebro están examinando nuestros recuerdos en busca de algún error en la memoria. El cerebro, al intentar resolver el conflicto entre la sensación de recordar algo y reconocer que aún no lo hemos experimentado, lo atribuye a una señal errónea de la memoria. 

Otra teoría expone que este 'flashback' quizá es producto de que la escena que vivamos en ese momento nos resulte muy parecida a otro momento que recordamos, aunque vagamente -no prestamos mucha atención probablemente-, y por eso tenemos esa sensación de 'haber vivido esto anteriormente'.

Por otro lado, una teoría con bastantes seguidores se basa en que el sistema visual del encéfalo está organizado en dos vías paralelas que procesan información complementaria a velocidades distintas. Una, la vía ventral, se encarga de identificar a las personas y objetos presentes en una escena; la otra, la vía dorsal, se ocupa de la información más estructural y dinámica. Normalmente, la información de ambas vías está perfectamente integrada en una única experiencia sensorial; el déjà-vu podría ser causado por lapsos temporales en la coordinación de estas dos vías de forma que, conscientemente, podríamos pensar que estamos experimentando un suceso por segunda vez cuando en realidad nos está llegando de una fuente, la vía ventral, más lenta y ligeramente retrasada con respecto a la otra, la vía dorsal. O sea: vemos lo que vimos milésimas de segundo antes y ya almacenamos en nuestra memoria, por eso nos parece conocido.

Una teoría más y que vuelve a tener relación con la memoria es la que dice que la información que tomamos del exterior llega a nuestro sistema de memoria a largo plazo a través de un cuello de botella funcional denominado memoria a corto plazo. En raras ocasiones, esa información podría pasar simultáneamente a los dos tipos de memoria generando un retraso y la extraña sensación de que ya hemos experimentado el acontecimiento antes. En favor de esta hipótesis, los pacientes con alteraciones en estructuras implicadas en el procesamiento de memorias episódicas tienen mayor probabilidad de sufrir el fenómeno, y su estimulación en el quirófano puede, de hecho, inducir un episodio de déjà-vu. 

El por qué existen los deja vu no es algo casual, sino que probablemente tenga algún motivo biológico, como ser el de un posible sistema de defensa que nos ayudaría facilitando la resolución de problemas o evitando amenazas. Y su producción, independientemente de la causa exacta, implica peculiaridades en los sistemas de procesamiento, percepción y memoria que, definitivamente, nos tiene DE LA CABEZA. Buen fin de semana...!!!




LA MÚSICA ME AYUDA

 


Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 5 de noviembre de 2020. Todos los derechos reservados.

"... las palabras nacen solas y la música me ayuda para que hoy esté cantando, para que estemos cantando y se escuche para siempre nuestra voz..." decía el genio de Juan Carlos Baglietto allá por los ochenta en su tema que se llama igual al título de mi columna de esta semana. Y es que, sin lugar a dudas, todos los que lean esta semana la columna, habrán experimentado, aunque sea una vez en la vida, sensaciones únicas al escuchar su canción preferida. esa que "te mueve la estantería". Y es que la música presenta la capacidad de activar el circuito neuronal de recompensa del cerebro humano del cual hablamos aquí más de una vez, y que consigue alcanzar en la persona un estado de bienestar y felicidad que, en su manifestación más intensa, puede incluso provocar manifestaciones físicas. Si, la música me ayuda... a tener escalofríos... "me da piri"...

Hoy en día, con nuevos estudios publicados, sabemos que dichos escalofríos están relacionados con regiones cerebrales concretas. De hecho, cuando la música "toca las fibras más íntimas" por su carga emotiva o de recuerdos, en el cerebro se disparan las llamadas ondas Theta en la corteza orbitofrontal, el área motora suplementaria y el lóbulo temporal derecho. Estas regiones cerebrales, involucradas en el procesamiento de las emociones, el movimiento y los estímulos auditivos, activan, de forma conjunta, el centro de recompensa cerebral, así como la liberación de nuestro conocido "neurotransmisor del placer", la dopamina, en respuesta a la música. 

Es más que interesante saber cómo la música, que en principio parece no aportar ningún beneficio biológico al ser humano, produce una respuesta fisiológica en el organismo. Por eso se cree que la implicación de la dopamina, cuyas funciones van desde la motivación y el aprendizaje, hasta el comportamiento y la actividad motora, sugiere un papel ancestral y esencial de la música, que requerirá de futuras investigaciones, pero que hoy nos tiende a demostrar el por qué la música siempre está presente en todas las culturas, ya sea para ir a trabajar con fuerza y vigor, a pelear con valentía y coraje, o para amar con ternura y pasión. 

Porque, al fin y al cabo, "... vivo por ella que me da noches de amor y libertad, si hubiese otra vida la vivo por ella tambien... ella se llama musica, yo vivo por ella también..." como canta Andrea Bocelli. Vivo DE LA CABEZA por la música. Nos leemos el otro sábado.



jueves, 5 de noviembre de 2020

BOSTEZAMOS... POR QUÉ LO HACEMOS?


 Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación correspondiente al sábado 31 de octubre de 2020. Todos los derechos reservados.


La columna de la semana pasada donde les contaba por qué suspiramos causó gran atracción entre los lectores, sugiriéndome algunos temas para tocar en cada sábado. Y este es uno de ellos, del cual ya hablé hace algún tiempo, pero el cual, así como los suspiros, es algo que hacemos cotidianamente pero no sabemos por qué... hasta ahora. Y es que pensamos que bostezar es un gesto de mala educación, sea en medio de una conversación, una clase o en cualquier momento. Y, por el contrario de lo que se pueda pensar, bostezar no significa aburrimiento para nada, tiene varias causas pero ninguna es el hartazgo... sorpresa, verdad?

Ya los griegos pensaban que el alma quería abandonar el cuerpo mientras se bostezaba, hasta que llegó Hipócrates para afirmar que la cuestión era más médica que mística, y que era un sistema "para expulsar el mal aire de los pulmones o para regar el cerebro". Hoy hemos avanzado bastante desde esas creencias (aunque fueran de Hipócrates, padre de la Medicina). Ya sabemos que los bostezos no comienzan tras el nacimiento, sino que ya lo hacemos a partir de los últimos cinco meses de la concepción. Y lo vemos muchas veces en las ecografías prenatales...!!! Aunque no sabemos por qué se bosteza en esa etapa tan temprana de la vida, podría relacionarse con la salud fetal y su presencia da una idea del desarrollo del bebé en la panza de la madre, ya que expulsaría el líquido amniótico de sus pulmones. Y bostezar en los adultos sería, ni más ni menos, el recuerdo de nuestra vida intrauterina.

Los estudios no han concluido nada sobre la real razón y causas del bostezo, pero se habla de varias posibilidades. La primera es por ansiedad, ya que se ha visto en lémures que estos bostezan cuando precisan elevar sus niveles de cortisol (la hormona del estrés) cuando requieren estar alerta y prestos para la huida... todo lo contrario a lo que creemos. Igualmente, podría servir como un mecanismo de "refrigeración cerebral" como si se tratara de un cooler o ventilador de nuestra computadora, ya que como el cerebro tiene un alto metabolismo, libera una gran cantidad de calor (el cerebro casi siempre tiene una temperatura mayor en un grado o más que el resto del cuerpo), debiendo refrescarlo constantemente para mantenerlo en buen funcionamiento... ven que no es aburrimiento el bostezar sino todo lo contrario?. Dentro de esa teoría, también se dice que el bostezo aumenta la oxigenación cerebral, ya que lo hacemos cuando no hay buenos parámetros de oxígeno en la sangre. 

Pero, y perdón por la sorpresa, el bostezo también tendría razones sexuales... si, así como lo leen, el bostezo tiene mucho que ver con el sexo. Se encontró que en los macacos, el macho bosteza antes y después de aparearse condicionado por los niveles de testosterona, la hormona sexual masculina. Y esto porque parece que el cerebro libera las mismas sustancias en el bostezo que en una erección, ya que el bostezo es signo de cambio de estado (como cuando nos despertamos recién y bostezamos): en este caso,  bostezamos cuando pasamos de no tener ganas a estar excitados sexualmente. Algunos disparateros hablan de la posibilidad de saber cuánto sexo practica una persona en función de lo que bosteza, pero si por eso fuera, muchos amigos míos serian "sex machines",,, y no lo son. 

El bostezo también reforzaría la empatía, ya que el "contagio" del bostezo es mayor entre familiares, luego entre amigos, y en último lugar con conocidos y desconocidos, debido esto a que el bostezo es considerado un signo de solidaridad donde intervienen las "neuronas en espejo" a las que me refería alguna vez en esta misma columna. Y para terminar con este rosario de teorías, debo decirles que algunos investigadores también hablan que bostezar es signo de... inteligencia: dicen que cuantos más segundos dure el bostezo, mayor número de neuronas y complejidad cerebral tendrá una persona. 

El bostezo es algo que definitivamente nos tiene DE LA CABEZA. Y ahora termino esta columna antes de que sigan bostezando.

SUSPIRAMOS... POR QUE LO HACEMOS?


Artículo correspondiente a la columna DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 22 de octubre de 2020. Todos los derechos reservados. 

Por amor. Por aburrimiento. Al escuchar "Y sin embargo" de Sabina. O lo hacemos de manera automática. Por resignación. Por miles de motivos quizás, pero todos los seres humanos que vivimos sobre la faz de la tierra, los que lo han hecho, y los que lo harán, suspiramos alguna vez. También lo utilizamos en la comunicación con otras personas. Un suspiro sirve para expresar que no sabes que pasará o, incluso, para indicar que lo te dicen te produce hartazgo o aburrimiento. Sin embargo, a pesar de la gran versatilidad de los suspiros en la comunicación y de que la ciencia ha demostrado que, en la mayoría de las ocasiones, los suspiros se asocian con situaciones emocionales, también tienen una importante función puramente fisiológica. 

El suspiro sirve principalmente para inflar los alvéolos pulmonares, que son unos pequeños saquitos que están en los pulmones y que se encargan de introducir oxígeno en nuestra sangre y expulsar el dióxido de carbono. Aunque la respiración se ejecuta, principalmente, de manera involuntaria, su ritmo habitual es insuficiente para mantener al cuerpo con vida y por ello, de vez en cuando, hay que realizar una respiración profunda. El suspiro. Así que, inicialmente, podemos decir que el suspiro puede tener cierto grado de vital importancia, al menos, en lo que la oxigenación del cuerpo se refiere. Es más, como no se conocía la importancia del suspiro hasta hace pocos años, las primeras máquinas de respiración artificial no lo imitaban. Por esta razón, algunos pacientes que fueron tratados con ellas llegaron a morir sin expulsar un último suspiro. Afortunadamente, hoy en día estas máquinas ya cuentan con la función de proporcionar, de vez en cuando, una respiración profunda a imitación de la orden que da... nuestro cerebro. 

Si...!!! El suspiro se produce por una orden cerebral...!!!  Y de esto se encargan dos grupos de neuronas que se encuentran en el tronco del encéfalo (la zona que une el resto del cerebro con la médula espinal). Cuando los científicos descubrieron estos grupos se sorprendieron de que eran grupos de poquísimas neuronas. la escasa cantidad de neuronas que los formaban. Y como vimos que la función de los suspiros es fisiológica,  están programados por nuestro sistema nervioso para aparecer y salvarnos la vida... aproximadamente una vez cada cinco minutos en promedio. 


El descubrimiento de la "zona de los suspiros" en el tronco cerebral, y sobre todo, su razón de ser, fue un gran paso de la ciencia y, sobre todo, para aquellos pacientes que no pueden realizar por ellos mismos una respiración correcta. Con la tecnología correcta, los científicos podrían estimular los suspiros de un paciente que tenga insuficiencias respiratorias o detenerlos si fuesen consecuencia de un trastorno de la ansiedad. Sin embargo, lo que todavía no es claro es qué tiene que ver el aumento de los suspiros con las emociones, ya que, en situaciones de estrés, los suspiros se disparan en comparación con los momentos de relax. Sin embargo, lo que todavía ha quedado por establecer es la relación entre el plano emocional y el aumento de los suspiros. Los científicos afirman que en situaciones de estrés los suspiros se disparan en comparación a los periodos de relajación. 

Si bien, algunas personas consideran que el acto de suspirar es de mala educación, después de leer la columna de esta semana les podés decir desde que estas DE LA CABEZA, y que solo te preocupás de la salud de tus alvéolos pulmonares, mientras suspirás de aburrimiento por su reclamo. Nos leemos la semana que viene.



DONDE METÍ LAS LLAVES?

 


Artículo correspondiente a la columna DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 17 de octubre de 2020. Todos los derechos reservados.


Apreciada lectora: si usted desea enloquecer a su marido, conyuge, compañero o novio, solo debe hacer lo siguiente: colóquele la mayonesa en la puerta de la heladera y pídasela a la hora de la cena: solo tiene que sentarse a disfrutar sádicamente del espectáculo del pobre hombre buscando como loco en toda la heladera frente suyo... menos en la puerta. Igual pasa con las llaves, me pasa todo el tiempo: nunca encuentro las llaves que las tengo enfrente si las tocaron del lugar donde las tengo siempre.

Esto, según un artículo que se ha publicado recientemente en « Nature», puede tener su orígen en las llamadas  en este artículo "ondas cerebrales viajeras". Tal como han concluido investigadores del Instituto Salk, en La Jolla, Estados Unidos, estas señales nerviosas forman parte del sistema visual y están organizadas para permitirle al cerebro percibir, o no percibir, objetos difíciles de ver. 

Estas ondas facilitan la sensibilidad de la percepción, de forma que hay momentos en que puedes ver lo que de otra forma no se vería. Sin embargo, también ocurre al revés. Hasta ahora, se habían estudiado estas ondas durante la anestesia, pero se había concluido que quizás eran un artefacto de las mediciones, es decir, causado por los propios efectos de la medicación o de los elementos de monitoreo del paciente. Sin embargo, se investigó si estas ondas se producían también durante la vigilia, para lo cual  se desarrollaron varias técnicas computacionales para monitorizar la actividad de las neuronas en la corteza visual en tiempo real. De esta forma, pudieron seguir la actividad de unas neuronas que forman parte de una zona cerebral en la que se forma un mapa completo del mundo visual. Lo hicieron en busca de las ondas cerebrales viajeras que tienen lugar durante actividades visuales. Esta tarea visual consistió en ver una imagen tenue proyectada en una pantalla que las personas solo pudieran detectar el 50% del tiempo, y en registrar la actividad neuronal en el momento en que se detectaba. De esta forma, observaron que dicha imagen se detectaba, o no, a causa de la actividad cerebral relacionada con estas ondas viajeras: si estaban alineadas con el estímulo, el observador podía detectar el objeto más fácilmente. 

Esto demostró que hay un nivel espontáneo de actividad en el cerebro que parece estar regulado por estas "ondas viajeras", Los investigadores estiman que estas ondas son producto de la actividad que se propaga por el cerebro, y que está dirigida por la activación de neuronas locales. Lo que sigue es determinar si estas ondas están coordinadas en distintas zonas cerebrales implicadas en la visión. Creen que esto podría explicar la relación entre el procesamiento sensorial (ver las llaves) y la percepción consciente (percibir las llaves) que emerge del cerebro en su conjunto. 

Y finalmente, por qué comencé el artículo de hoy exhortando a la maldad de las mujeres contra nosotros? Porque los hombres tenemos menos visión periférica que las mujeres por una cuestión evolutiva: cuando íbamos a cazar en la época de las cavernas, nuestra vista debía estar siempre al frente buscando a la presa, desarrollando así el área cortical primaria de la visión. Mientras tanto, la mujer debía desarrollar una visión amplia y periférica, no solo ubicada en la porción central de la retina, sino también dispersa en las otras zonas corticales visuales, ya que debía controlar todo a su alrededor, principalmente a los hijos, manteniéndolos a salvo de las probables amenazas del entorno.

Ahora les dejo. Estoy DE LA CABEZA porque tengo que salir de casa y no encuentro las llaves... nos leemos el próximo sábado...!!!


jueves, 8 de octubre de 2020

LA PRIMAVERA LA SANGRE ALTERA

 


Artículo correspondiente a la columna DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 3 de octubre de 2020. Todos los derechos reservados. 


Cuando llega la primavera las "hormonas" entran en ebullición. Se dejan las ropas invernales y el calor artificial de las pieles se remplaza por la estival costumbre de mostrar piel y cuanto más mejor. Si a este condimento le sumamos el pandémico hecho de que se pasó mucho tiempo en casa, y de que las costumbres de relacionamiento se hicieron de maneras diferentes, podemos encontrar que el cerebro, solo o acompañado, busca el contacto físico, la proximidad sexual que otorga el hecho de que la especie humana es una de las pocas que practica el sexo de manera recreativa. Y como siempre digo, lo hace como un premio evolutivo a los deseos de reproducción: la sexualidad coronada por el placer, esa cascada neuroquímica que se da en el cerebro y repercute hasta la última célula del cuerpo. He aquí algunas neurocuriosidades del sexo... en el cerebro.

Aunque es mejor vivirlo de forma espontánea, un estudio del Instituto de Neurociencia Circadiana de la Universidad de Oxford (Reino Unido) afirma que cada edad tiene un momento óptimo para el sexo regido por los ritmos circadianos, es decir, los ritmos que tenemos todos los seres humanos en relación a la luz solar y los ciclos del día y la noche. A los 20 años el pico de energía es mayor a las 15.00 horas. Entre los 30 y los 40, la hora dorada son las 8.00 horas, ya que la luz de la mañana aumenta la testosterona de ambos sexos. De los 40 a los 50, el gran momento es a las 22.30 horas, que es cuando se libera más oxitocina, la hormona del amor y el apego. Entre los 50 y los 60 años la hora ideal es justo antes de irse a dormir, para favorecer así el descanso. Y a partir de los 60 años, las 20.00 horas es el momento propicio para el sexo de los más maduros. 

Otra curiosidad del cerebro se encuentra en cuanto a las películas eróticas. Muchos de nosotros no alcanzan un nivel de excitación sexual al ver escenas eróticas al saberlas actuadas, pero en una gran parte de las personas, diversos estudios coinciden en que este tipo de material audiovisual puede estimular y favorecer la relación de pareja cuando ambos miembros están de acuerdo en disfrutarlo. Y es que cada vez existen más películas eróticas de calidad, en las que no se degrada a la mujer y sí se apuesta por convertirla en un estímulo sexual que favorezca las relaciones íntimas. Además, no olvidemos que la sexualidad que se ve en el porno, que siempre hay que desmitificar, dista mucho de ser algo real. Si lo consumimos, ni los cuerpos, ni las prácticas, ni los tamaños nos tienen que servir como referente, sino como un simple impulsor erótico que potencie nuestro deseo sexual. Un buen plan en pareja es reservar un momento para compartir y dedicar un rato a una sesión de cine erótico: los resultados podrían sorprendernos. 

El sexo es algo que tiene mucha importancia en la vida de muchas personas. Muchos están convencidos de que su práctica es saludable. Aunque es una opción personal, no mantener relaciones sexuales puede perjudicar a nuestra salud. Y estas son algunas de sus consecuencias: mayor estrés y depresión debido a que el sexo libera oxitocina y endorfina, hormonas que reducen los niveles de estrés y generan una sensación de bienestar. Igualmente, disminución de las defensas inmunes, ya que según la Universidad de Pennsylvania, practicar sexo una o dos veces por semana incrementa en un 30% los niveles de inmunoglobulina A, un anticuerpo que impide el desarrollo de virus. Igualmente, los hombres célibes son más propensos a sufrir dificultades en la erección y cáncer de próstata, según el American Journal of Medicine, mientras que en las mujeres, a partir de la menopausia, reducir las relaciones sexuales aumenta la sequedad y puede causar atrofia vaginal. 

Pero muchos alegan que no desean tener sexo porque se sienten muy mal al terminar el acto, lo que se conoce como depresión poscoital.  Según las estadísticas, el 10% de las personas lo sufren, especialmente las mujeres, y puede resultar preocupante cuando ocurre de forma frecuente y no desaparece. ¿Por qué sucede? A nivel biológico, se relaciona con la reactivación de la amígdala (vinculada a la ansiedad y el miedo), que disminuye su actividad durante el coito. Nunca hay que culparse. Esta súbita tristeza no suele tener nada que ver con falta de deseo ni con la insatisfacción, por lo que debe hablarse entre la pareja y, en caso de que se mantenga, acudir a un especialista. 

La primavera la sangre altera. Y el sexo y la sexualidad no son temas de los genitales... son temas absolutamente DE LA CABEZA. Nos leemos el sábado que viene. 

LA RESILIENCIA: LA SALVACION DE LA SALUD MENTAL COVID Y POST COVID

 


Artículo correspondiente a la columna DE LA CABEZA del Diario La Nación de los sábados 12, 19 y 26 de setiembre de 2020. Todos los derechos reservados.

Las crisis sanitarias del coronavirus y la medida de confinamiento en casa son una amenaza para la vida física, pero también lo son para nuestra estabilidad psicológica, social, política y económica. Toda amenaza apela a nuestra capacidad para resolverla, y esto llama directamente al concepto de resiliencia para afrontar al Covid-19. La palabra resiliencia, etimológicamente, viene del latín "resilio" que significa “volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar”. Más que claro, implica volver mentalmente todo lo posible a la sensación previa al causante del desequilibrio emocional, a la aparición del COVID en nuestro caso, no a volver a vivir como antes descuidando las medidas sanitarias ni mucho menos, sino en volver a revivir la sensación que teníamos dentro de la "antigua normalidad", racionalizando el hecho de que esto es lo que nos toca vivir, y que se puede resistir con cambios que, si bien nos sacan de nuestra zona de confort, nos permiten desarrollar mentalmente el microclima para que "nos sintamos bien". Esto transforma la amenaza que sentimos en el cuerpo en un impulso para dar un salto y volver a colocarnos en posición mental y física de "dar batalla". Pero sin ese sentimiento de amenaza no saltaríamos con tanta fuerza, es decir, la resiliencia emerge sólo en condiciones de contacto con el dolor. 

La resiliencia es, entonces, una habilidad a desarrollarse para continuar con una baja susceptibilidad a futuros estresores. ¿Qué hace a nivel cerebral que una persona sea más resiliente que otra? ¿Qué ocurre dentro de algunos individuos para que superen exitosamente el estrés o ciertos traumas? Esas son dos de las preguntas que la ciencia trata de responder para mejorar el proceso de adaptación a la adversidad, el trauma, la tragedia, las amenazas o, incluso, ante fuentes significativas de estrés. A partir de la capacidad resiliente del ser humano se producen respuestas adaptativas frente a situaciones de crisis o de riesgos por la existencia de recursos innatos o adquiridos. Se conocen en la actualidad las bases neurobiológicas y neurobioquímicas que subyacen como fundamentos de los cambios que acompañan a la conducta resiliente. 

Respecto a las bases neurobiológicas, es posible determinar cómo diversas regiones cerebrales están relacionadas con circuitos neuronales que conforman bases estructurales y funcionales de la memoria y la vigilia, los cuales se reactivan de manera autónoma para sustentar los recuerdos. Para esto intervienen la neocorteza cerebral y, a nivel subcortical, el complejo amigdalino, el hipocampo y el locus cerúleo, zonas que regulan los mensajes de alerta y, conectados con la región frontal que maneja la conciencia, las respuestas que damos a esas amenazas. Respecto al punto de vista neuroquímico, participan en la resiliencia sustancias hormonales y neurotransmisoras del eje cerebro-hipotálamo-suprarrenal-gonadal. 

Aparte de estructuras cerebrales, tenemos tambien sustancias neuroquímicas que intervienen en los mecanismos de la resiliencia. Por ejemplo, el cortisol (relacionado con los estados de alerta, vigilia y atención focalizada) atenta contra el comportamiento resiliente cuando se encuentra en concentraciones elevadas, alterando el desarrollo normal, la reproducción y la respuesta inmunológica. La testosterona en el estrés y en situaciones adversas desciende su nivel, lo que provoca disminución de la atención; disminución de la proactividad y de la autoconfianza; pobre asertividad (capacidad de decir las cosas sin herir ni lastimar a otros); estados de ánimo con predominio depresivo; dificultad para ejercer el pensamiento colateral; disfunciones sexuales y poca creatividad. La di-hidro-epi-androsterona (DHEA) tiene la cualidad de inhibir las sobreexpresiones de los glucocorticoides en general, por lo que es proresiliente de forma directa e indirecta, ya que desde el punto de vista hormonal, la DHEA ejerce una acción antiglucocorticoidea y contrarresta los efectos del cortisol. En aquellos individuos con pobre respuesta de DHEA ante el estrés existe mayor riesgo de trastornos psiquiátricos como depresión, trastornos por estrés postraumáticos y trastornos de ansiedad. Sin embargo, se ha demostrado que los altos niveles en la relación DHEA/Cortisol pueden prevenir el trastorno por estrés postraumático. 

Este disbalance en la farmacia neuroquímica del sistema nervioso en las personas poco o no resilientes causa que las mismas padezcan frecuentes e intensos episodios de reactivación de la memoria consciente del momento estresante como pensamientos compulsivos e intrusivos, como ideas locas y desesperadas que le vienen a la cabeza. Esto explica el por que cierta gente se rebela contra las medidas sanitarias de distanciamiento e higiene, o desarrollan el pensamiento autodestructivo inconsciente de "esto está en el ambiente y no tengo nada que hacer, voy a salir a la calle pase lo que pase y si me toca, me toca, mala suerte". En cambio, los sujetos pro-resilientes son capaces de sobreponerse y de superar los momentos de dolor emocional o contratiempos e, incluso, de salir fortalecidos de lo negativo con evidente firmeza de ánimo. 

Estadísticamente se observa con relativa frecuencia que los individuos con mayor capacidad intelectual y volumen de conocimientos tienen mayor poder de procesar las situaciones traumatizantes y de afrontar las agresiones estresantes. Son más resilientes en lo emocional y a nivel celular neuronal. En cualquier situación estresante, según evoluciona en el tiempo, existen alteraciones en el funcionamiento neurobiológico en varias fases. Al inicio hay incertidumbre creciente, aprehensión y un grado de vulnerabilidad a lo que se suma una tensión que va en aumento. En un segundo momento, aparece el miedo, la confusión y la desorganización emocional. En el tercer período, llamado proscritico o crónico, el estrés, el temor, la ofuscación, la labilidad emocional, las actitudes de negación y las crisis emocionales diversas son constantes. Finalmente, en la fase de recuperación, pueden surgir estados depresivos o cambios emocionales más duraderos. Es aquí cuando se habla de "estrés postraumático" con múltiples manifestaciones, ya sea por las conductas adaptativas o de acomodamiento. Por tanto, el fenómeno resiliente consta de una dinámica que atraviesa varios momentos identificables con mayor claridad cuando se analizan acciones de defensa y protección; búsqueda del equilibrio que enfrenta a la tensión; compromiso y arrastre del desafío; la superación; la valoración de lo que significa; la actitud positiva del sujeto; la toma de responsabilidad y de creatividad y la conducta o tratamiento auxiliador para favorecer la resiliencia. Por eso, es importante readaptar el funcionamiento individual y colectivo para volver a la resiliencia (o adquirirla) si hasta el momento no existía.

La Asociación Americana de Psicología citó algunas recomendaciones para construir y fortalecer la resiliencia en todo tiempo, los cuales son más que útiles en tiempos como los que vivimos. La resiliencia ayuda a fortalecerse cuando mejoramos el establecimiento de buenas relaciones con familiares cercanos, amistades y otras personas importantes. Igualmente, el saber a ciencia cierta que no hay obstáculos insuperables y el tratar de mirar más allá del presente pensando que en el futuro las cosas mejorarán, con vacuna o sin ella, pero sí mejorarán. La humanidad ha pasado ya por esto y sin la ayuda de tanta ciencia como la que disponemos ahora. Por eso, no les dé mayor proporción a los problemas de la que tienen, por ejemplo preocupándose por no volver a la "antigua normalidad". El cambio es parte de la vida,

Es posible que como resultado de esta situación adversa no le sea posible alcanzar ciertas metas. Aceptar las circunstancias que no pueden cambiar lo ayudará a enfocarse en otras. El trazarse metas realistas preguntándose acerca de las cosas que puede lograr hoy y que le ayudan a caminar en la dirección hacia la cual quiere ir. Igualmente, el enfrentar los problemas tomando ante situaciones adversas, acciones decisivas, lo cual siempre es mejor que ignorar los problemas y las tensiones, y desear que desaparezcan.  Seguidamente a ello, se debe confiar en uno, cultivando una visión positiva de sí mismo, lo cual puede servir para desarrollar la confianza en su capacidad para resolver problemas y confiar en sus instintos. 

Algunas formas adicionales de fortalecer la resiliencia le podrían ser de ayuda. Por ejemplo, algunas personas escriben sobre sus pensamientos y sentimientos más profundos relacionados con la experiencia traumática u otros eventos estresantes en sus vidas. Todo ello implica lidiar con el dolor emocional, no negarlo o evitarlo, sino poder hacerse cargo de él y transformar una realidad desbastadora en una posibilidad de vida nueva que se sido creada a raíz de él. Una sociedad es resiliente cuando se mantiene unida, cooperando todos para el bien común, cuando se respeta mutuamente y se cohesiona y solidariza. Además, también cuando hay confianza en el liderazgo político. Una sociedad vence su resiliencia cuando la amenaza se hace mayor que sus recursos, aparecen los prejuicios, la discriminación, la culpabilización, el terror y especialmente, la desconfianza. Las situaciones de crisis nos ponen a prueba como especie, y lo van a seguir haciendo, a la naturaleza no la importa lo que es o no justo. La solución para superar la crisis del coronavirus dependerá de todos nosotros. 

Las fuentes principales de resiliencia individual se basan en la satisfacción vital, es decir, el grado en que nuestra experiencia satisface nuestros deseos y necesidades físicas, sociales y psicológicas: trabajo remunerado, participar en la comunidad, la calidad de nuestras relaciones íntimas y la resistencia psicológica individual basada en la auto-regulación y auto-realización. Estas son las cuestiones que cada uno de nosotros tendrá que atender. Y sobre todo, buscar apoyo social: las relaciones en general son una fuente de bienestar, prevención de patologías, y favorecen afrontar experiencias estresantes y traumáticas, no importa que sean por Zoom o Whatsapp, son relaciones igualmente. Por tanto, es muy importante apoyarnos entre todas para generar esta red sanadora, ante el coronavirus y el confinamiento en casa. Hay que protegerse de vivir los sucesos con una culpa irracional. Desarrollar la asertividad que permite pedir ayuda cuando la necesitamos, afirmar los derechos y decir que no. Finalmente, la creatividad y curiosidad ante el mundo permite generar recursos y soluciones frente a la amenaza; junto con el sentido del humor y la ética, que son factores de resiliencia. Finalmente, la capacidad de auto-crítica para analizar mejor las causas y consecuencias de nuestros actos con el fin de mejorar, esto permite transformarnos.

Para finalizar, de más está decirles que el COVID se queda un buen tiempo con nosotros. No temerlo sino respetarlo, aprender a convivir con las medidas sanitarias, buscando la felicidad en las cosas que probablemente olvidamos con la "antigua normalidad" por estar DE LA CABEZA con tantas cosas probablemente nos haya hecho dejar de lado quienes somos. Con la resiliencia volveremos a ser mejor de lo que fuimos. No perdemos nada buscando desarrollarla más. Nos leemos el otro sábado.


EL SINDROME DE JEsSEE PINKMAN

 


Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del diario La Nación del sábado 5 de setiembre de 2020. Todos los derechos reservados.

El amigo tuitero @santiesquivel me regaló en días pasados la recomendación excelente de un hilo (seguidilla de publicaciones sobre un mismo tema) de Twitter de la usuaria española @gloriavg titulado como la columna que les traigo esta semana. Explica mucho de lo que sucede hoy en días pandémicos como los que vivimos. Me tomaré la licencia de copiar textualmente sus tuits latinizando un poco ciertas expresiones para hacerlas mas comprensibles al ojo local. Y después, aunque creo que no haga falta, agregaré algo más de mi análisis personal de esta brillante teoría de esta no menos brillante tuitera. 

(Alerta de spoiler)

"Recuerdan ese capítulo de Breaking Bad, al principio de la serie, en el que Jesse Pinkman tiene que deshacer un cadaver en ácido (no voy a entrar en lo riguroso de “deshacer” un cadaver en un ácido más bien flojito, y no en una base)? Walter, profesor de química, le dice que compre una cubeta de plástico (no recuerdo qué polímero menciona). Jesse primeramente va a hacerlo, pero acaba diciendo algo así como “poliestireno my ass”, y decide hacerlo en una bañera, en su casa. Porque él, a pesar de ser un ignorante en el tema, cree que tiene suficiente conocimiento para poder decidir y opinar. A pesar de no saber absolutamente nada de química y estar ante alguien que sí, a él, su “sentido común” y su “conocimiento” (o más bien, la falta de este) le dicen que el plástico es más endeble que su bañera, y qué tontería gastarse dinero en una cubeta cuando la casa de su abuela tiene una bañera estupenda, así que decide llevarle la contraria. Creo que todos sabemos cómo acaba el capítulo: con la bañera, el ácido y el cadaver en el salón de la casa de Pinkman traspasando el piso superior y por ende el techo de la sala y llegando hasta el sotano. Pues el síndrome de Jesse Pinkman lo tenemos ahora con los conspiranoicos y magos de la ciencia, esa gente que sin tener la más mínima idea, se atreve a opinar. Y hasta cree que su opinión es válida porque desde su ignorancia les parece que “tiene sentido”. - “Cómo me va a proteger una tela de un virus?” - “Enfermo asintomático? Si no tienes síntomas no puedes estar contagiado!” - “Si los científicos se corrigen en algo totalmente nuevo, sobre lo que se dijo hace unas semanas, es porque no tienen ni idea.” - “Si los tests dan falsos negativos y falsos positivos, es porque no sirven”. - “Es perfectamente posible poner un microchip a alguien con una vacuna, a los animales se les implanta con una aguja, así que, por qué no?” - “Si tomo vitamina C y como bien, no hay virus que me entre”. - “No tengo ni idea de la diferencia entre las ondas de mi microondas y el 5G, pero el 5G nos va a matar a todos” -“Como las farmacéuticas son empresas, y como tales, buscan hacer dinero, vamos a tomar una visión radical, y rechazar todo lo que venga de ellas por sistema. Mejor tomar la lavandina o el cloro que vende este señor que es economista y se compró un título falso de una titulación no homologada por 5 millones de guaraníes en una universidad cuyo campus es un baldío en Valle Lorito, seguro que él busca lo mejor para mi y su remedio milagroso lo cura todo”. Si a ellos, sin la más mínima formación en virología, epidemiología o medicina en general, les cuadra...Por qué no? Será una opinión tan respetable como la de los expertos que llevan décadas de estudio e investigación, porque absolutamente todo en esta vida es opinable, verdad? Tranquilos, que son muy inteligentes ustedes. Solo las mentes brillantes descubrirían secretos de estado y conspiraciones de las grandes élites usando Google y YouTube, los tontos somos los demás, desde luego, nosotros, los demás."

Algo que agregar a esta brillante teoría de esta no menos brillante tuitera española? Si. Que el paraguayo está cayendo en este mecanismo de buscar "medicos por la verdad" desde las comodidades de sus teclados en vez de mirar al frente y ver los médicos por la verdadera lucha diaria y silenciosa, a costa de su propia salud y la de sus familias. Y que si están tan seguros, como Jessee Pinkman, de que lo que piensan es correcto, firmen un renunciamiento suyo y de los suyos a las camas de terapia, y si pueden, vayan a ayudar (sin protección, obvio, no sirve para nada según ustedes, solo las antenas y la vacuna transmiten el virus) a los hospitales de punta o al menos, a los consultorios ya saturados de pacientes tosiendo mentiras y con falta ficticia de oxígeno por invento del nuevo orden mundial. Totalmente DE LA CABEZA. Nos leemos el sábado que viene.


LA MUSICA EN EL CEREBRO DE LOS NIÑOS

 


Articulo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 27 de agosto de 2020. Todos los derechos reservados.

Todos sabemos que, cuando nacemos, tenemos ya el mismo número de neuronas que tendremos cuando seamos adultos (de no mediar enfermedades o condiciones anormales que nos hagan perderlas). Pero estas aún no están conectadas, y el proceso de interconexión entre las mismas es lo que se viene a continuación. Este proceso es el que hace que el cerebro del niño crezca tan rápidamente durante los primeros meses de vida. De hecho: a los 6 meses el cerebro pesa el doble de lo que pesa al nacimiento (350 gramos al nacer, 700 gramos a los 6 meses), a los 14 meses pesa ya 900 gramos, a los 18 meses alcanza el 80% del peso definitivo en el adulto (1.100 gramos a los 18 meses y 1.400/1.500 gramos en la adultez) y a los 5 años ya tiene el 90% (1.250 gramos) del peso definitivo. A los 7 años de edad, cuando el cerebro del niño pesa y mide casi como el de un adulto, en los lóbulos frontales hay un 40% más de sinapsis (conexiones entre neuronas) que en la vida adulta. Esto sucede en todo el cerebro, y estas sinapsis se van retrayendo hasta los niveles del adulto, alcanzando el cerebro entre los 4 y 7 años de vida, el mayor número de conexiones entre las neuronas. Esto implica que el cerebro crece durante los dos primeros años de vida, a una velocidad impresionante por minuto, no debido a la multiplicación neuronal, sino a que la estructura se organiza gradualmente para llegar a su máximo nivel de complejidad.  

El cerebro de un niño está más densamente conectado que el de sus mismos padres, y utiliza más energía. Acordáte de eso cuando veas a un niño con su inagotable energía: en su cabecita tiene una central eléctrica con 50% más de energía que en la tuya. El cerebro queda totalmente interconectado a los 20 años de edad y la actividad cerebral alcanza el nivel adulto. Hablé mucho de esto en mi libro CEREBRA LA VIDA, pero vuelvo a citar un experimento diferente con resultados interesantes, sobre todo para los padres de niños pequeños: la música acelera el desarrollo de la corteza cerebral de los pequeños, además de tener un efecto positivo sobre la memoria y la atención de los mismos, facilitando el aprendizaje de la lectura, escritura y matemáticas, la capacidad de ubicarse en un entorno y el coeficiente intelectual. 

 La revista Brain recoge este experimento hecho por la Universidad Mc Master de Canadá que siguieron por dos años a dos grupos de niños: el primero recibió enseñanzas musicales con el método Suzuki mientras que el segundo grupo no recibió ninguna (el método Suzuki es un método ideado por un violinista, filósofo y pedagogo japonés, y permite a los niños, aún los más pequeños, aprender música y tocar un instrumento). Los resultados de pruebas de memoria, de rítmicos, armónicos y melódicos musicales, y de cálculo, demostraron que los niños que siguieron el método Suzuki mostraron mayor sensibilidad a la melodía emanada de un instrumento como el violín, señal directa de mayor maduración del córtex cerebral. 

Conclusión: señores padres, si quieren hijos DE LA CABEZA, adelante con la música…!!!


EL CEREBRO INTESTINAL



Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 22 de agosto de 2020. Todos los derechos reservados. 


Muchos habrán oído aquello de que en el abdomen se encuentra nuestro segundo cerebro. Algo de eso hay. De hecho, cientos de millones de neuronas forman el sistema nervioso intestinal conocido en la jerga neurocientífica como sistema nervioso entérico. Es la colección de neuronas más grande fuera del propio cerebro, superando incluso (aunque no lo crean) a la cantidad de neuronas existentes en la propia médula espinal. Siguen órdenes muy estrictas: efectuar los procesos que regulen la digestión, descansar en los periodos entre alimentos y, mientras dormimos, el ejecutar los movimientos que llevan los elementos digeridos hacia su zona de salida, lo que conocemos como peristaltismo. 

Si bien no están reguladas por la voluntad (ya que pertenecen al sistema nervioso autónomo, el que funciona sin necesidad de intervención consciente del cerebro), tienen mucha similitud en su funcionamiento al propio sistema nervioso central. Existen tres tipos diferentes de células nerviosas en el aparato digestivo: células sensitivas que registran los estímulos sensoriales que entran, las interneuronas que actúan como estaciones de relevo del estímulo, y las motoneuronas que son las células motoras que movilizan la musculatura visceral. De todas las fibras que conectan el cerebro con el aparato intestinal, un 90% aproximadamente son aferentes, es decir, llevan información hacia el cerebro. Si bien esta información es absolutamente subconsciente así como la actividad es automática e involuntaria, tanta información entrante al sistema nervioso central produce un cierto "ruido" de fondo emocional que se refleja en un estado de ánimo positivo o negativo, y es por eso que surgen las sensaciones viscerales que tan bien describimos en ciertas situaciones: el "cosquilleo en la panza" cuando nos enamoramos, la acidez estomacal cuando estamos nerviosos, las ganas de ir al baño cuando estamos en un momento clave de estrés, o el nudo en el estómago que se nos forma cuando nos ponemos nerviosos. Y si bien, aproximadamente solo un 10% de las fibras nerviosas son eferentes, es decir, llevan impulsos desde el cerebro hacia el sistema intestinal (el cual puede funcionar perfectamente sin estos estímulos), son suficientes para que los estados de ánimo influyan en la digestión, como sucede en los trastornos de estrés postraumático o emociones intensas que pueden por ello provocar náuseas, vómitos, diarrea y dolores o espasmos abdominales. 

Los trastornos de ansiedad y la depresión alteran de manera notable el ritmo de la digestión. Las personas con depresión tienden al estreñimiento y los que tienen angustia crónica a la diarrea. De hecho, las personas que comen con tensión distienden menos su estómago en comparación de las que comen relajadas, lo cual da a estas últimas una sensación de saciedad más temprana, y resultando que así comen menos. Este mecanismo de estrés durante la ingesta puede desarrollar en las personas una especie de "neurosis gástrica" en estas personas que se ponen nerviosas mientras comen, haciendo que el estómago se olvide de relajarse. 

Otros hallazgos además de la fluida comunicación entre cerebro e intestinos son los que hacen a la influencia que las bacterias que existen en el intestino hacen al estado general de las personas. Lo que conocemos como flora intestinal influye decididamente en el estado de ánimo, y esta flora es tan personal a cada individuo como puede serlo la huella digital. Se sabe que estas bacterias pueden potenciar la liberacion de PCR (proteína C reactiva) que actúan directamente sobre el neurotransmisor de la felicidad, la serotonina, disminuyendo sus niveles, lo cual explica el por qué los pacientes con enfermedades intestinales inflamatorias se hallan deprimidos durante estas fases. Es por eso que se preconiza el consumo de los llamados alimentos probióticos, es decir, los que favorecen la proliferación de la flora intestinal "buena", no parásita ni dañina. Los lactobacillus y las bifidobacterias promueven una buena función intestinal disminuyendo la inflamación y mejorando la respuesta general al estrés y al estado de ánimo del paciente.

Que loco, no? Que en el intestino también estemos DE LA CABEZA. Nos leemos el otro sábado...!!!



LOS NIÑOS DE AHORA... SON MAS INTELIGENTES QUE NOSOTROS A SU EDAD?

 


Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del diario La Nación correspondiente al sábado 15 de agosto de 2020. Todos los derechos reservados.


La respuesta es SI. Y eso se llama "Efecto Flynn", que no es otra cosa que el incremento del coeficiente intelectual de una generación a la siguiente. Como ejemplo tomemos lo que siempre, en mis clases de Neurodidáctica, pongo como referencia: cuánto le tomo a usted entender que debía hacer un deslizamiento de sus dedos sobre la pantalla para pasar de una fotografía a otra en su celular, o que debía hacer un movimiento de acercamiento o alejamiento de sus dedos índice y pulgar entre si para achicar o agrandar una imagen? A mi me tomo bastante tiempo, y eso que me considero siempre apegado al mundo de la tecnología, pero a mis mellizos de 5 años les tomó en su momento (alrededor de los 2 años) un suspiro. Como si "vinieran con el chip incorporado" para esos movimientos. Entonces, qué sucede?

Si vemos que esto aparece tal y como les digo, entonces tendríamos que esperar que los llamados "test de inteligencia" tomados a los niños y jóvenes de hoy en día "estallen" de genialidad... y esto se produce a razón de 5% de incremento promedio en cada generación. Por qué sucede esto? Podría ser realmente que los niños de ahora son más inteligentes que lo que lo fueron sus padres a su edad, o realmente que los test de coeficiente intelectual no constituyen en realidad una buena manera de medir la inteligencia. Esto realmente ha arrojado una verdadera crisis en la ciencia y sobre todo en la educación. Seguimos con los mismos paradigmas educativos y, sobre todo, evaluativos? O qúe hacemos? 

Los test que encontraron grandes variables de generación en generación son los que miden la inteligencia lógica, mientras que los que evalúan la calidad del vocabulario y la aritmética básica han permanecido casi iguales. Y eso sucede porque las nuevas generaciones ya piensan sobre lo abstracto de manera automática, mientras que las leyes numéricas básicas siguen siendo constantes y la comunicación sigue siendo verbal desde siempre, aunque probablemente veamos "el salto" en la siguiente generación, que heredará a los adultos de dentro de 30 años que hoy se comunican por Whatsapp, videos o audios. La razón del aumento del coeficiente en cuanto a la medida del pensamiento abstracto es que los hijos de nuestra generación ya vieron sus dudas reflejadas por los ojos de la ciencia, a la cual tienen acceso (mal o bien) a través de sus celulares (Google, Youtube, Wikipedia) o de la televisión (documentales, canales específicos), lo cual libera por completo a la lógica de lo concreto para, de esta manera, analizar lo abstracto, así como que les ayuda a ver el mundo como algo que clasificar y no necesariamente que utilizar. 

Ahora, si los valores de los coeficientes intelectuales de nuestros padres son entre 9 y 15% más "lerdos" que nosotros, y que los de nuestros hijos son entre 9 y 15% mayores a los nuestros... son nuestros padres "más burritos" y nuestros hijos "más nerds"? La respuesta no puede ser exacta porque la pregunta es incorrecta, ya que juzgamos la inteligencia a "todo o nada", sin considerar, por ejemplo, que los últimos 30 años han sido de un progreso comunicacional y tecnológico nunca antes visto, y eso decididamente influye mucho en la "inteligencia" como la conocemos. Y eso lo podemos notar con este ejemplo: si bien los niños de hoy pueden leer literatura más compleja a edad más temprana, no significa que la puedan aprovechar o incluso disfrutar como lo hace un adulto. Entonces, no medimos solo la lectura temprana sino la capacidad de análisis y aprovechamiento del conocimiento adquirido. Esa si es la real inteligencia.

Por último, es de notar que los aumentos del coeficiente intelectual en el marco del Efecto Flynn no han vacunado a la gente contra la charlatanería como la hoja de mamón contra el dengue o la creolina contra el Covid. Por eso, el aumento de la inteligencia no se mide realmente con coeficientes por test, sino en la aplicabilidad que se pueda dar a esa inteligencia en la vida diaria. O sea, su "usabilidad". Pero eso es motivo de otra columna semanal. Nos leemos la semana que viene para seguir DE LA CABEZA?


Neurociencias del deporte: el secreto cerebral del ganador




Artículo correspondiente a la columna DE LA CABEZA del diario La Nación del sábado 8 de agosto de 2020. Todos los derechos reservados.

El mundo del deporte está jalonado de historias de esfuerzos casi sobrehumanos, de sacrificios físicamente dolorosos e incluso, de riesgos para la propia vida del deportista en muchos casos. El olvido o el bloqueo del sentido natural de auto conservación en pos de obtener un premio o un logro individual o colectivo en el deporte ha teñido de gloria las páginas de las crónicas y la historia de cada uno de los deportes reconocidos como tales. Pero, por qué el ser humano ignora el básico instinto de supervivencia para conseguir un premio aparentemente no comparable con el riesgo vital que representa conseguirlo? Los psicólogos responden a esta pregunta con cuatro respuestas posibles: encontrarse ante un desafío sumamente difícil, decidir enfrentarlo, confiar en la propia capacidad para superarlo, y arremeter contra el mismo sin importar lo que pase. 

Pero... cómo se consigue rendir al máximo en el deporte? Qué factor o factores diferencian al cerebro del deportista ganador del cerebro promedio? Juegan las emociones un papel determinante en la búsqueda de la gloria en el deporte? La respuesta es que estas personas nacen invariablemente con tres factores: aptitud, obsesión emocional por el desafío planteado y el desarrollo de un marcado aprendizaje inteligente forjado a partir de la experiencia, el perder para poder ganar. El talento del deportista se basa en una especial aptitud cinestésico-propioceptiva, es decir, la capacidad de coordinar inconscientemente los movimientos de las distintas partes del cuerpo cuando se perciben las señales que llegan desde los receptores nerviosos profundos situados en tendones, músculos y articulaciones. Con estos estímulos, se pueden (en los casos de los deportistas muy entrenados) diferenciar los estímulos corporales y extracorporales, y además, iniciar las secuencias de movimiento de manera automática. El resultado: la combinación en el terreno de cualquier deporte de velocidad, coordinación, fuerza, agilidad y resistencia. Y decir esto, cerrando los ojos, es pensar indefectiblemente en un Lio Messi, un Ayrton Senna, un Roger Federer o una Nadia Comaneci. 

Con estos ejemplos citados, nos damos cuenta que no solo importa la aptitud física, sino que también importa la psiquis, lo que motiva y mueve, las emociones. En el deporte de alto rendimiento importan los mismos factores que mueven al cerebro para la supervivencia básica: la auto conservación y la de la especie. Y si bien dije que muchos de ellos ignoran su alerta de "no dañarse a uno mismo" en el esfuerzo extremo por conseguir la gloria deportiva ("no pain, no gain", no hay victoria sin dolor), sin embargo el sentimiento de conservación ignora esa posibilidad en el esfuerzo por ser el mejor en lo que se hace, desarrollando las aptitudes sociales dentro del mismo grupo de entrenamiento, y enfrentándose conscientemente a peligros y superándolos. Se suman a estos factores, la aparición de emociones negativas que también suman en la motivación final: enojo, frustración, rabia, miedo unido al estrés, decepción, preocupación, tristeza y vergüenza. Y a estas emociones negativas les hacen contrapeso las positivas: alegría, orgullo y sorpresa. 

Por último, el rendimiento deportivo depende también de la resistencia y el trabajo coordinado de todo el organismo. Los entrenamientos de larga duración combinan ambas características hasta tener los resultados óptimos. Los deportistas alcanzan su mayor grado de rendimiento entre los 18 y 30 años de edad, luego de 12 a 15 años de duro entrenamiento. El momento preciso depende de cada disciplina. Pero este entrenamiento no solo es "muscular" sino también psicológico. Y esto contempla tres tipos de entrenamiento: el habla interior (donde el deportista emite en silencio las órdenes para ser ejecutadas), la visualización interior (verse a sí mismo ejecutando el ejercicio una y otra vez) y el entrenamiento ideomotor (no solo verse realizando el ejercicio, sino sintiéndolo como si de verdad lo realizara con sensaciones subjetivas rítmicas y cinestésicas). 

Los ganadores, en síntesis, tienen un denominador común: no solo entrenan físicamente, sino que también están DE LA CABEZA. Nos leemos el sábado que viene.


DENTRO LA MENTE DEL PEDÓFILO




Publicacion correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nacion de los sabados 25 de julio y 1 de agosto de 2020. Todos los derechos reservados.

Conmocionados no se si es el adjetivo que nos aplica a los paraguayos que venimos siguiendo preocupados y azorados el caso de la bella y tierna Yuyu, la niña inocente a quien conocimos por fotos mientras jugaba con sus ovejas y que desapareció como por arte de magia de la noche a la mañana hace ya unos meses. Hasta que la revelación de hace dos días respecto a lo hallado en el celular de su padrastro nos dejó conmocionados, asustados, asombrados y hasta asqueados por lo encontrado allí. Confieso que inicialmente, mi columna semanal iba a hablar de otros temas en el cerebro, pero dada la pregunta de uno de mis contactos en Twitter respecto a este tema, me vi en la urgente obligación de reescribirla para así poder intentar desentrañar junto a ustedes qué en realidad es lo que sucede en la mente de personas así. Y también aclarando que de ninguna manera pretendo hacer un juicio sobre la inocencia o culpabilidad del padrastro o madre en este caso. Simplemente, tomo la situación de cosas al día de hoy como hilo conductor para intentar desentrañar este cáncer de nuestra sociedad: la pederastia, la pedofilia y la pornografía infantil.

Lamento inicialmente comentarles que, según los estudios revisados, uno de cada 20 hombres tiene alguna fantasía sexual con niños o niñas, cifra que parece espeluznante pero es real. Igualmente .si hablamos estrictamente de pedofilia, a la cual definiremos como la preferencia sexual por niños o niñas, la cifra aún llega como mínimo a un preocupante del 1%, según la misma revisión hecha en la literatura médica disponible. Casos como el que nos ocupa, elevan a los titulares la lacra de los abusos sexuales a menores, del tráfico de sus imágenes y de otras posibilidades que, de solo imaginárnoslas, se nos eriza la piel. Pero según los expertos, lo realmente preocupante es que la mayoría de los casos nunca salen a la luz. Y es que, si escalamos ese 1% a la población general, a las dimensiones de cualquier shopping en tiempos no pandémicos un sábado, o al volumen de público que llena un estadio de fútbol un domingo cualquiera, nos topamos con la alarmante realidad de que la pedofilia está mucho más presente a nuestro alrededor de lo que tal vez sospecharíamos.


Pero los expertos advierten algo bien claramente: ni todos los pedófilos abusan de menores, ni todos los que abusan de menores son pedófilos. Lo segundo parece tener una explicación sencilla: se calcula que una de cada dos agresiones sexuales a niños o niñas se produce por parte de personas con otras alteraciones mentales o con rasgos de conducta antisocial o abusiva. En cuanto a lo primero, y según la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (conocido por todos los que hacemos salud y neurociencias como DSM-5), existe el llamado desorden pedófilo cuando la persona siente un interés sexual por niños o niñas que le provoca malestar o dificultades de relación con el resto del entorno, o que le lleva a cometer agresiones o a consumir pornografía infantil. Si la persona es capaz de controlar su impulso y se limita a fantasear, se habla de preferencia sexual pedófila. La distinción es importante, porque si bien el pedófilo no elige serlo ni tiene culpa de ello, esto no le exime de la responsabilidad legal de sus actos. El DSM-5 ha sacado de la lista de trastornos las parafilias como el fetichismo o el sadomasoquismo cuando no ocasionan desazón ni daño y se practican con mutuo consentimiento (y sobre los cuales prometo hablarles en otro sábado). Pero en el caso de la pedofilia, no hay consentimiento posible. No existe el delito sobre el pensamiento, y con ese pensamiento vemos que a la persona con preferencia sexual pedófila no le queda otra opción que limitarse a su propia fantasía.

Pero ¿realmente no eligen serlo? Existe la idea popular de que el pedófilo, normalmente un hombre, desarrolla esta inclinación como consecuencia de un trauma debido a los abusos sexuales sufridos por él mismo en su infancia. Y aunque éste pueda ser un factor en ciertos casos, su lógica se cae con un sencillo razonamiento: la mayoría de las víctimas son niñas, mientras que la mayoría de los abusadores son hombres, y si el condicionamiento fuera la única teoría lógica para explicar la causa de la pedofilia, lo razonable sería que hubiera más mujeres pedófilas de las que clínicamente se observan. Y aunque una media del 15% de los abusos son perpetrados por mujeres, algunos estudios apuntan que en estos casos suele haber otras circunstancias, como un desorden mental adicional o la intervención de un cómplice masculino. Entonces, sigue quedando la duda sobre si la pedofilia, como actualmente se define, realmente existe en mujeres. Y también saber qué son? Se hallan padeciendo algún trauma? Han elegido serlo o vinieron determinados "de fábrica" con una "falla" en su evolución mental?

Frente a la hipótesis del trauma, muchos expertos hoy se decantan por la idea de que el pedófilo viene al mundo casi programado para serlo. Hay como una predisposición a ella, es algo con lo que la gente nace pero esto no implica que la pedofilia se herede de padres a hijos. Hay indicios de factores prenatales que podrían consistir en influencias hormonales durante el desarrollo uterino que tal vez provoquen cambios epigenéticos, que son modificaciones químicas del ADN que no alteran el código genético y que pueden deberse al ambient. Se han descubierto correlaciones con otros rasgos como la zurdera (de la cual hablábamos hace unas semanas), la estatura corta y el bajo nivel intelectual dentro de los cambios relacionados a la pedofilia, pero lo que parece claro es que aparece con la pubertad, en la misma época en que aparece la atracción por el sexo opuesto o por el propio.

La existencia de factores biológicos sugiere que tal vez la pedofilia pueda observarse en el cerebro, y los investigadores trabajan para encontrar estas posibles firmas cerebrales del trastorno. Actualmente se contemplan tres hipótesis sobre la sede cerebral de la pedofilia: solamente el lóbulo frontal, responsable de tirar de las riendas de los impulsos sexuales; solamente el lóbulo temporal, que podría dirigir la atracción por los niños y el desarrollo de una hipersexualidad; o ambos al mismo tiempo. Una región del lóbulo temporal, la amígdala derecha, parece mostrar un tamaño reducido en comparación con los controles en varios estudios. Sin embargo, los estudios de neuroimágenes sobre la pedofilia aún están en fases iniciales y son muy poco concluyentes aún.. De hecho, es de destacar que tradicionalmente la ciencia ha relegado la atracción sexual por niños y niñas a un segundo plano; ni siquiera se definió formalmente como trastorno hasta finales del siglo XIX, ya que a menudo se considera una cuestión colateral, y la investigación de su naturaleza está retrasada en comparación con la investigación de otros desórdenes psiquiátricos.

Hoy la investigación de la pedofilia está en plena ebullición, pero la revisión señala la dificultad de disponer de otros perfiles de pacientes que no sean pederastas condenados y encarcelados; por ejemplo, pedófilos que se abstengan de abusar de menores y que no consuman pornografía infantil. Naturalmente, el objetivo último es evitar el terrible daño que conllevan las agresiones sexuales a niños y niñas, pero este no parece un logro fácilmente asequible. La pedofilia no es curable en el sentido de que pueda cambiarse, aunque hay un debate abierto sobre ello en los círculos científicos, aunque lo justo sería decir que el consenso clínico y científico apunta a la posibilidad de ayudar a las personas con pedofilia a controlar mejor su deseo sexual hacia los menores. Las terapias cognitivo-conductuales buscan elevar el autocontrol y modificar la actitud de los pedófilos hacia los niños y niñas, pero sus resultados son cuestionables. Por otra parte, los tratamientos farmacológicos reducen la libido de los agresores, pero no alteran sus preferencias sexuales. O sea, la castración química tampoco funciona aquí.

El debate está abierto y yo intenté en estas dos semanas dejarles material para el debate. Mientras, mi deseo personal de que no existan mas Yuyús que nos hagan recordar dolorosamente cuan pendiente está la salud mental en una sociedad como la nuestra. Nos vemos la semana que viene para seguir estando DE LA CABEZA.













domingo, 19 de julio de 2020

EL TELECEREBRO Y SUS CONSECUENCIAS


Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nacion correspondiente a los sabados 4 y 11 de julio de 2020. Todos los derechos reservados. 

En estos dos sabados hablaremos del efecto que tiene la educacion a distancia respecto al cerebro, como cambiamos los paradigmas funcionales y sobre todo, como podemos adaptarnos a lo que implica una verdadera "revolucion" funcional en cuanto a la forma de procesar la informacion con la "nueva normalidad" que nos toca vivir.

Con el advenimiento del "modo COVID de vivir" (término acuñado por el Ministro Mazzoleni y equipo) se derrumbaron muchos paradigmas de la "normalidad" hasta entonces reinante. Y una de ellas, que se llegó de la mano del distanciamiento social, es la realización obligatoria del teletrabajo (en la medida de las posibilidades dependiendo del tipo laboral) y de la teleeducación (obligatoria en todos los casos). Plataformas como Zoom, Classroom, Jitsi, Hangouts, Skype o Whatsapp pasaron a ser parte de nuestra vida laboral y estudiantil como elemento de cotidianeidad necesaria. Con estas herramientas, estudiar o trabajar sin moverse de casa como solo veíamos en las series futuristas hace unos años, se hizo realidad. Sin embargo, detrás de estos "facilitadores" del trabajo a distancia, aparecieron otras novedades en la vida de las personas. Aunque ustedes no lo crean. Es lo que en actualmente se conoce como "cerebro de Zoom" y que se da no solo para esa plataforma, sino para todo lo que trae aparejada la realidad hiperconectada que tenemos para suplir de alguna manera el contacto interpersonal físico.

Una queja común de los docentes "virtuales" (término mal usado, porque lo virtual es algo que no existe, mientras que aquí la clase sí existe, solo que es "a distancia") es que, después de dar clases vía Zoom, terminaban muchísimo más agotados física e intelectualmente que si la hubiesen dado en un aula de manera presencial, ante la vista y el contacto próximo de decenas de estudiantes, y esto solo ha demostrado algo que siempre ha sido cierto a escala poblacional: las interacciones "virtuales" pueden ser duras para el cerebro. Aunque parezca increíble lo que pueden causar estas tecnologías en la vida de la gente que las usa, incluso debido a su aparente sencillez y simplicidad, ya que este soporte aparece confinado ordenadamente en una pantalla pequeña y presenta pocas distracciones obvias, esto puede llegar a convertirse en una maldición para el cerebro, debido a que los humanos nos comunicamos permanentemente, aunque no nos digamos nada.

Y es que durante una conversación en persona, el cerebro se concentra parcialmente en las palabras que se dicen, pero también extrae significado de decenas de señales no verbales, como si una persona está de frente o ligeramente de perfil, si está inquieta mientras habla o si inhala rápidamente justo antes de interrumpirte. Estas señales pintan un panorama global de lo que se transmite y la respuesta que se espera del otro interlocutor. Los humanos evolucionamos como animales sociales, así que para la mayoría percibir estas señales es algo natural, hace falta poco esfuerzo consciente para analizarlas y puede sentar las bases de la intimidad emocional. Sin embargo, una videollamada normal afecta a estas capacidades arraigadas y exige prestar una atención constante e intensa a las palabras. Si solo vemos la cara y los hombros de una persona, la posibilidad de ver los gestos de las manos u otro tipo de lenguaje corporal queda eliminada. Si la calidad del vídeo es mala, se frustra cualquier esperanza de deducir algo a partir de las expresiones faciales mínimas. Y si para alguien que depende de esas señales no verbales, el no tenerlas puede ser agotador, imagínense lo que sería para los niños que precisan de activar sus neuronas en espejo (parte del lóbulo frontal relacionada al aprendizaje por imitación) para poder aprender. O a los niños con trastornos específicos del lenguaje o con déficit de atención e hiperactividad, quienes precisan de todas las "señales cognitivas" que puedan emanar de sus profesores para recibir el mensaje del conocimiento de la mejor manera que puedan. Un desafío.

El contacto visual prolongado se ha convertido en la señal facial más intensa disponible y puede parecer amenazadora o demasiado íntima si se sostiene demasiado. Las pantallas con varias personas amplían el problema de la fatiga. La vista en galería supone una dificultad para la visión central del cerebro y lo obliga a descodificar a tanta gente al mismo tiempo que no se obtiene nada significativo de nadie, ni siquiera de la persona que habla. La pantalla múltiple de Zoom es un típico ejemplo de lo que los psicólogos denominan "atención parcial continua", es decir, el tener muchos focos atencionales y no prestarle atención real a ninguno. Esto se aplica tanto a los entornos virtuales como a los reales. Es el tipo de multitarea que el cerebro intenta (y no suele conseguir) manejar en una videollamada grupal. Esto provoca problemas, como el que las videollamadas grupales se vuelven menos colaborativas y más compartimentadas, conversaciones en las que solo hablan dos personas al mismo tiempo mientras las demás escuchan. Como cada participante usa una secuencia de audio y es consciente del resto de las voces, es imposible mantener conversaciones paralelas. Si se ve a un solo interlocutor cada vez, no se puede reconocer el comportamiento de los participantes no activos, algo que sí se percibiría con la versión periférica. Para algunas personas, la división prolongada de la atención genera la sensación desconcertante de estar agotándose sin haber conseguido nada. El cerebro se siente abrumado con el exceso de estímulos mientras está concentrado en buscar señales no verbales que no puede encontrar. Es por eso que una llamada telefónica tradicional podría pasar menos factura al cerebro, ya que cumple una pequeña promesa: solo transmite una voz.

Por el contrario, el cambio brusco a las videollamadas ha sido una bendición para las personas con dificultades neurológicas para mantener conversaciones en persona, como las personas con autismo, que pueden sentirse abrumadas cuando hablan varias personas. Y es que cuando la videollamada abruma a la persona con espectro autista, puede simplemente apagarse la cámara y ahorrar energía para cuando se desee percibir las señales no visuales que se consigan transmitir, porque las personas con autismo suelen tener dificultades para entender cuándo es su turno para intervenir en conversaciones en persona. Por eso el desfase frecuente entre los interlocutores en las videollamadas podría ayudar a algunas personas autista porque, por ejemplo, cuando se usa Zoom está claro a quién le toca hablar. Pero sin embargo, otras personas con autismo podrían tener dificultades con las videollamadas, ya que pueden acentuar los desencadenantes sensoriales, como los ruidos fuertes y las luces brillantes.

Este es el llamado CEREBRO DE ZOOM. Algo a lo que debemos acostumbrarnos, pero que no debe tenernos DE LA CABEZA porque ya formará parte de nuestra nueva normalidad. Nos leemos el sabado que viene.

LO QUE SUCEDE EN EL CEREBRO CUANDO DAMOS UNA BUENA CLASE

  Artículo correspondiente a la columna dominical DE LA CABEZA del Diario La Nación correspondiente al domingo 10 de setiembre de 2023. Todo...