Te apasionan las Neurociencias? A mi me vuelven loco. Tanto que ya lance tres libros: CEREBRA LA VIDA, CEREBRA LA SEXUALIDAD y CEREBRA LA EDUCACION. Te interesa sondear en los misterios del cerebro? Adelante. Acertaste el lugar.
jueves, 16 de julio de 2020
TIPS NEUROEDUCATIVOS PARA LA EDUCACION EN TIEMPOS COVID
Articulo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nacion de los sabados 9, 16 y 23 de mayo de 2020. Todos los derechos reservados.
La encrucijada COVID-19 no solo es sanitaria. Tambien abarca otras areas como la economia, la repercusion social, hasta la espiritualidad, y, por supuesto, la educacion. De golpe y porrazo, de la noche a la mañana, hemos tenido que adaptar nuestra forma de vivir a un nuevo estilo, bien denominado por el Ministro de Salud como "Modo Covid de vivir". Muchos se han bancarizado para no tocar el papel moneda o no salir de casa aprendiendo a usar pagos electronicos, muchos ya formalizamos lo que veniamos haciendo hace tiempo que es la consulta medica a distancia y asi. Pero realmente donde todos coinciden es que tenemos serios problemas a la hora de "transplantar" el aula presencial al mundo virtual. Y eso es porque, como nos enseñara Leslie Hart "querer enseñar sin saber como funciona el cerebro es como querer hacer un guante sin haber visto jamas una mano". Por eso, antes que usar computadoras o aprender los secretos de cualquier plataforma virtual de clases, tenemos que conocer que pasa en el cerebro ante la mal llamada "virtualidad", porque virtual es algo que no existe en la realidad, y esto es mas bien el uso de tecnologia para poder enseñar. Y en ese contexto nace la Neuroeducacion y la Neurodidactica, que no son mas que disciplinas que integran el conocimiento del funcionamiento del cerebro para mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje. En estos sábados me permitiré proporcionarles un resumen de mi próximo libro CEREBRA LA EDUCACIÓN (muy pronto ya a disposición) para intentar que el proceso de aprendizaje sea el más agradable para todos, alumnos y docentes.
Y he ahi el primer concepto errado: enseñar no es transmitir conocimientos, no solo en tiempos COVID sino en todo momento. Enseñar es transmitir capacidades. Si eso no lo hemos hecho en la realidad, no lo haremos por nada del mundo a distancia. Entonces, antes que conocer tecnicamente como "llegar" a nuestros alumnos, debemos replantearnos seriamente: estamos educando para el lobulo frontal o lo hacemos tambien para el sistema limbico? O dicho de otra manera, menos neurocientifica: estamos transmitiendo solo conocimiento vacío, o realmente estamos impregnando el saber de capacidad de fijación para que pueda ser usado cuando sea necesario? Es decir, enseñamos para que sirva o solo por transmitir elementos para memorizar? La revolucion, entonces, no es la de "una computadora por alumno" o "la mejor plataforma para enseñar", sino el concepto de docente "llegador", que "compra" emocionalmente al alumno para, como siempre digo, introducirle sin que se percate, el conocimiento en su cerebrito ávido de conocimiento, que es así aunque el mismo no se de cuenta. Y es que las emociones importan, son el mecanismo que la evolucion ha puesto en nuestro cerebro para poder sortear los obstaculos, ya que todo lo que esté movido por un impulso emocional siempre tiene más éxito. La gestión de esas emociones es un factor que no hemos incorporado aún a la docencia, el manejo de ellas nos garantiza mejores competencias en nuestro desempeño. Enseñar emociones es un concepto que debemos comenzar a manejar los docentes, ya que no solo es la base de la capacidad de actuación del ser humano, sino que, como vimos muchas veces en este espacio, es el "pegamento" con el cual quedan adheridos los conocimientos al cerebro humano, ya que las emociones positivas facilitan el aprendizaje, mientras que las negativas activan la amígdala que es nuestro centro de alarma cerebral, dificultando el paso de la información entrante a las zonas donde reside la memoria: el hipocampo y la corteza prefrontal, sedes de la llamada "memoria ejecutiva", la encargada de la ejecución de los procesos. Nos preocupamos mucho de la consabida "gestión del conocimiento" pero nunca lo hemos hecho acerca de gestionar las emociones. El ambiente neuroeducativo propicio aumenta el aprendizaje, y la empatía, factor que debemos cultivar los docentes, es fundamental para educar desde la comprensión.
Es muy importante saber que cada cerebro es distinto, no hay cerebros iguales en ningun caso. Esto es mas que un cliché neuroeducativo, es una realidad comprobada por neuroimágenes. Si bien la anatomía es similar, la conformación del entramado neuronal es diferente y jamás igual para ningún ser que habitó esta tierra, y eso hace de cada individuo (y su cerebrito) absolutamente especial y diferente. Y tiene una gruesa implicancia educativa: si educamos a todos por igual, habremos incurrido en el pecado de convertir a nuestros alumnos en "another brick in the wall" otro ladrillo en la pared, como denunciaba Pink Floyd alla por los finales de los 70 en el siglo pasado. El concepto de diversidad amplía mucho más el concepto de educación inclusiva, no limitándose solo a personas con discapacidades diversas, sino considerando que todos, en mayor o menor medida, tenemos menos capacidad en algunas áreas que otros. Por ello, nuestra enseñanza a distancia debe ser lo menos homogenea posible... suena como una bofetada, si, pero enseñar "en bloque" es el peor error que podemos cometer... a distancia y en el aula.
No podemos dejar de saber que para el cerebro, descubrir es una consigna inconscientemente impregnada en su funcionamiento. En el proceso de aprendizaje, la novedad es un elemento fundamental, indispensable e irrenunciable, ya que facilita el aprendizaje de una manera brutal. El cerebro es muy curioso y lo nuevo siempre concita la atención y vuelca la voluntad hacia el deseo de saber. Los contenidos académicos abstractos, descontextualizados e irrelevantes hacen que la experiencia del aprendizaje sea aburrida y frustrante para el alumno, ya que la atención comienza una caída en picada violenta a los 10 minutos de clase y se pierde por completo luego de 15 minutos de vacío académico en forma y contenido, algo que mi gran amigo neurocirujano, neurocientífico y docente Roberto Rosler dió en llamar "una amplia desperdiciolandia cognitiva". Los alumnos tienen una tendencia natural a no querer reflexionar, pero son todos y sin excepción, curiosos por naturaleza, y esa curiosidad activa a las emociones que al final llevan a la búsqueda del conocimiento, y finalmente, al aprendizaje. Estimular la curiosidad es el camino a sus cortezas prefrontales, como docentes no desactivemos nuestro GPS educativo.Y uno de los hechos que debemos aprender de esto es que en el proceso educativo no importa la recompensa, sino la sorpresa que conlleve esta, lo que traiga aparejado de la mano de manera absolutamente imprevista. Yo soy enemigo de las estrellitas como premio al esfuerzo, soy más proclive a una recompensa inesperada, como el conferirle una responsabilidad diferente ante el grupo (liderar un grupo de lectura, sacar un chupetín del bolsillo (aunque no sean buenas las golosinas), o regalarle un pequeño libro o un presente sencillo hecho por el docente que signifique más que una distinción como una medalla, y sea algo más personal, como "una parte" del propio maestro. Y tomar en cuenta este tip: siempre es mejor aprovechar los primeros minutos de la clase, cuando la atención aún no ha entrado en picada, para transmitir los contenidos más relevantes, para luego dividir la clase en segmentos de 15 minutos, entre los cuales el docente pueda recurrir a elementos sensoriales, como el movimiento, una actuación que implique un remedo gestual, o algún recurso que estimule los sentidos, como el cambio del timbre de voz, el cual, está demostrado, actúa como un gancho de atracción muy poderoso para llamar la atención de los alumnos.
Por otro lado, siempre se ha dicho que la práctica hace al maestro, aunque en realidad construye al alumno. Y es que el cerebro conecta la nueva información con la ya conocida, por lo que aprendemos mejor y más rápidamente cuando relacionamos la información novedosa con los conocimientos ya adquiridos, porque entrelaza los circuitos neuronales de la corteza en donde hubo almacenado el conocimiento, con otros circuitos que contienen información diferente, pero relacionada con la primera. De esta manera, se hace más sencilla la evocación del contenido posteriormente, y se refuerza la fijación del concepto que se desea aprender. Es la base funcional del llamado "aprendizaje por asociación".. Para optimizar el aprendizaje, el cerebro necesita la repetición de todo aquello que tiene que asimilar y lo realiza mediante la adquisición de toda una serie de automatismos, siendo esta la forma en la que memorizamos. Pero esto necesariamente requiere tiempo. La automatización de los procesos mentales hace que se consuma poco espacio de la memoria de trabajo (asociada a la corteza prefrontal, sede de las funciones ejecutivas) y sabemos que los alumnos que tienen más espacio en la memoria de trabajo están más dotados para reflexionar. Sin embargo, es aquí donde nos encontramos con que la repetición o la memorización muchas veces puede ser aburrida, por lo que los docentes hemos de ayudar a adquirir y mejorar las competencias necesarias según la práctica. Por ejemplo, la práctica continua de cálculos aritméticos y la memorización de la tabla de multiplicar es imprescindible en la resolución de muchos problemas matemáticos o el conocer de memoria las reglas ortográficas es imprescindible para escribir con corrección. El problema reside en que muchas veces la práctica intensiva puede resultar aburrida por lo que sería aconsejable espaciar la práctica en el tiempo y variarla con otras actividades. Esta es una de las razones por las que siempre estoy en contra de los contenidos programáticos, ya que en vez de ser lineales deberían ser "en espiral", es decir, en forma progresiva en el tiempo prolongado con un eje principal y subsidiarios cognitivos basados en el mismo con buen margen de tiempo para la práctica, no encajonados en una serie de objetivos cognitivos a conseguir entre dos fechas.
Otra frase cliché en la enseñanza es la de "aprender jugando". Y es más que eso, porque el juego constituye un mecanismo natural arraigado genéticamente que despierta la curiosidad, es placentero y permite descubrir destrezas útiles para desenvolvernos en el mundo. Los mecanismos cerebrales innatos del niño le permiten, a los pocos meses de edad, aprender jugando. Se libera dopamina que hace que la incertidumbre del juego constituya una auténtica recompensa cerebral y que facilita la transmisión de información entre el hipocampo y la corteza prefrontal, promoviendo la memoria de trabajo. El juego constituye una necesidad para el aprendizaje que no está restringida a ninguna edad, mejora la autoestima, desarrolla la creatividad, aporta bienestar y facilita la socialización. La integración del componente lúdico en la escuela resulta imprescindible porque estimula la curiosidad y esa motivación facilita el aprendizaje. Se ha demostrado que jugando durante 16 horas durante un mes, se aumenta la cantidad de materia gris en ciertos lugares del cerebro relacionados con el aprendizaje, lo cual es un obvio indicador del aumento en la capacidad cerebral, Igualmente, se mejora la coordinación entre regiones cerebrales, la comprensión verbal, el razonamiento y la percepción visual. El juego motiva, ayuda a los alumnos a desarrollar su imaginación y a tomar mejores decisiones. Además, existe una gran variedad de juegos que mejoran la atención, uno de los factores críticos en el proceso de aprendizaje: ajedrez, rompecabezas, juegos compartidos, programas de gratuitos de descarga para celulares o computadora, etc. La cuestión de integrar adecuadamente el componente lúdico en la actividad diaria.
Muchas veces menospreciamos al arte como uno de los pilares en la educación. Para muchos, enseñar arte o aprenderlo podría parece una frivolidad, una pérdida de tiempo ante la premura aparente de aprender operaciones numéricas, contenidos científicos o datos históricos. Sin embargo, hoy la neurociencia está demostrando que las actividades artísticas involucran a diferentes regiones cerebrales. ya que (principalmente la actividad musical) promueven el desarrollo de procesos cognitivos. Se ha demostrado que la instrucción musical en jóvenes mejora la capacidad intelectual como consecuencia del incremento y la estimulación de la plasticidad cerebral, sobretodo en aquellos con mayor interés y motivación hacia las actividades artísticas. Además, en algunos niños, aparecen correlaciones entre la práctica musical y la mejora en geometría o las capacidades espaciales cuando el entrenamiento es intenso. Por otra parte, el teatro o el baile desarrollan habilidades socioemocionales como la empatía y son beneficiosos para la memoria semántica. Por ejemplo, al hablar en público se genera noradrenalina, una sustancia que se sabe que interviene en los procesos relacionados con la atención, la memoria de trabajo o el autocontrol. Es por eso que, basándonos en las Neurociencias, la educación artística debe ser obligatoria. La instrucción musical o el teatro que tantas habilidades sociales, emocionales y cognitivas son capaces de desarrollar deberían de formar parte del contenido programático y no, como ocurre frecuentemente, quedar como actividades marginales u optativas.
Un último factor a tener en cuenta en los procesos de Neuroeducación es el factor social. Los humanos somos seres sociales porque nuestro cerebro se desarrolla en contacto con otros cerebros. El descubrimiento de las neuronas espejo (que detallaramos alguna vez en esta columna semanal) resultó trascendental en este sentido porque estas neuronas motoras permiten explicar cómo se transmitió la cultura a través del aprendizaje por imitación y el desarrollo de la empatía, es decir, qué nos hizo realmente humanos. Se ha demostrado que los bebés con pocos meses de edad ya son capaces de mostrar actitudes altruistas, por lo que hemos de evitar en la educación la propagación de conductas egoístas fruto de la competividad. El aprendizaje del comportamiento cooperativo se da conviviendo en una comunidad en la que impera la comunicación y en la que podemos y debemos actuar. Cuando se colabora se libera más dopamina y ya sabemos que este neurotransmisor facilita la transmisión de información entre el sistema límbico y el lóbulo frontal, favoreciendo la memoria a largo plazo y reduciendo la ansiedad. La implicación de la corteza orbitofrontal en el proceso explica por qué a los niños les cuesta demorar la gratificación, dado que el proceso de maduración de esta región cerebral se alarga hasta pasada la adolescencia. La colaboración efectiva en el aula requiere algo más que sentar juntos a unos compañeros de clase. Los alumnos han de adquirir una serie de competencias básicas imprescindibles en la comunicación social como el saber escuchar o respetar la opinión divergente. Además, han de tener claro los beneficios de trabajar en grupo y saber cuáles son sus roles en el mismo. La escuela ha de fomentar también la colaboración entre alumnos de distintos niveles y la compartición de conocimientos (por ejemplo, mediante presentaciones de trabajos de investigación de los alumnos), sin olvidar la realización de actividades interdisciplinares. Y no hemos de olvidar que la escuela ha de abrirse a toda la comunidad. La socialización es un factor sumamente importante tanto en el aprendizaje como en la maduración del cerebro, las conductas y el las capacidades de relacionamiento, sobre todo en una sociedad tan atomizada por dispositivos y redes sociales que nos distancian físicamente, pero nos acercan cognitivamente. Pero esto último es tema de otro sábado.
En fin, si debemos resumir este artículo en que hablamos de Neuroeducación para enfrentar tiempos COVID y no COVID, debemos concluir que es una gran época para aprender e innovar. Los nuevos tiempos requieren nuevas estrategias y los últimos descubrimientos que nos aporta la neurociencia cognitiva desvelan que la educación actual requiere una profunda reestructuración que no le impida quedarse desfasada ante la reciente avalancha tecnológica, manifiesta ahora "de golpe" con la pandemia. Aunque hemos de asumir que la educación no se restringe al entorno escolar, la escuela y los docentes hemos de preparar a los futuros ciudadanos de un mundo cambiante, y que mejor ejemplo hemos tenido absolutamente todos que esta contingencia mundial. Para ello, hemos de erradicar la enseñanza centrada en la transmisión de una serie de conceptos abstractos y descontextualizados que no tienen ninguna aplicación práctica. Nuestros alumnos han de aprender a aprender y la escuela ha de facilitar la adquisición de una serie de habilidades útiles que permitan resolver los problemas que nos plantee la vida cotidiana: un aprendizaje para la vida. Y para ello se requiere inteligencia principalmente socioemocional. El aprendizaje se optimiza cuando el alumno es un protagonista activo del mismo, es decir, se aprende actuando. Y esto se facilita cuando es una actividad placentera y se da en un clima emocional positivo. Nuestro cerebro nos permite mejorar y aprender a ser creativos y es por todo ello que la neuroeducación resulta imprescindible.
Nos seguimos leyendo en mi siguiente libro CEREBRA LA EDUCACION. Y cada sabado en esta columna semanal que nos tiene DE LA CABEZA.
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