jueves, 8 de octubre de 2020

LA PRIMAVERA LA SANGRE ALTERA

 


Artículo correspondiente a la columna DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 3 de octubre de 2020. Todos los derechos reservados. 


Cuando llega la primavera las "hormonas" entran en ebullición. Se dejan las ropas invernales y el calor artificial de las pieles se remplaza por la estival costumbre de mostrar piel y cuanto más mejor. Si a este condimento le sumamos el pandémico hecho de que se pasó mucho tiempo en casa, y de que las costumbres de relacionamiento se hicieron de maneras diferentes, podemos encontrar que el cerebro, solo o acompañado, busca el contacto físico, la proximidad sexual que otorga el hecho de que la especie humana es una de las pocas que practica el sexo de manera recreativa. Y como siempre digo, lo hace como un premio evolutivo a los deseos de reproducción: la sexualidad coronada por el placer, esa cascada neuroquímica que se da en el cerebro y repercute hasta la última célula del cuerpo. He aquí algunas neurocuriosidades del sexo... en el cerebro.

Aunque es mejor vivirlo de forma espontánea, un estudio del Instituto de Neurociencia Circadiana de la Universidad de Oxford (Reino Unido) afirma que cada edad tiene un momento óptimo para el sexo regido por los ritmos circadianos, es decir, los ritmos que tenemos todos los seres humanos en relación a la luz solar y los ciclos del día y la noche. A los 20 años el pico de energía es mayor a las 15.00 horas. Entre los 30 y los 40, la hora dorada son las 8.00 horas, ya que la luz de la mañana aumenta la testosterona de ambos sexos. De los 40 a los 50, el gran momento es a las 22.30 horas, que es cuando se libera más oxitocina, la hormona del amor y el apego. Entre los 50 y los 60 años la hora ideal es justo antes de irse a dormir, para favorecer así el descanso. Y a partir de los 60 años, las 20.00 horas es el momento propicio para el sexo de los más maduros. 

Otra curiosidad del cerebro se encuentra en cuanto a las películas eróticas. Muchos de nosotros no alcanzan un nivel de excitación sexual al ver escenas eróticas al saberlas actuadas, pero en una gran parte de las personas, diversos estudios coinciden en que este tipo de material audiovisual puede estimular y favorecer la relación de pareja cuando ambos miembros están de acuerdo en disfrutarlo. Y es que cada vez existen más películas eróticas de calidad, en las que no se degrada a la mujer y sí se apuesta por convertirla en un estímulo sexual que favorezca las relaciones íntimas. Además, no olvidemos que la sexualidad que se ve en el porno, que siempre hay que desmitificar, dista mucho de ser algo real. Si lo consumimos, ni los cuerpos, ni las prácticas, ni los tamaños nos tienen que servir como referente, sino como un simple impulsor erótico que potencie nuestro deseo sexual. Un buen plan en pareja es reservar un momento para compartir y dedicar un rato a una sesión de cine erótico: los resultados podrían sorprendernos. 

El sexo es algo que tiene mucha importancia en la vida de muchas personas. Muchos están convencidos de que su práctica es saludable. Aunque es una opción personal, no mantener relaciones sexuales puede perjudicar a nuestra salud. Y estas son algunas de sus consecuencias: mayor estrés y depresión debido a que el sexo libera oxitocina y endorfina, hormonas que reducen los niveles de estrés y generan una sensación de bienestar. Igualmente, disminución de las defensas inmunes, ya que según la Universidad de Pennsylvania, practicar sexo una o dos veces por semana incrementa en un 30% los niveles de inmunoglobulina A, un anticuerpo que impide el desarrollo de virus. Igualmente, los hombres célibes son más propensos a sufrir dificultades en la erección y cáncer de próstata, según el American Journal of Medicine, mientras que en las mujeres, a partir de la menopausia, reducir las relaciones sexuales aumenta la sequedad y puede causar atrofia vaginal. 

Pero muchos alegan que no desean tener sexo porque se sienten muy mal al terminar el acto, lo que se conoce como depresión poscoital.  Según las estadísticas, el 10% de las personas lo sufren, especialmente las mujeres, y puede resultar preocupante cuando ocurre de forma frecuente y no desaparece. ¿Por qué sucede? A nivel biológico, se relaciona con la reactivación de la amígdala (vinculada a la ansiedad y el miedo), que disminuye su actividad durante el coito. Nunca hay que culparse. Esta súbita tristeza no suele tener nada que ver con falta de deseo ni con la insatisfacción, por lo que debe hablarse entre la pareja y, en caso de que se mantenga, acudir a un especialista. 

La primavera la sangre altera. Y el sexo y la sexualidad no son temas de los genitales... son temas absolutamente DE LA CABEZA. Nos leemos el sábado que viene. 

LA RESILIENCIA: LA SALVACION DE LA SALUD MENTAL COVID Y POST COVID

 


Artículo correspondiente a la columna DE LA CABEZA del Diario La Nación de los sábados 12, 19 y 26 de setiembre de 2020. Todos los derechos reservados.

Las crisis sanitarias del coronavirus y la medida de confinamiento en casa son una amenaza para la vida física, pero también lo son para nuestra estabilidad psicológica, social, política y económica. Toda amenaza apela a nuestra capacidad para resolverla, y esto llama directamente al concepto de resiliencia para afrontar al Covid-19. La palabra resiliencia, etimológicamente, viene del latín "resilio" que significa “volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar”. Más que claro, implica volver mentalmente todo lo posible a la sensación previa al causante del desequilibrio emocional, a la aparición del COVID en nuestro caso, no a volver a vivir como antes descuidando las medidas sanitarias ni mucho menos, sino en volver a revivir la sensación que teníamos dentro de la "antigua normalidad", racionalizando el hecho de que esto es lo que nos toca vivir, y que se puede resistir con cambios que, si bien nos sacan de nuestra zona de confort, nos permiten desarrollar mentalmente el microclima para que "nos sintamos bien". Esto transforma la amenaza que sentimos en el cuerpo en un impulso para dar un salto y volver a colocarnos en posición mental y física de "dar batalla". Pero sin ese sentimiento de amenaza no saltaríamos con tanta fuerza, es decir, la resiliencia emerge sólo en condiciones de contacto con el dolor. 

La resiliencia es, entonces, una habilidad a desarrollarse para continuar con una baja susceptibilidad a futuros estresores. ¿Qué hace a nivel cerebral que una persona sea más resiliente que otra? ¿Qué ocurre dentro de algunos individuos para que superen exitosamente el estrés o ciertos traumas? Esas son dos de las preguntas que la ciencia trata de responder para mejorar el proceso de adaptación a la adversidad, el trauma, la tragedia, las amenazas o, incluso, ante fuentes significativas de estrés. A partir de la capacidad resiliente del ser humano se producen respuestas adaptativas frente a situaciones de crisis o de riesgos por la existencia de recursos innatos o adquiridos. Se conocen en la actualidad las bases neurobiológicas y neurobioquímicas que subyacen como fundamentos de los cambios que acompañan a la conducta resiliente. 

Respecto a las bases neurobiológicas, es posible determinar cómo diversas regiones cerebrales están relacionadas con circuitos neuronales que conforman bases estructurales y funcionales de la memoria y la vigilia, los cuales se reactivan de manera autónoma para sustentar los recuerdos. Para esto intervienen la neocorteza cerebral y, a nivel subcortical, el complejo amigdalino, el hipocampo y el locus cerúleo, zonas que regulan los mensajes de alerta y, conectados con la región frontal que maneja la conciencia, las respuestas que damos a esas amenazas. Respecto al punto de vista neuroquímico, participan en la resiliencia sustancias hormonales y neurotransmisoras del eje cerebro-hipotálamo-suprarrenal-gonadal. 

Aparte de estructuras cerebrales, tenemos tambien sustancias neuroquímicas que intervienen en los mecanismos de la resiliencia. Por ejemplo, el cortisol (relacionado con los estados de alerta, vigilia y atención focalizada) atenta contra el comportamiento resiliente cuando se encuentra en concentraciones elevadas, alterando el desarrollo normal, la reproducción y la respuesta inmunológica. La testosterona en el estrés y en situaciones adversas desciende su nivel, lo que provoca disminución de la atención; disminución de la proactividad y de la autoconfianza; pobre asertividad (capacidad de decir las cosas sin herir ni lastimar a otros); estados de ánimo con predominio depresivo; dificultad para ejercer el pensamiento colateral; disfunciones sexuales y poca creatividad. La di-hidro-epi-androsterona (DHEA) tiene la cualidad de inhibir las sobreexpresiones de los glucocorticoides en general, por lo que es proresiliente de forma directa e indirecta, ya que desde el punto de vista hormonal, la DHEA ejerce una acción antiglucocorticoidea y contrarresta los efectos del cortisol. En aquellos individuos con pobre respuesta de DHEA ante el estrés existe mayor riesgo de trastornos psiquiátricos como depresión, trastornos por estrés postraumáticos y trastornos de ansiedad. Sin embargo, se ha demostrado que los altos niveles en la relación DHEA/Cortisol pueden prevenir el trastorno por estrés postraumático. 

Este disbalance en la farmacia neuroquímica del sistema nervioso en las personas poco o no resilientes causa que las mismas padezcan frecuentes e intensos episodios de reactivación de la memoria consciente del momento estresante como pensamientos compulsivos e intrusivos, como ideas locas y desesperadas que le vienen a la cabeza. Esto explica el por que cierta gente se rebela contra las medidas sanitarias de distanciamiento e higiene, o desarrollan el pensamiento autodestructivo inconsciente de "esto está en el ambiente y no tengo nada que hacer, voy a salir a la calle pase lo que pase y si me toca, me toca, mala suerte". En cambio, los sujetos pro-resilientes son capaces de sobreponerse y de superar los momentos de dolor emocional o contratiempos e, incluso, de salir fortalecidos de lo negativo con evidente firmeza de ánimo. 

Estadísticamente se observa con relativa frecuencia que los individuos con mayor capacidad intelectual y volumen de conocimientos tienen mayor poder de procesar las situaciones traumatizantes y de afrontar las agresiones estresantes. Son más resilientes en lo emocional y a nivel celular neuronal. En cualquier situación estresante, según evoluciona en el tiempo, existen alteraciones en el funcionamiento neurobiológico en varias fases. Al inicio hay incertidumbre creciente, aprehensión y un grado de vulnerabilidad a lo que se suma una tensión que va en aumento. En un segundo momento, aparece el miedo, la confusión y la desorganización emocional. En el tercer período, llamado proscritico o crónico, el estrés, el temor, la ofuscación, la labilidad emocional, las actitudes de negación y las crisis emocionales diversas son constantes. Finalmente, en la fase de recuperación, pueden surgir estados depresivos o cambios emocionales más duraderos. Es aquí cuando se habla de "estrés postraumático" con múltiples manifestaciones, ya sea por las conductas adaptativas o de acomodamiento. Por tanto, el fenómeno resiliente consta de una dinámica que atraviesa varios momentos identificables con mayor claridad cuando se analizan acciones de defensa y protección; búsqueda del equilibrio que enfrenta a la tensión; compromiso y arrastre del desafío; la superación; la valoración de lo que significa; la actitud positiva del sujeto; la toma de responsabilidad y de creatividad y la conducta o tratamiento auxiliador para favorecer la resiliencia. Por eso, es importante readaptar el funcionamiento individual y colectivo para volver a la resiliencia (o adquirirla) si hasta el momento no existía.

La Asociación Americana de Psicología citó algunas recomendaciones para construir y fortalecer la resiliencia en todo tiempo, los cuales son más que útiles en tiempos como los que vivimos. La resiliencia ayuda a fortalecerse cuando mejoramos el establecimiento de buenas relaciones con familiares cercanos, amistades y otras personas importantes. Igualmente, el saber a ciencia cierta que no hay obstáculos insuperables y el tratar de mirar más allá del presente pensando que en el futuro las cosas mejorarán, con vacuna o sin ella, pero sí mejorarán. La humanidad ha pasado ya por esto y sin la ayuda de tanta ciencia como la que disponemos ahora. Por eso, no les dé mayor proporción a los problemas de la que tienen, por ejemplo preocupándose por no volver a la "antigua normalidad". El cambio es parte de la vida,

Es posible que como resultado de esta situación adversa no le sea posible alcanzar ciertas metas. Aceptar las circunstancias que no pueden cambiar lo ayudará a enfocarse en otras. El trazarse metas realistas preguntándose acerca de las cosas que puede lograr hoy y que le ayudan a caminar en la dirección hacia la cual quiere ir. Igualmente, el enfrentar los problemas tomando ante situaciones adversas, acciones decisivas, lo cual siempre es mejor que ignorar los problemas y las tensiones, y desear que desaparezcan.  Seguidamente a ello, se debe confiar en uno, cultivando una visión positiva de sí mismo, lo cual puede servir para desarrollar la confianza en su capacidad para resolver problemas y confiar en sus instintos. 

Algunas formas adicionales de fortalecer la resiliencia le podrían ser de ayuda. Por ejemplo, algunas personas escriben sobre sus pensamientos y sentimientos más profundos relacionados con la experiencia traumática u otros eventos estresantes en sus vidas. Todo ello implica lidiar con el dolor emocional, no negarlo o evitarlo, sino poder hacerse cargo de él y transformar una realidad desbastadora en una posibilidad de vida nueva que se sido creada a raíz de él. Una sociedad es resiliente cuando se mantiene unida, cooperando todos para el bien común, cuando se respeta mutuamente y se cohesiona y solidariza. Además, también cuando hay confianza en el liderazgo político. Una sociedad vence su resiliencia cuando la amenaza se hace mayor que sus recursos, aparecen los prejuicios, la discriminación, la culpabilización, el terror y especialmente, la desconfianza. Las situaciones de crisis nos ponen a prueba como especie, y lo van a seguir haciendo, a la naturaleza no la importa lo que es o no justo. La solución para superar la crisis del coronavirus dependerá de todos nosotros. 

Las fuentes principales de resiliencia individual se basan en la satisfacción vital, es decir, el grado en que nuestra experiencia satisface nuestros deseos y necesidades físicas, sociales y psicológicas: trabajo remunerado, participar en la comunidad, la calidad de nuestras relaciones íntimas y la resistencia psicológica individual basada en la auto-regulación y auto-realización. Estas son las cuestiones que cada uno de nosotros tendrá que atender. Y sobre todo, buscar apoyo social: las relaciones en general son una fuente de bienestar, prevención de patologías, y favorecen afrontar experiencias estresantes y traumáticas, no importa que sean por Zoom o Whatsapp, son relaciones igualmente. Por tanto, es muy importante apoyarnos entre todas para generar esta red sanadora, ante el coronavirus y el confinamiento en casa. Hay que protegerse de vivir los sucesos con una culpa irracional. Desarrollar la asertividad que permite pedir ayuda cuando la necesitamos, afirmar los derechos y decir que no. Finalmente, la creatividad y curiosidad ante el mundo permite generar recursos y soluciones frente a la amenaza; junto con el sentido del humor y la ética, que son factores de resiliencia. Finalmente, la capacidad de auto-crítica para analizar mejor las causas y consecuencias de nuestros actos con el fin de mejorar, esto permite transformarnos.

Para finalizar, de más está decirles que el COVID se queda un buen tiempo con nosotros. No temerlo sino respetarlo, aprender a convivir con las medidas sanitarias, buscando la felicidad en las cosas que probablemente olvidamos con la "antigua normalidad" por estar DE LA CABEZA con tantas cosas probablemente nos haya hecho dejar de lado quienes somos. Con la resiliencia volveremos a ser mejor de lo que fuimos. No perdemos nada buscando desarrollarla más. Nos leemos el otro sábado.


EL SINDROME DE JEsSEE PINKMAN

 


Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del diario La Nación del sábado 5 de setiembre de 2020. Todos los derechos reservados.

El amigo tuitero @santiesquivel me regaló en días pasados la recomendación excelente de un hilo (seguidilla de publicaciones sobre un mismo tema) de Twitter de la usuaria española @gloriavg titulado como la columna que les traigo esta semana. Explica mucho de lo que sucede hoy en días pandémicos como los que vivimos. Me tomaré la licencia de copiar textualmente sus tuits latinizando un poco ciertas expresiones para hacerlas mas comprensibles al ojo local. Y después, aunque creo que no haga falta, agregaré algo más de mi análisis personal de esta brillante teoría de esta no menos brillante tuitera. 

(Alerta de spoiler)

"Recuerdan ese capítulo de Breaking Bad, al principio de la serie, en el que Jesse Pinkman tiene que deshacer un cadaver en ácido (no voy a entrar en lo riguroso de “deshacer” un cadaver en un ácido más bien flojito, y no en una base)? Walter, profesor de química, le dice que compre una cubeta de plástico (no recuerdo qué polímero menciona). Jesse primeramente va a hacerlo, pero acaba diciendo algo así como “poliestireno my ass”, y decide hacerlo en una bañera, en su casa. Porque él, a pesar de ser un ignorante en el tema, cree que tiene suficiente conocimiento para poder decidir y opinar. A pesar de no saber absolutamente nada de química y estar ante alguien que sí, a él, su “sentido común” y su “conocimiento” (o más bien, la falta de este) le dicen que el plástico es más endeble que su bañera, y qué tontería gastarse dinero en una cubeta cuando la casa de su abuela tiene una bañera estupenda, así que decide llevarle la contraria. Creo que todos sabemos cómo acaba el capítulo: con la bañera, el ácido y el cadaver en el salón de la casa de Pinkman traspasando el piso superior y por ende el techo de la sala y llegando hasta el sotano. Pues el síndrome de Jesse Pinkman lo tenemos ahora con los conspiranoicos y magos de la ciencia, esa gente que sin tener la más mínima idea, se atreve a opinar. Y hasta cree que su opinión es válida porque desde su ignorancia les parece que “tiene sentido”. - “Cómo me va a proteger una tela de un virus?” - “Enfermo asintomático? Si no tienes síntomas no puedes estar contagiado!” - “Si los científicos se corrigen en algo totalmente nuevo, sobre lo que se dijo hace unas semanas, es porque no tienen ni idea.” - “Si los tests dan falsos negativos y falsos positivos, es porque no sirven”. - “Es perfectamente posible poner un microchip a alguien con una vacuna, a los animales se les implanta con una aguja, así que, por qué no?” - “Si tomo vitamina C y como bien, no hay virus que me entre”. - “No tengo ni idea de la diferencia entre las ondas de mi microondas y el 5G, pero el 5G nos va a matar a todos” -“Como las farmacéuticas son empresas, y como tales, buscan hacer dinero, vamos a tomar una visión radical, y rechazar todo lo que venga de ellas por sistema. Mejor tomar la lavandina o el cloro que vende este señor que es economista y se compró un título falso de una titulación no homologada por 5 millones de guaraníes en una universidad cuyo campus es un baldío en Valle Lorito, seguro que él busca lo mejor para mi y su remedio milagroso lo cura todo”. Si a ellos, sin la más mínima formación en virología, epidemiología o medicina en general, les cuadra...Por qué no? Será una opinión tan respetable como la de los expertos que llevan décadas de estudio e investigación, porque absolutamente todo en esta vida es opinable, verdad? Tranquilos, que son muy inteligentes ustedes. Solo las mentes brillantes descubrirían secretos de estado y conspiraciones de las grandes élites usando Google y YouTube, los tontos somos los demás, desde luego, nosotros, los demás."

Algo que agregar a esta brillante teoría de esta no menos brillante tuitera española? Si. Que el paraguayo está cayendo en este mecanismo de buscar "medicos por la verdad" desde las comodidades de sus teclados en vez de mirar al frente y ver los médicos por la verdadera lucha diaria y silenciosa, a costa de su propia salud y la de sus familias. Y que si están tan seguros, como Jessee Pinkman, de que lo que piensan es correcto, firmen un renunciamiento suyo y de los suyos a las camas de terapia, y si pueden, vayan a ayudar (sin protección, obvio, no sirve para nada según ustedes, solo las antenas y la vacuna transmiten el virus) a los hospitales de punta o al menos, a los consultorios ya saturados de pacientes tosiendo mentiras y con falta ficticia de oxígeno por invento del nuevo orden mundial. Totalmente DE LA CABEZA. Nos leemos el sábado que viene.


LA MUSICA EN EL CEREBRO DE LOS NIÑOS

 


Articulo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 27 de agosto de 2020. Todos los derechos reservados.

Todos sabemos que, cuando nacemos, tenemos ya el mismo número de neuronas que tendremos cuando seamos adultos (de no mediar enfermedades o condiciones anormales que nos hagan perderlas). Pero estas aún no están conectadas, y el proceso de interconexión entre las mismas es lo que se viene a continuación. Este proceso es el que hace que el cerebro del niño crezca tan rápidamente durante los primeros meses de vida. De hecho: a los 6 meses el cerebro pesa el doble de lo que pesa al nacimiento (350 gramos al nacer, 700 gramos a los 6 meses), a los 14 meses pesa ya 900 gramos, a los 18 meses alcanza el 80% del peso definitivo en el adulto (1.100 gramos a los 18 meses y 1.400/1.500 gramos en la adultez) y a los 5 años ya tiene el 90% (1.250 gramos) del peso definitivo. A los 7 años de edad, cuando el cerebro del niño pesa y mide casi como el de un adulto, en los lóbulos frontales hay un 40% más de sinapsis (conexiones entre neuronas) que en la vida adulta. Esto sucede en todo el cerebro, y estas sinapsis se van retrayendo hasta los niveles del adulto, alcanzando el cerebro entre los 4 y 7 años de vida, el mayor número de conexiones entre las neuronas. Esto implica que el cerebro crece durante los dos primeros años de vida, a una velocidad impresionante por minuto, no debido a la multiplicación neuronal, sino a que la estructura se organiza gradualmente para llegar a su máximo nivel de complejidad.  

El cerebro de un niño está más densamente conectado que el de sus mismos padres, y utiliza más energía. Acordáte de eso cuando veas a un niño con su inagotable energía: en su cabecita tiene una central eléctrica con 50% más de energía que en la tuya. El cerebro queda totalmente interconectado a los 20 años de edad y la actividad cerebral alcanza el nivel adulto. Hablé mucho de esto en mi libro CEREBRA LA VIDA, pero vuelvo a citar un experimento diferente con resultados interesantes, sobre todo para los padres de niños pequeños: la música acelera el desarrollo de la corteza cerebral de los pequeños, además de tener un efecto positivo sobre la memoria y la atención de los mismos, facilitando el aprendizaje de la lectura, escritura y matemáticas, la capacidad de ubicarse en un entorno y el coeficiente intelectual. 

 La revista Brain recoge este experimento hecho por la Universidad Mc Master de Canadá que siguieron por dos años a dos grupos de niños: el primero recibió enseñanzas musicales con el método Suzuki mientras que el segundo grupo no recibió ninguna (el método Suzuki es un método ideado por un violinista, filósofo y pedagogo japonés, y permite a los niños, aún los más pequeños, aprender música y tocar un instrumento). Los resultados de pruebas de memoria, de rítmicos, armónicos y melódicos musicales, y de cálculo, demostraron que los niños que siguieron el método Suzuki mostraron mayor sensibilidad a la melodía emanada de un instrumento como el violín, señal directa de mayor maduración del córtex cerebral. 

Conclusión: señores padres, si quieren hijos DE LA CABEZA, adelante con la música…!!!


EL CEREBRO INTESTINAL



Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 22 de agosto de 2020. Todos los derechos reservados. 


Muchos habrán oído aquello de que en el abdomen se encuentra nuestro segundo cerebro. Algo de eso hay. De hecho, cientos de millones de neuronas forman el sistema nervioso intestinal conocido en la jerga neurocientífica como sistema nervioso entérico. Es la colección de neuronas más grande fuera del propio cerebro, superando incluso (aunque no lo crean) a la cantidad de neuronas existentes en la propia médula espinal. Siguen órdenes muy estrictas: efectuar los procesos que regulen la digestión, descansar en los periodos entre alimentos y, mientras dormimos, el ejecutar los movimientos que llevan los elementos digeridos hacia su zona de salida, lo que conocemos como peristaltismo. 

Si bien no están reguladas por la voluntad (ya que pertenecen al sistema nervioso autónomo, el que funciona sin necesidad de intervención consciente del cerebro), tienen mucha similitud en su funcionamiento al propio sistema nervioso central. Existen tres tipos diferentes de células nerviosas en el aparato digestivo: células sensitivas que registran los estímulos sensoriales que entran, las interneuronas que actúan como estaciones de relevo del estímulo, y las motoneuronas que son las células motoras que movilizan la musculatura visceral. De todas las fibras que conectan el cerebro con el aparato intestinal, un 90% aproximadamente son aferentes, es decir, llevan información hacia el cerebro. Si bien esta información es absolutamente subconsciente así como la actividad es automática e involuntaria, tanta información entrante al sistema nervioso central produce un cierto "ruido" de fondo emocional que se refleja en un estado de ánimo positivo o negativo, y es por eso que surgen las sensaciones viscerales que tan bien describimos en ciertas situaciones: el "cosquilleo en la panza" cuando nos enamoramos, la acidez estomacal cuando estamos nerviosos, las ganas de ir al baño cuando estamos en un momento clave de estrés, o el nudo en el estómago que se nos forma cuando nos ponemos nerviosos. Y si bien, aproximadamente solo un 10% de las fibras nerviosas son eferentes, es decir, llevan impulsos desde el cerebro hacia el sistema intestinal (el cual puede funcionar perfectamente sin estos estímulos), son suficientes para que los estados de ánimo influyan en la digestión, como sucede en los trastornos de estrés postraumático o emociones intensas que pueden por ello provocar náuseas, vómitos, diarrea y dolores o espasmos abdominales. 

Los trastornos de ansiedad y la depresión alteran de manera notable el ritmo de la digestión. Las personas con depresión tienden al estreñimiento y los que tienen angustia crónica a la diarrea. De hecho, las personas que comen con tensión distienden menos su estómago en comparación de las que comen relajadas, lo cual da a estas últimas una sensación de saciedad más temprana, y resultando que así comen menos. Este mecanismo de estrés durante la ingesta puede desarrollar en las personas una especie de "neurosis gástrica" en estas personas que se ponen nerviosas mientras comen, haciendo que el estómago se olvide de relajarse. 

Otros hallazgos además de la fluida comunicación entre cerebro e intestinos son los que hacen a la influencia que las bacterias que existen en el intestino hacen al estado general de las personas. Lo que conocemos como flora intestinal influye decididamente en el estado de ánimo, y esta flora es tan personal a cada individuo como puede serlo la huella digital. Se sabe que estas bacterias pueden potenciar la liberacion de PCR (proteína C reactiva) que actúan directamente sobre el neurotransmisor de la felicidad, la serotonina, disminuyendo sus niveles, lo cual explica el por qué los pacientes con enfermedades intestinales inflamatorias se hallan deprimidos durante estas fases. Es por eso que se preconiza el consumo de los llamados alimentos probióticos, es decir, los que favorecen la proliferación de la flora intestinal "buena", no parásita ni dañina. Los lactobacillus y las bifidobacterias promueven una buena función intestinal disminuyendo la inflamación y mejorando la respuesta general al estrés y al estado de ánimo del paciente.

Que loco, no? Que en el intestino también estemos DE LA CABEZA. Nos leemos el otro sábado...!!!



LOS NIÑOS DE AHORA... SON MAS INTELIGENTES QUE NOSOTROS A SU EDAD?

 


Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del diario La Nación correspondiente al sábado 15 de agosto de 2020. Todos los derechos reservados.


La respuesta es SI. Y eso se llama "Efecto Flynn", que no es otra cosa que el incremento del coeficiente intelectual de una generación a la siguiente. Como ejemplo tomemos lo que siempre, en mis clases de Neurodidáctica, pongo como referencia: cuánto le tomo a usted entender que debía hacer un deslizamiento de sus dedos sobre la pantalla para pasar de una fotografía a otra en su celular, o que debía hacer un movimiento de acercamiento o alejamiento de sus dedos índice y pulgar entre si para achicar o agrandar una imagen? A mi me tomo bastante tiempo, y eso que me considero siempre apegado al mundo de la tecnología, pero a mis mellizos de 5 años les tomó en su momento (alrededor de los 2 años) un suspiro. Como si "vinieran con el chip incorporado" para esos movimientos. Entonces, qué sucede?

Si vemos que esto aparece tal y como les digo, entonces tendríamos que esperar que los llamados "test de inteligencia" tomados a los niños y jóvenes de hoy en día "estallen" de genialidad... y esto se produce a razón de 5% de incremento promedio en cada generación. Por qué sucede esto? Podría ser realmente que los niños de ahora son más inteligentes que lo que lo fueron sus padres a su edad, o realmente que los test de coeficiente intelectual no constituyen en realidad una buena manera de medir la inteligencia. Esto realmente ha arrojado una verdadera crisis en la ciencia y sobre todo en la educación. Seguimos con los mismos paradigmas educativos y, sobre todo, evaluativos? O qúe hacemos? 

Los test que encontraron grandes variables de generación en generación son los que miden la inteligencia lógica, mientras que los que evalúan la calidad del vocabulario y la aritmética básica han permanecido casi iguales. Y eso sucede porque las nuevas generaciones ya piensan sobre lo abstracto de manera automática, mientras que las leyes numéricas básicas siguen siendo constantes y la comunicación sigue siendo verbal desde siempre, aunque probablemente veamos "el salto" en la siguiente generación, que heredará a los adultos de dentro de 30 años que hoy se comunican por Whatsapp, videos o audios. La razón del aumento del coeficiente en cuanto a la medida del pensamiento abstracto es que los hijos de nuestra generación ya vieron sus dudas reflejadas por los ojos de la ciencia, a la cual tienen acceso (mal o bien) a través de sus celulares (Google, Youtube, Wikipedia) o de la televisión (documentales, canales específicos), lo cual libera por completo a la lógica de lo concreto para, de esta manera, analizar lo abstracto, así como que les ayuda a ver el mundo como algo que clasificar y no necesariamente que utilizar. 

Ahora, si los valores de los coeficientes intelectuales de nuestros padres son entre 9 y 15% más "lerdos" que nosotros, y que los de nuestros hijos son entre 9 y 15% mayores a los nuestros... son nuestros padres "más burritos" y nuestros hijos "más nerds"? La respuesta no puede ser exacta porque la pregunta es incorrecta, ya que juzgamos la inteligencia a "todo o nada", sin considerar, por ejemplo, que los últimos 30 años han sido de un progreso comunicacional y tecnológico nunca antes visto, y eso decididamente influye mucho en la "inteligencia" como la conocemos. Y eso lo podemos notar con este ejemplo: si bien los niños de hoy pueden leer literatura más compleja a edad más temprana, no significa que la puedan aprovechar o incluso disfrutar como lo hace un adulto. Entonces, no medimos solo la lectura temprana sino la capacidad de análisis y aprovechamiento del conocimiento adquirido. Esa si es la real inteligencia.

Por último, es de notar que los aumentos del coeficiente intelectual en el marco del Efecto Flynn no han vacunado a la gente contra la charlatanería como la hoja de mamón contra el dengue o la creolina contra el Covid. Por eso, el aumento de la inteligencia no se mide realmente con coeficientes por test, sino en la aplicabilidad que se pueda dar a esa inteligencia en la vida diaria. O sea, su "usabilidad". Pero eso es motivo de otra columna semanal. Nos leemos la semana que viene para seguir DE LA CABEZA?


Neurociencias del deporte: el secreto cerebral del ganador




Artículo correspondiente a la columna DE LA CABEZA del diario La Nación del sábado 8 de agosto de 2020. Todos los derechos reservados.

El mundo del deporte está jalonado de historias de esfuerzos casi sobrehumanos, de sacrificios físicamente dolorosos e incluso, de riesgos para la propia vida del deportista en muchos casos. El olvido o el bloqueo del sentido natural de auto conservación en pos de obtener un premio o un logro individual o colectivo en el deporte ha teñido de gloria las páginas de las crónicas y la historia de cada uno de los deportes reconocidos como tales. Pero, por qué el ser humano ignora el básico instinto de supervivencia para conseguir un premio aparentemente no comparable con el riesgo vital que representa conseguirlo? Los psicólogos responden a esta pregunta con cuatro respuestas posibles: encontrarse ante un desafío sumamente difícil, decidir enfrentarlo, confiar en la propia capacidad para superarlo, y arremeter contra el mismo sin importar lo que pase. 

Pero... cómo se consigue rendir al máximo en el deporte? Qué factor o factores diferencian al cerebro del deportista ganador del cerebro promedio? Juegan las emociones un papel determinante en la búsqueda de la gloria en el deporte? La respuesta es que estas personas nacen invariablemente con tres factores: aptitud, obsesión emocional por el desafío planteado y el desarrollo de un marcado aprendizaje inteligente forjado a partir de la experiencia, el perder para poder ganar. El talento del deportista se basa en una especial aptitud cinestésico-propioceptiva, es decir, la capacidad de coordinar inconscientemente los movimientos de las distintas partes del cuerpo cuando se perciben las señales que llegan desde los receptores nerviosos profundos situados en tendones, músculos y articulaciones. Con estos estímulos, se pueden (en los casos de los deportistas muy entrenados) diferenciar los estímulos corporales y extracorporales, y además, iniciar las secuencias de movimiento de manera automática. El resultado: la combinación en el terreno de cualquier deporte de velocidad, coordinación, fuerza, agilidad y resistencia. Y decir esto, cerrando los ojos, es pensar indefectiblemente en un Lio Messi, un Ayrton Senna, un Roger Federer o una Nadia Comaneci. 

Con estos ejemplos citados, nos damos cuenta que no solo importa la aptitud física, sino que también importa la psiquis, lo que motiva y mueve, las emociones. En el deporte de alto rendimiento importan los mismos factores que mueven al cerebro para la supervivencia básica: la auto conservación y la de la especie. Y si bien dije que muchos de ellos ignoran su alerta de "no dañarse a uno mismo" en el esfuerzo extremo por conseguir la gloria deportiva ("no pain, no gain", no hay victoria sin dolor), sin embargo el sentimiento de conservación ignora esa posibilidad en el esfuerzo por ser el mejor en lo que se hace, desarrollando las aptitudes sociales dentro del mismo grupo de entrenamiento, y enfrentándose conscientemente a peligros y superándolos. Se suman a estos factores, la aparición de emociones negativas que también suman en la motivación final: enojo, frustración, rabia, miedo unido al estrés, decepción, preocupación, tristeza y vergüenza. Y a estas emociones negativas les hacen contrapeso las positivas: alegría, orgullo y sorpresa. 

Por último, el rendimiento deportivo depende también de la resistencia y el trabajo coordinado de todo el organismo. Los entrenamientos de larga duración combinan ambas características hasta tener los resultados óptimos. Los deportistas alcanzan su mayor grado de rendimiento entre los 18 y 30 años de edad, luego de 12 a 15 años de duro entrenamiento. El momento preciso depende de cada disciplina. Pero este entrenamiento no solo es "muscular" sino también psicológico. Y esto contempla tres tipos de entrenamiento: el habla interior (donde el deportista emite en silencio las órdenes para ser ejecutadas), la visualización interior (verse a sí mismo ejecutando el ejercicio una y otra vez) y el entrenamiento ideomotor (no solo verse realizando el ejercicio, sino sintiéndolo como si de verdad lo realizara con sensaciones subjetivas rítmicas y cinestésicas). 

Los ganadores, en síntesis, tienen un denominador común: no solo entrenan físicamente, sino que también están DE LA CABEZA. Nos leemos el sábado que viene.


DENTRO LA MENTE DEL PEDÓFILO




Publicacion correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nacion de los sabados 25 de julio y 1 de agosto de 2020. Todos los derechos reservados.

Conmocionados no se si es el adjetivo que nos aplica a los paraguayos que venimos siguiendo preocupados y azorados el caso de la bella y tierna Yuyu, la niña inocente a quien conocimos por fotos mientras jugaba con sus ovejas y que desapareció como por arte de magia de la noche a la mañana hace ya unos meses. Hasta que la revelación de hace dos días respecto a lo hallado en el celular de su padrastro nos dejó conmocionados, asustados, asombrados y hasta asqueados por lo encontrado allí. Confieso que inicialmente, mi columna semanal iba a hablar de otros temas en el cerebro, pero dada la pregunta de uno de mis contactos en Twitter respecto a este tema, me vi en la urgente obligación de reescribirla para así poder intentar desentrañar junto a ustedes qué en realidad es lo que sucede en la mente de personas así. Y también aclarando que de ninguna manera pretendo hacer un juicio sobre la inocencia o culpabilidad del padrastro o madre en este caso. Simplemente, tomo la situación de cosas al día de hoy como hilo conductor para intentar desentrañar este cáncer de nuestra sociedad: la pederastia, la pedofilia y la pornografía infantil.

Lamento inicialmente comentarles que, según los estudios revisados, uno de cada 20 hombres tiene alguna fantasía sexual con niños o niñas, cifra que parece espeluznante pero es real. Igualmente .si hablamos estrictamente de pedofilia, a la cual definiremos como la preferencia sexual por niños o niñas, la cifra aún llega como mínimo a un preocupante del 1%, según la misma revisión hecha en la literatura médica disponible. Casos como el que nos ocupa, elevan a los titulares la lacra de los abusos sexuales a menores, del tráfico de sus imágenes y de otras posibilidades que, de solo imaginárnoslas, se nos eriza la piel. Pero según los expertos, lo realmente preocupante es que la mayoría de los casos nunca salen a la luz. Y es que, si escalamos ese 1% a la población general, a las dimensiones de cualquier shopping en tiempos no pandémicos un sábado, o al volumen de público que llena un estadio de fútbol un domingo cualquiera, nos topamos con la alarmante realidad de que la pedofilia está mucho más presente a nuestro alrededor de lo que tal vez sospecharíamos.


Pero los expertos advierten algo bien claramente: ni todos los pedófilos abusan de menores, ni todos los que abusan de menores son pedófilos. Lo segundo parece tener una explicación sencilla: se calcula que una de cada dos agresiones sexuales a niños o niñas se produce por parte de personas con otras alteraciones mentales o con rasgos de conducta antisocial o abusiva. En cuanto a lo primero, y según la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (conocido por todos los que hacemos salud y neurociencias como DSM-5), existe el llamado desorden pedófilo cuando la persona siente un interés sexual por niños o niñas que le provoca malestar o dificultades de relación con el resto del entorno, o que le lleva a cometer agresiones o a consumir pornografía infantil. Si la persona es capaz de controlar su impulso y se limita a fantasear, se habla de preferencia sexual pedófila. La distinción es importante, porque si bien el pedófilo no elige serlo ni tiene culpa de ello, esto no le exime de la responsabilidad legal de sus actos. El DSM-5 ha sacado de la lista de trastornos las parafilias como el fetichismo o el sadomasoquismo cuando no ocasionan desazón ni daño y se practican con mutuo consentimiento (y sobre los cuales prometo hablarles en otro sábado). Pero en el caso de la pedofilia, no hay consentimiento posible. No existe el delito sobre el pensamiento, y con ese pensamiento vemos que a la persona con preferencia sexual pedófila no le queda otra opción que limitarse a su propia fantasía.

Pero ¿realmente no eligen serlo? Existe la idea popular de que el pedófilo, normalmente un hombre, desarrolla esta inclinación como consecuencia de un trauma debido a los abusos sexuales sufridos por él mismo en su infancia. Y aunque éste pueda ser un factor en ciertos casos, su lógica se cae con un sencillo razonamiento: la mayoría de las víctimas son niñas, mientras que la mayoría de los abusadores son hombres, y si el condicionamiento fuera la única teoría lógica para explicar la causa de la pedofilia, lo razonable sería que hubiera más mujeres pedófilas de las que clínicamente se observan. Y aunque una media del 15% de los abusos son perpetrados por mujeres, algunos estudios apuntan que en estos casos suele haber otras circunstancias, como un desorden mental adicional o la intervención de un cómplice masculino. Entonces, sigue quedando la duda sobre si la pedofilia, como actualmente se define, realmente existe en mujeres. Y también saber qué son? Se hallan padeciendo algún trauma? Han elegido serlo o vinieron determinados "de fábrica" con una "falla" en su evolución mental?

Frente a la hipótesis del trauma, muchos expertos hoy se decantan por la idea de que el pedófilo viene al mundo casi programado para serlo. Hay como una predisposición a ella, es algo con lo que la gente nace pero esto no implica que la pedofilia se herede de padres a hijos. Hay indicios de factores prenatales que podrían consistir en influencias hormonales durante el desarrollo uterino que tal vez provoquen cambios epigenéticos, que son modificaciones químicas del ADN que no alteran el código genético y que pueden deberse al ambient. Se han descubierto correlaciones con otros rasgos como la zurdera (de la cual hablábamos hace unas semanas), la estatura corta y el bajo nivel intelectual dentro de los cambios relacionados a la pedofilia, pero lo que parece claro es que aparece con la pubertad, en la misma época en que aparece la atracción por el sexo opuesto o por el propio.

La existencia de factores biológicos sugiere que tal vez la pedofilia pueda observarse en el cerebro, y los investigadores trabajan para encontrar estas posibles firmas cerebrales del trastorno. Actualmente se contemplan tres hipótesis sobre la sede cerebral de la pedofilia: solamente el lóbulo frontal, responsable de tirar de las riendas de los impulsos sexuales; solamente el lóbulo temporal, que podría dirigir la atracción por los niños y el desarrollo de una hipersexualidad; o ambos al mismo tiempo. Una región del lóbulo temporal, la amígdala derecha, parece mostrar un tamaño reducido en comparación con los controles en varios estudios. Sin embargo, los estudios de neuroimágenes sobre la pedofilia aún están en fases iniciales y son muy poco concluyentes aún.. De hecho, es de destacar que tradicionalmente la ciencia ha relegado la atracción sexual por niños y niñas a un segundo plano; ni siquiera se definió formalmente como trastorno hasta finales del siglo XIX, ya que a menudo se considera una cuestión colateral, y la investigación de su naturaleza está retrasada en comparación con la investigación de otros desórdenes psiquiátricos.

Hoy la investigación de la pedofilia está en plena ebullición, pero la revisión señala la dificultad de disponer de otros perfiles de pacientes que no sean pederastas condenados y encarcelados; por ejemplo, pedófilos que se abstengan de abusar de menores y que no consuman pornografía infantil. Naturalmente, el objetivo último es evitar el terrible daño que conllevan las agresiones sexuales a niños y niñas, pero este no parece un logro fácilmente asequible. La pedofilia no es curable en el sentido de que pueda cambiarse, aunque hay un debate abierto sobre ello en los círculos científicos, aunque lo justo sería decir que el consenso clínico y científico apunta a la posibilidad de ayudar a las personas con pedofilia a controlar mejor su deseo sexual hacia los menores. Las terapias cognitivo-conductuales buscan elevar el autocontrol y modificar la actitud de los pedófilos hacia los niños y niñas, pero sus resultados son cuestionables. Por otra parte, los tratamientos farmacológicos reducen la libido de los agresores, pero no alteran sus preferencias sexuales. O sea, la castración química tampoco funciona aquí.

El debate está abierto y yo intenté en estas dos semanas dejarles material para el debate. Mientras, mi deseo personal de que no existan mas Yuyús que nos hagan recordar dolorosamente cuan pendiente está la salud mental en una sociedad como la nuestra. Nos vemos la semana que viene para seguir estando DE LA CABEZA.













LO QUE SUCEDE EN EL CEREBRO CUANDO DAMOS UNA BUENA CLASE

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