viernes, 26 de noviembre de 2021

EL DOLOR EMOCIONAL

 

Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 15 de setiembre de 2021. Todos los derechos reservados.


La pandemia desnudó muchas de las condiciones que realmente lastiman nuestra emocionalidad. Afloraron en los más pintados y el aislamiento y la falta de contacto de todo tipo fueron una prueba para todos con respecto a la fortaleza y a la resiliencia que individualmente ha desarrollado cada uno a lo largo de su vida. En ese contexto, sabemos que nuestras emociones nos pueden causar un intenso dolor que puede llegar a ser físico, como la punzada en el estómago por perder a un querido amigo o la pesadez en el pecho después de una ruptura. Pero, ¿por qué experimentamos el rechazo y la pérdida como un dolor de corazón literal? 

La respuesta es sencilla: nos ayuda a sobrevivir. El dolor es una señal de peligro: cuando colocas tu mano sobre la parrilla caliente, por ejemplo, una red de neuronas en su cerebro se activa para enviar un mensaje: algo está muy mal. El dolor es realmente bueno para interrumpir la atención y hacer que te concentres singularmente en hacer que lo malo se detenga. Pero si lo miramos desde una perspectiva evolutiva, el rechazo social es algo realmente malo. Para los antepasados ​​humanos, la supervivencia requería una red social cercana: al cooperar, puede recolectar mejor los alimentos; puede protegerse mejor contra los depredadores y para reproducirse. Los antepasados ​​humanos que hicieron todo lo posible para evitar el rechazo habrían tenido mejores probabilidades de sobrevivir, y ¿qué mejor disuasión que el dolor físico? 

Los estudios sugieren que cuando experimentamos rechazo, nuestro cerebro se comporta de manera similar a como lo hace cuando tenemos dolor físico. Esto se vio por medio de estudios de imágenes por resonancia magnética funcional en cerebros de participantes con el corazón roto, todos los cuales habían pasado recientemente por una ruptura no deseada. Dentro del escáner, los participantes miraron las fotos de la pareja que las había dejado, mientras pensaban en el rechazo. Luego, las personas se enfocaron en fotos de amigos cercanos mientras imaginaban un feliz recuerdo de esa amistad. Finalmente, los psicólogos escanearon el cerebro de los participantes mientras experimentaban sensaciones físicas dolorosas y agradables: un objeto caliente (pero no ardiente), seguido de un objeto agradablemente cálido, colocado en sus brazos. Los resultados, publicados en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS), encontraron que tanto la visión de una expareja como la sensación del objeto caliente activaban áreas del cerebro asociadas con el dolor, pero la foto de un amigo y el agradable calor no lo hizo. Las mismas áreas del cerebro se asociaron con dolor en hasta el 88% de los estudios que revisaron, informó el equipo en el estudio.

Muchos psicólogos piensan que la experiencia del dolor emocional "se superpuso" al sistema de dolor físico ya existente en el cerebro de nuestros primeros antepasados. El dolor que sentimos después de una pelea con un amigo cercano es bastante real, pero no es exactamente lo mismo que el dolor físico. y vemos eso reflejado en los estudios de fMRI. Las partes del cerebro activadas por estas dos experiencias diferentes se superponen, pero no son idénticas. 

Pero, ¿por qué experimentamos el dolor del rechazo en nuestro pecho y abdomen en lugar de, digamos, en nuestra rodilla? Algunos psicólogos han planteado la hipótesis de que esta experiencia tiene que ver con la activación del nervio vago, que va desde el cerebro hasta el cuello, el pecho y el abdomen. Pero no hay mucha evidencia convincente para esta explicación. Además, también existe el síndrome del "corazón roto" o "takotsubo", una afección en la que el corazón se debilita temporalmente, lo que hace que su cámara de bombeo principal, el ventrículo izquierdo, se infle y bombee de manera incorrecta, y de la cual alguna vez hace un tiempo habláramos en esta columna. Este síndrome se relaciona con una mayor actividad en el cerebro causada por eventos estresantes, como la muerte de un ser querido. Pero la mayoría de las veces, la angustia no conduce al síndrome del corazón roto: la afección es rara, 

La angustia general puede doler, pero la próxima vez que esté lidiando con el dolor de la pérdida o el rechazo, puede consolarse con el hecho de que la capacidad de sentir este tipo de dolor probablemente evolucionó para ayudarnos a sobrevivir. DE LA CABEZA, no? Nos vemos el sábado que viene.

EL CORTISOL: ENEMIGO DESCONOCIDO DEL CEREBRO


Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación correspondiente al sábado 11 de setiembre de 2021. Todos los derechos reservados.


Tu cuerpo está preparado para reaccionar ante el estrés de manera tal que te proteja contra las amenazas de los depredadores y otros agresores. Aunque tales amenazas son raras hoy en día, eso no significa que la vida no cause estrés. Por el contrario, sin duda, tú te enfrentas a múltiples exigencias cada día, como asumir una enorme carga de trabajo, pagar las facturas y cuidar de tu familia. Tu cuerpo trata estas molestias menores como amenazas. Como resultado, es posible que te sientas como si estuvieras constantemente bajo ataque. Esto es obra del cortisol, una hormona segregada por la corteza suprarrenal, una glandulita pequeña situada cabalgando encima de cada riñón, y que nos ha salvado la vida cuando de correr de las fieras se trataba en la antigüedad, pero que hoy nos asesina si dejamos que domine nuestro cuerpo.


Esto funciona así: cuando te encuentras con una amenaza percibida, como un perro grande que te ladra durante la caminata matutina, tu hipotálamo, una pequeña región en la base de tu cerebro, activa un sistema de alarma en tu cuerpo. A través de una combinación de señales nerviosas y hormonales, este sistema incita a esas glándulas suprarrenales de las que te hablé, a liberar una oleada de hormonas, entre ellas, la adrenalina y el cortisol. La adrenalina aumenta la frecuencia cardíaca, eleva la presión arterial y aumenta los suministros de energía. El cortisol, la principal hormona del estrés, aumenta los azúcares (glucosa) en el torrente sanguíneo, mejora el uso de glucosa en el cerebro y aumenta la disponibilidad de sustancias que reparan los tejidos. En ese menester de cosas, el cortisol también reduce las funciones que serían no esenciales o perjudiciales en una situación de lucha o huida: altera las respuestas del sistema inmunitario y suprime el sistema digestivo, el sistema reproductor y los procesos de crecimiento. Este complejo sistema de alarma natural también se comunica con las regiones del cerebro que controlan el estado de ánimo, la motivación y el miedo. Es por eso que cuando la respuesta natural al estrés se descontrola, este sistema es auto limitante, es decir, restringe todas las funciones del cuerpo. Una vez que una amenaza percibida ha pasado, los niveles hormonales regresan a la normalidad. A medida que bajan los niveles de adrenalina y cortisol, la frecuencia cardíaca y la presión arterial vuelven a los niveles iniciales, y otros sistemas reanudan sus actividades regulares. 


Pero eso pasaba en la antigüedad, cuando las fieras que acechaban se iban. Hoy en día, cuando los factores estresantes están siempre presentes y te sientes constantemente atacado, esa reacción de pelear o huir permanece encendida. La activación a largo plazo del sistema de respuesta al estrés y la sobreexposición al cortisol y otras hormonas del estrés que actúan en consecuencia pueden interrumpir casi todos los procesos de tu cuerpo. Esto incrementa el riesgo de padecer muchos problemas de salud, tales como: ansiedad, depresión, problemas digestivos, dolores de cabeza, cardiopatía, problemas de sueño, aumento de peso, deterioro de la memoria y la concentración Por eso es tan importante aprender formas saludables de lidiar con los factores estresantes de la vida, para controlar el cortisol.

Controlar el cortisol mediante el control de las propias reacciones a los acontecimientos diarios, por más difíciles que fueran, es la llave para una vida saludable y longeva. Igualmente, hay factores que intervienen en la forma en que reaccionamos a las situaciones estresantes: la genética (hay formas de reaccionar potencialmente activas en los genes) o la experiencia de vida (mayor "explosividad" ante el estrés en personas que sufrieron maltratos o experiencias traumatizantes). Es por eso que todos reaccionamos de mayor o menor manera a la experiencia estresante de la vida,

Controlar el estrés es controlar el cortisol. Controlar el cortisol es mayor y más larga vida. Se puede. Es ejercicio diario de tolerancia, autocontrol y sobre todo, resiliencia, para no quedarnos DE LA CABEZA por el estrés. Nos leemos el sábado que viene... sin estrés.




LO QUE SUCEDE EN EL CEREBRO CUANDO DAMOS UNA BUENA CLASE

  Artículo correspondiente a la columna dominical DE LA CABEZA del Diario La Nación correspondiente al domingo 10 de setiembre de 2023. Todo...