Artículo semanal de la columna DE LA CABEZA del Diario La Nación correspondiente al sábado 12 de diciembre de 2020. Todos los derechos reservados.
Pocas veces nos enseñaron a ser creativos. El ingenio o la creatividad no se enseña en las escuelas ni en los programas educativos. La solución a los problemas que la vida nos presenta en forma de ejercicios mentales, de dilemas de la vida diaria, o en cualquiera de sus maneras, requiere, es cierto, de conocimiento, pero también de otros factores como la experiencia. Y ese trabajo que trae a la luz de la mente la solución aparentemente no visible cuando nos plantean el problema, es lo que conocemos como inspiración. La epifanía, El chispazo. La lamparita que se enciende. La iluminación divina.
Por más intento de explicación esotérica que quisiéramos darle a esto, nos pasa en todo momento de nuestra cotidianeidad, por ejemplo cuando entendemos un chiste o un meme, donde el golpe de gracia lo da la presencia de algo que en la "normalidad" de lo diario no hubiésemos relacionado con la situación, por lo que nos causa gracia. Sin embargo, tanto los eurekas históricos como los domésticos son el resultado de procesos mentales ordinarios.
Lo que pasa es que el cerebro siente una irrefrenable atracción hacia los problemas irresueltos, de manera que cuando uno deja de pensar en ellos conscientemente la mente sigue trabajando en un nivel inconsciente, o lo que llamo en mis clases "el iceberg creativo de Mime": 1/9 de nuestros procesos son conscientes mientras que 8/9 de los mismos se producen a nivel subconsciente, como si fueran las partes visible y la sumergida de un iceberg. Algunos psicólogos han llamado incubación a este discreto trabajo donde el cerebro efectúa la maravilla: cuanta mayor sea la red neuronal activada, o sea, cuantas más ideas se hayan considerado en la reflexión consciente anterior al descanso, más elementos entrarán en juego en la solución. Y esto tiene un mecanismo sencillo de explicar: una vez que al cerebro se le deja en un proceso automático, libre de la reflexión consciente, puede comenzar a ver viejos problemas desde un ángulo nuevo como se refería el gran Einstein al hablar de creatividad. Con la libertad mental necesaria, se asocia al problema con realidades que en teoría no tienen que ver y dan lugar a hermosas metáforas, a analogías donde repentinamente aparece la idea.
Estos dilemas a resolver son lo que los psicólogos cognitivos llaman un problema de insight, que es la palabra que más se acerca al célebre eureka en su jerga. Se trata de una realidad escurridiza, un rompecabezas molesto a resolver. Nadie ha estudiado a nivel neurocientífico qué sucede en el cerebro durante un insight, pero a nivel psicológico se admite que la gran idea que surge en la bañera o en el autobús solo es la culminación de un proceso progresivo.
El desenlace nunca se ve venir porque este tipo de problemas solo tienen una solución cuando se han colocado todas las piezas del rompecabezas, requieren trazar una nueva perspectiva con todo detalle. Emerge entonces clara y súbitamente, y con el tiempo es lo único que la persona recuerda. A veces solo es un chispazo fugaz que se olvida inmediatamente, algo que sucede con frecuencia por las mañanas, en el momento de despertar del sueño, lo cual hace que se vuelva útil lo que siempre recomiendo: tener a mano una libreta o anotarla en el bloc de notas del celular. Otras veces la idea es duradera.
Sin embargo, debemos admitir que la inspiración verdaderamente genial no está al alcance de todos.
No es por una cuestión genética. Para empezar, no todo sucede en el mundo interior. Muchas veces hay elementos del exterior que la mente incorpora al planteamiento del problema sin pedirnos permiso. La inspiración nunca llega de la nada. No debemos intentar ser Einstein, genios desde la cuna, sino más que nada trabajar, sudar, perseverar (no en balde ese refrán de que el éxito es 99% de transpiración y 1% de inspiración) y sobre todo, tener las antenas bien paradas. Para que el insight final alcance un nivel de creatividad genial hacen falta cuanto menos dos características: apertura a la experiencia (o curiosidad) y perseverancia que permita especializarse en un campo particular. Sin la primera no hay nada nuevo que descubrir. La segunda se obtiene en promedio según los estudios, en aproximadamente 10 años, que es lo que se tarda en dominar un campo lo suficiente como para que la creatividad resuelva problemas de insight verdaderamente significativos.
De la cabeza, verdad? Nos vemos el sábado que viene.
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