jueves, 17 de noviembre de 2022

EL CEREBRO Y LA ANSIEDAD

 

Artículo correspondiente a la columna dominical DE LA CABEZA del Diario La Nación del domingo 20 de noviembre de 2022. Todos los derechos reservados.

Desde el vamos tengo que aclararles que no estamos hablando de la misma cosa cuando decimos ansiedad y cuando nos referimos al miedo. Este último es una reacción a peligros externos, es la respuesta a un fenómeno real que desencadena una cascada de síntomas fisiológicos como podrían ser la taquicardia, el temblor o la sensación de ahogo. A diferencia del miedo, la ansiedad es una respuesta compleja que necesita la participación de los lóbulos frontales, que son órganos ejecutivos que procesan la información a un nivel superior. Todo lo sucedido durante, por ejemplo, un evento traumático, se ha grabado detalladamente en nuestra memoria (hipocampo). El cerebro empieza a escanear nuestro entorno de manera constante (vigilancia). Si vemos algo que nos recuerda a lo que nos amenazara y que está "grabado a fuego" en nuestra memoria, este estimulo es clasificado como “peligroso” y el cerebro paraliza otras actividades y se concentrará en este estimulo, dicendo: “ALTO. Todo lo demás puede esperar, nuestra seguridad está en peligro, vamos a analizar esto con detalle.” Adicionalmente, los lóbulos, frontales con su capacidad de hacer proyecciones de futuro, de originar pensamiento abstracto y de hacer generalizaciones, puede empezar a hacerse preguntas en proyección de futuro, con proyección a otras personas (como nuestros afectos), a referencias geográficas o de lugares: los lóbulos frontales, entonces, están presentando hipótesis. Estas no están basadas en la realidad, son proyecciones de futuro o generalizaciones. No son peligros reales, son posibilidades abstractas que el cerebro evolucionado nos ofrece para poder defendernos. 

Este fenómeno es el que definimos como ansiedad. La preocupación no es real, ni es externa, si no una creación de nuestro propio cerebro. Y esta ansiedad no siempre es mala. La evolución ha puesto esta capacidad a nuestro servicio para que podamos defendernos mejor de los peligros externos. El problema es que, cuando nuestras redes cerebrales no están bien reguladas, este mecanismo de defensa de nuestro cuerpo puede convertirse en una patología. ¿Qué ocurre cuando estas áreas no están bien reguladas? Ante hechos que causen impresión, por ejemplo, se pueden estimular los lóbulos frontales de modo exagerado (hipersensibilización) y de manera permanente, a fin que el escaneo del entorno, la búsqueda de peligros, las generalizaciones se hacen constantes. El circuito esta tan activado que no puede parar. En este caso, la ansiedad, la preocupación y la tensión nos llevan a un estado patológico. Este circuito, trabajando a una velocidad y frecuencia tan elevadas, puede llevarnos a hacer generalizaciones y racionalizaciones de nuestro entorno que están totalmente distorsionadas de tal manera que vivir en la sociedad puede ser interpretado como estar permanentemente viviendo en la jungla. En este estado, no podemos relajarnos, nos costará dormir y nos despertaremos frecuentemente. Todo ello es señal de la hiperactivación y desregulación de estas redes neuronales. 

¿Cuáles son las áreas cerebrales que se activan con la ansiedad y el miedo? El cerebro tiene la capacidad de poner en marcha hasta un total de 21 áreas cerebrales distintas y todas ellas trabajando en redes. En primer lugar está la Amígdala que es el órgano ejecutivo de la ansiedad y el miedo, es muy rápida y automática,  analiza todos los estímulos que podrían ser causa de peligro y envía la señal de alarma inicial y su conexión con la Sustancia Gris PeriAcueductal (SGPA) provoca una sensación de miedo intensa, alerta, huida y paralización. Por su parte, el sistema Noradrenérgico Ascendente inicia la vigilancia constante y la atención selectiva al peligro. En este circuito se encuentran núcleos como el Sistema de Activación Reticular (SAR) que forma parte de nuestro sistema de activación, excitación y vigilia, nos mantiene atentos, concentrados y focalizados. y el Locus coeruleus, que es el principal núcleo productor de noradrenalina, el neurotransmisor que utiliza el Sistema Nervioso Simpático y que forma parte de las reacciones de pánico y estrés. Paralelamente la amígdala envía señales al hipotálamo que regulan las emociones y el miedo y aumentan el ritmo cardiaco, la respiración, tensión muscular, necesarios por si tenemos que huir o luchar, poniendo en marcha el eje hipotálamo-Hipófisis-Adrenal y dando como resultados la producción y secreción de cortisol, la hormona del estrés. 

Por su parte, los lóbulos frontales son los órganos ejecutivos del cerebro, procesan la información a un nivel superior. Dan órdenes de cómo se debe organizar y ejecutar una acción. Un rol importante es el de análisis de estímulos y situaciones complejas. Tiene diferentes roles en el control de las emociones y los estados de ánimo El córtex prefrontal tiene comunicación directa con la amígdala y a través de esta interacción, la potencia o la inhibe. Esto hace que, por ejemplo, no nos asustemos y salgamos corriendo del cine o del sofá de nuestras casas cuando vemos una pelicula de terror porque el frontal "sabe" que es una fantasía recreada, mientras que si estamos en una calle oscura y oímos el sonido de una motocicleta, el frontal preparará todo para una huida ante el riesgo de "motochorros", es decir, peligro real. Finalmente me toca hablar del hipocampo, un núcleo esencial para la formación y consolidación de la memoria y es necesario para la activación de alarma. Cuando nuestros sentidos detectan señales que pueden significar peligro, el hipocampo hace un repaso de los archivos de memoria, si el resultado es positivo, pone en marcha los mecanismos de alerta.

Entonces: ¿qué es la ansiedad? Es simplemente la hiperactivación permanente y sin descanso de los circuitos de alerta del cerebro, que pueden o no tener motivo. La regulación de estos mecanismos (por medios farmacológicos, psicoterápicos, etc.) es un arte que manejan quienes conocen en profundidad el funcionamiento de estos centros. No solo se trata de dar un sedante, un hipnótico o una benzodiacepina: el paciente es más que una pastilla: es realmente solucionarle el problema que puede ser multifactorial. Es lo que nos tiene DE LA CABEZA lo que termina por controlarnos, siendo que en realidad debemos controlarlo nosotros. Así que, si te sirvió, se agradece tu comentario y tu sugerencia para temas a tratar en esta columna. Nos leemos en una semana. 

jueves, 10 de noviembre de 2022

LAS NEURONAS JENNIFER ANISTON: ¿MEMORIA O INTELIGENCIA?

 

Artículo correspondiente a la columna dominical DE LA CABEZA del Diario La Nación del domingo 13 de noviembre de 2022. Todos los derechos reservados.

Muchas veces elogiamos a quien tiene buena memoria catalogándolo de inteligente por demás. De hecho, y es una de mis críticas más ácidas al sistema (será por eso que nunca el Ministerio de Educación me invita a dar charlas al respecto) es que todo el aparato educativo está hecho por unos pocos burócratas encerrados en una sala con aire acondicionado, internet de dudosa velocidad y de seguro sin ventanas para mirar al exterior, copiando y pegando títulos de libros o programas foráneos sin ocuparse ni preocuparse del objetivo crucial y fundamental: el del aprendizaje. Y utilizando como camino el premio a la memoria: es histórico (todos lo sabemos, lo hemos sufrido) que las mejores calificaciones no van al que más sabe sino al que mejor memoriza, ya que los exámenes y pruebas están hechas para premiar la memoria y no el conocimiento, el esquema y no la creatividad. 

Dice Rodrigo Quiroga, un neurocientífico argentino descubridor de una célula cerebral llamada "neurona Jennifer Aniston" por él mismo (son esas neuronas encargadas de formar conceptos abstractos basados en estímulos específicos... siendo más prácticos: las neuronas que hacen posible en gran medida el pensamiento creativo sirviendo de puente entre la percepción y la formación de memorias) que memoria y aprendizaje no son lo mismo. Ya el filósofo Bertrand Russel afirmaba que "una generación que no soporta el aburrimiento será una generación de escaso valor”. Sin embargo, este aburrimiento tan infravalorado es de suma importancia para esa chispa que siempre ha movido al mundo: la creatividad. No es divertido estar aburrido y no es agradable no tener nada que hacer, pero sin esos momentos no se producen los grandes cambios en nuestra vida, así como tampoco surgen las grandes ideas. La creatividad más arriesgada o las decisiones más importantes que tomamos surgen muchas veces al mirar las nubes o el paisaje; es decir, al dejar que el flujo de pensamiento lleve inconscientemente a cosas que son importantes, pero que nunca nos plantearíamos conscientemente. Está bien entregarse a esa especie de deriva, ver qué pasa… Lo que es una picardía es acatar siempre una rutina que no deje espacio a esos momentos de “no pensar en nada”. 

No es fácil, sin embargo, no atender nada, ya que nos distraen tantos estímulos que, simplemente, hacen que la atención sea una proeza. Distinguir lo esencial es algo que aún no le hemos podido enseñar a un computador. Entre otras cosas, porque es algo subjetivo. Hay quien asegura que delegamos demasiado a la tecnología, sobre todo en cuestiones de memoria. “No guardes nunca en la cabeza aquello que te quepa en un bolsillo”, decía Albert Einstein. ¿Qué cosas o qué datos son importantes retener? Es decir, ¿saber quién fue Roa Bastos es más necesario que conocer la capital de Kenia? La tecnología es un arma de doble filo. Pero eso es la misma pregunta que se hacían los griegos con la escritura: ellos pensaron en la posibilidad de que, al escribir las cosas, la memoria comenzase a fallar, no olvidemos que ellos, por ejemplo, en el Senado hablaban de memoria. Hay una leyenda al respecto que recoge Platón en Fedro: cuando el dios Teut, inventor de la escritura, le presenta su creación al rey Tamus, este desconfía de la escritura precisamente porque, a su juicio, cree que socavará la memoria. Ahora sabemos que no es así. La tecnología depende del uso que hagamos de ella, y es útil. No parece bueno estar todo el día buscando datos en internet, sino que solo hacerlo para buscar determinada información, pero después hay que procesarla por uno mismo, sin ayuda de tecnología alguna. Hay cosas que sí podemos delegar en la tecnología y merece la pena hacerlo. Por ejemplo, yo no quiero tener en mi cabeza todas las reuniones de hoy: eso lo delego a mi agenda en el teléfono, que me avisará de ellas en el momento adecuado. 

Entonces ¿qué características tiene una persona inteligente? La definición de inteligencia puede ser muy vaga, incluso imprecisa, pero si es cierto que tendemos a confundir inteligencia con capacidad de memoria, y la memoria no nos hace inteligentes, eso es categórico. No todo es memoria, pero la necesitamos para poder hacer asociaciones que tengan sentido entre hechos dispares. El ejemplo es Newton, que relacionó el hecho de que la Luna no se cayese y que la manzana sí y llegó a la conclusión de que respondían al mismo principio: la gravedad. Entonces, relacionando la memoria con la inteligencia, traemos a las citadas neuronas Jennifer Aniston. Estas neuronas están en un área de la memoria lo cual implica que la clave para la formación de la memoria son las representaciones de conceptos, lo que tiene sentido considerando el hecho de que tendemos a recordar conceptos y asociaciones sobre conceptos y a olvidar detalles. Que las neuronas en nuestro cerebro codifiquen conceptos es esencial, porque esa es la manera en que recordamos cosas: tendemos a acordarnos de las ideas generales de lo que ocurrió en alguna situación, siendo el resto una construcción. Usamos el sentido común para rellenar información, pero no recordamos los detalles y, de hecho, no los queremos recordar: nos llevaría demasiados recursos; preferimos usar el cerebro para reconstruir situaciones. El cerebro no busca tanto recordar como entender: ustedes no se querrán acordar palabra por palabra de esta columna, sino realmente entender lo que les cuento hoy. Este proceso involucra literalmente no recordar. 

Hablar de esto es también definir conceptos como la abstracción. Esta es muy humana y antiintuitiva, ya que implica dejar de lado detalles. A veces la inteligencia es no recordar cosas. Siempre digo en mis charlas que el saber sí ocupa lugar. Les recomiendo leer el hermoso y neurocientíficamente rico cuento de Borges llamado "Funes, el memorioso", que nos habla de un tipo que, al recordar cada detalle de lo vivido, no puede pensar: no tiene espacio para ello, está abarrotado de detalles. La capacidad de abstraer, de extraer información importante y dejar de lado al resto está ligada a nuestra inteligencia, y ahí es donde entran en acción las "neuronas Jennifer Aniston": porque recordamos en término de abstracciones, y esta se halla ligada a la creatividad y a la imaginación, como vemos en el ejemplo de Newton: si él se hubiera fijado en el color de la luna, en la fase en la que estaba o en si la manzana era roja o verde, posiblemente no hubiera descubierto nada. 

El cerebro es apasionante. La memoria y el aprendizaje lo son en su máxima expresión, porque todo el funcionamiento cerebral es una construcción permanente. La visión, la memoria, los olores… todo. Si en unas semanas o meses recuerdan este artículo, será de manera vaga pero muchos detalles se rellenarán usando el sentido común. No olvidemos, como también dije varias veces en esta columna semanal, que el cerebro es un gran mentiroso: lo que no sabe lo construye, rellena, inventa pero... con fundamentos en la memoria. Eso es la inteligencia: algo DE LA CABEZA. Nos leemos en una semana. 

miércoles, 2 de noviembre de 2022

PELIGRO, ENEMIGO: AZUCAR PARA EL CEREBRO

 

Artículo correspondiente a la columna dominical DE LA CABEZA del Diario La Nación del domingo 6 de noviembre de 2022. Todos los derechos reservados.

Una de las paradojas más grandes que existen en las Neurociencias es cómo explicar que, si bien el cerebro es un órgano que vive gracias a la glucosa (al igual que el oxígeno) como única fuente energética, sin embargo, el azúcar le hace tremendamente mal. En la columna de hoy voy a intentar explicar el mecanismo de acción del mismo y por qué puede dañar al cerebro si, en realidad, lo alimenta. 

Lo primero que tengo que aclarar es que, si bien la glucosa es el principal alimento del cerebro (o sea, el azúcar sin ir más lejos), lo que lo daña es el llamado azúcar procesado. Este es un alimento que, consumido en exceso, tiene graves consecuencias sobre la salud. Y es que, además de estar relacionado con enfermedades del corazón o con la diabetes, el azúcar provoca toda clase de problemas en nuestra mente. No obstante, antes de meternos de lleno en el tema, es necesario despejar algunos de los mitos sobre esta sustancia. Cuando tenemos ganas de comer algo es que el cerebro demanda glucosa debido a su consumo por ejemplo, por un requerimiento intelectual importante o una extenuante jornada laboral. El cerebro gasta hasta el 20% de la energía total de la glucosa que se metaboliza en el organismo. La media, en números, es de 5,6 miligramos por 100 gramos de tejido cerebral. Nada más entrar esta sustancia en contacto con la lengua, el tronco cerebral manda señales que activan el llamado circuito de recompensa, del cual hablamos ya muchas veces en esta columna. Y buscamos cosas dulces, cosas que nos sacien las dopaminérgicas ganas de recompensa azucarada.

Hemos sido engañados muchos tiempo por la publicidad Fuimos bombardeados con una serie de ideas sobre la alimentación y la nutrición totalmente falsas. Por ejemplo, la creencia de que el principal factor de riesgo para sufrir enfermedades del corazón es el consumo de grasas. Durante mucho tiempo, se promovió el azúcar como una sustancia totalmente inofensiva y sin ningún efecto perjudicial para la salud. Sin embargo, en el año 2016 una investigación reveló que la industria azucarera había sobornado a varios investigadores a lo largo de la historia. ¿Su objetivo? Ocultar todos los efectos perjudiciales de esta sustancia, que hoy en día sabemos que está relacionada con el cáncer y las enfermedades de corazón. El 80 % de los productos procesados que se encuentran en el supermercado contienen azúcares ocultos bajo sinónimos que consumimos sin darnos cuenta. 

Pero quizás más preocupantes son los últimos descubrimientos sobre los efectos del azúcar en nuestro cerebro. En primer lugar, produce adicción al activar como vimos el sistema de recompensa cerebral, la vía dopaminérgica, la misma que las drogas, por eso no es raro que cada vez más personas digan que tienen que consumir azúcar par asentirse mejor.  A pesar de sonar a fábula, la adicción al azúcar es un problema real. Este trastorno afecta cada vez a más personas, que sienten que tienen que consumir más cantidad de esta sustancia para sentirse bien, y al abandonarla repentinamente, incluso hacen como un síndrome de abstinencia. Esto sucede porque al ser absorbido por nuestro organismo, el azúcar libera una gran cantidad de endorfinas en nuestro cerebro, sintiendo cada vez placer con el resto de aspectos de nuestra vida, necesitando ingerir esta sustancia para sentirnos bien. 

Igualmente, el consumo de azúcar refinado causa problemas de memoria y de aprendizaje. Un estudio de la Universidad de California sobre los efectos del consumo de fructosa (una de los tipos de azúcar encontrado en los vegetales, las frutas y la miel) reveló que afecta negativamente a la formación de sinapsis en el cerebro. Es decir, al tomar mucha fructosa, nuestra capacidad de aprender y formar nuevas conexiones se ve disminuida. Además, disminuye una sustancia llamada FNDC (Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro) que es fundamental para crear nuevos recuerdos y aprender. Sumemos a esto que el azúcar al tomar glucosa, nuestro estado de ánimo varía de formas extremas. Debido a sus efectos sobre la insulina en nuestro cuerpo, los picos de azúcar pueden provocarnos depresión, ansiedad y cambios de humor repentinos. A largo plazo, estos efectos pueden volverse aún peores. Cuando ingerimos glucosa, nuestro cerebro libera serotonina, uno de los neurotransmisores implicados en el placer. Sin embargo, las reservas de esta sustancia no son infinitas: al emitirse de manera continua, cada vez quedará menos cantidad en el cerebro. Por ello, una persona que lleve mucho tiempo consumiendo demasiado azúcar lo tendrá muy difícil para sentir emociones positivas de manera continua. Por último, impide que nos sintamos saciados, "secuestrando" nuestro mecanismo de saciedad y haciendo que tomar demasiado de esta sustancia hará que nos sintamos siempre hambrientos por el efecto del azúcar sobre la oxitocina y sus funciones en la saciedad. 

El consumo de azúcares refinados por el cerebro es un tema que nos puede traer problemas DE LA CABEZA, así que es mejor sacar de nuestra dieta este mal llamado "nutriente". La glucosa debe llegar al cerebro de otras maneras, no en forma de golosinas, confituras, bollería ni cereales endulzados artificialmente. Nos leemos en una semana.

LO QUE SUCEDE EN EL CEREBRO CUANDO DAMOS UNA BUENA CLASE

  Artículo correspondiente a la columna dominical DE LA CABEZA del Diario La Nación correspondiente al domingo 10 de setiembre de 2023. Todo...