jueves, 8 de octubre de 2020

DENTRO LA MENTE DEL PEDÓFILO




Publicacion correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nacion de los sabados 25 de julio y 1 de agosto de 2020. Todos los derechos reservados.

Conmocionados no se si es el adjetivo que nos aplica a los paraguayos que venimos siguiendo preocupados y azorados el caso de la bella y tierna Yuyu, la niña inocente a quien conocimos por fotos mientras jugaba con sus ovejas y que desapareció como por arte de magia de la noche a la mañana hace ya unos meses. Hasta que la revelación de hace dos días respecto a lo hallado en el celular de su padrastro nos dejó conmocionados, asustados, asombrados y hasta asqueados por lo encontrado allí. Confieso que inicialmente, mi columna semanal iba a hablar de otros temas en el cerebro, pero dada la pregunta de uno de mis contactos en Twitter respecto a este tema, me vi en la urgente obligación de reescribirla para así poder intentar desentrañar junto a ustedes qué en realidad es lo que sucede en la mente de personas así. Y también aclarando que de ninguna manera pretendo hacer un juicio sobre la inocencia o culpabilidad del padrastro o madre en este caso. Simplemente, tomo la situación de cosas al día de hoy como hilo conductor para intentar desentrañar este cáncer de nuestra sociedad: la pederastia, la pedofilia y la pornografía infantil.

Lamento inicialmente comentarles que, según los estudios revisados, uno de cada 20 hombres tiene alguna fantasía sexual con niños o niñas, cifra que parece espeluznante pero es real. Igualmente .si hablamos estrictamente de pedofilia, a la cual definiremos como la preferencia sexual por niños o niñas, la cifra aún llega como mínimo a un preocupante del 1%, según la misma revisión hecha en la literatura médica disponible. Casos como el que nos ocupa, elevan a los titulares la lacra de los abusos sexuales a menores, del tráfico de sus imágenes y de otras posibilidades que, de solo imaginárnoslas, se nos eriza la piel. Pero según los expertos, lo realmente preocupante es que la mayoría de los casos nunca salen a la luz. Y es que, si escalamos ese 1% a la población general, a las dimensiones de cualquier shopping en tiempos no pandémicos un sábado, o al volumen de público que llena un estadio de fútbol un domingo cualquiera, nos topamos con la alarmante realidad de que la pedofilia está mucho más presente a nuestro alrededor de lo que tal vez sospecharíamos.


Pero los expertos advierten algo bien claramente: ni todos los pedófilos abusan de menores, ni todos los que abusan de menores son pedófilos. Lo segundo parece tener una explicación sencilla: se calcula que una de cada dos agresiones sexuales a niños o niñas se produce por parte de personas con otras alteraciones mentales o con rasgos de conducta antisocial o abusiva. En cuanto a lo primero, y según la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (conocido por todos los que hacemos salud y neurociencias como DSM-5), existe el llamado desorden pedófilo cuando la persona siente un interés sexual por niños o niñas que le provoca malestar o dificultades de relación con el resto del entorno, o que le lleva a cometer agresiones o a consumir pornografía infantil. Si la persona es capaz de controlar su impulso y se limita a fantasear, se habla de preferencia sexual pedófila. La distinción es importante, porque si bien el pedófilo no elige serlo ni tiene culpa de ello, esto no le exime de la responsabilidad legal de sus actos. El DSM-5 ha sacado de la lista de trastornos las parafilias como el fetichismo o el sadomasoquismo cuando no ocasionan desazón ni daño y se practican con mutuo consentimiento (y sobre los cuales prometo hablarles en otro sábado). Pero en el caso de la pedofilia, no hay consentimiento posible. No existe el delito sobre el pensamiento, y con ese pensamiento vemos que a la persona con preferencia sexual pedófila no le queda otra opción que limitarse a su propia fantasía.

Pero ¿realmente no eligen serlo? Existe la idea popular de que el pedófilo, normalmente un hombre, desarrolla esta inclinación como consecuencia de un trauma debido a los abusos sexuales sufridos por él mismo en su infancia. Y aunque éste pueda ser un factor en ciertos casos, su lógica se cae con un sencillo razonamiento: la mayoría de las víctimas son niñas, mientras que la mayoría de los abusadores son hombres, y si el condicionamiento fuera la única teoría lógica para explicar la causa de la pedofilia, lo razonable sería que hubiera más mujeres pedófilas de las que clínicamente se observan. Y aunque una media del 15% de los abusos son perpetrados por mujeres, algunos estudios apuntan que en estos casos suele haber otras circunstancias, como un desorden mental adicional o la intervención de un cómplice masculino. Entonces, sigue quedando la duda sobre si la pedofilia, como actualmente se define, realmente existe en mujeres. Y también saber qué son? Se hallan padeciendo algún trauma? Han elegido serlo o vinieron determinados "de fábrica" con una "falla" en su evolución mental?

Frente a la hipótesis del trauma, muchos expertos hoy se decantan por la idea de que el pedófilo viene al mundo casi programado para serlo. Hay como una predisposición a ella, es algo con lo que la gente nace pero esto no implica que la pedofilia se herede de padres a hijos. Hay indicios de factores prenatales que podrían consistir en influencias hormonales durante el desarrollo uterino que tal vez provoquen cambios epigenéticos, que son modificaciones químicas del ADN que no alteran el código genético y que pueden deberse al ambient. Se han descubierto correlaciones con otros rasgos como la zurdera (de la cual hablábamos hace unas semanas), la estatura corta y el bajo nivel intelectual dentro de los cambios relacionados a la pedofilia, pero lo que parece claro es que aparece con la pubertad, en la misma época en que aparece la atracción por el sexo opuesto o por el propio.

La existencia de factores biológicos sugiere que tal vez la pedofilia pueda observarse en el cerebro, y los investigadores trabajan para encontrar estas posibles firmas cerebrales del trastorno. Actualmente se contemplan tres hipótesis sobre la sede cerebral de la pedofilia: solamente el lóbulo frontal, responsable de tirar de las riendas de los impulsos sexuales; solamente el lóbulo temporal, que podría dirigir la atracción por los niños y el desarrollo de una hipersexualidad; o ambos al mismo tiempo. Una región del lóbulo temporal, la amígdala derecha, parece mostrar un tamaño reducido en comparación con los controles en varios estudios. Sin embargo, los estudios de neuroimágenes sobre la pedofilia aún están en fases iniciales y son muy poco concluyentes aún.. De hecho, es de destacar que tradicionalmente la ciencia ha relegado la atracción sexual por niños y niñas a un segundo plano; ni siquiera se definió formalmente como trastorno hasta finales del siglo XIX, ya que a menudo se considera una cuestión colateral, y la investigación de su naturaleza está retrasada en comparación con la investigación de otros desórdenes psiquiátricos.

Hoy la investigación de la pedofilia está en plena ebullición, pero la revisión señala la dificultad de disponer de otros perfiles de pacientes que no sean pederastas condenados y encarcelados; por ejemplo, pedófilos que se abstengan de abusar de menores y que no consuman pornografía infantil. Naturalmente, el objetivo último es evitar el terrible daño que conllevan las agresiones sexuales a niños y niñas, pero este no parece un logro fácilmente asequible. La pedofilia no es curable en el sentido de que pueda cambiarse, aunque hay un debate abierto sobre ello en los círculos científicos, aunque lo justo sería decir que el consenso clínico y científico apunta a la posibilidad de ayudar a las personas con pedofilia a controlar mejor su deseo sexual hacia los menores. Las terapias cognitivo-conductuales buscan elevar el autocontrol y modificar la actitud de los pedófilos hacia los niños y niñas, pero sus resultados son cuestionables. Por otra parte, los tratamientos farmacológicos reducen la libido de los agresores, pero no alteran sus preferencias sexuales. O sea, la castración química tampoco funciona aquí.

El debate está abierto y yo intenté en estas dos semanas dejarles material para el debate. Mientras, mi deseo personal de que no existan mas Yuyús que nos hagan recordar dolorosamente cuan pendiente está la salud mental en una sociedad como la nuestra. Nos vemos la semana que viene para seguir estando DE LA CABEZA.













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