miércoles, 7 de septiembre de 2022

"SOCORRO DOCTOR, MI BEBE NO DUERME DE NOCHE"

Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 25 de junio de 2022. Todos los derechos reservados.

"¿Estás por ser papá o mamá? Preparate, anda durmiendo todo lo que puedas porque después ya no vas a poder dormir más". Frase recontra conocida si la hay para padres primerizos de parte de otros padres con más "kilometraje andado" en las tortuosas vías de la crianza de los niños. Y es que no es ningún misterio que el sueño de los bebés trae de cabeza a los padres, sean primerizos o no. Y esto tiene lógica, no dormir es una auténtica tortura (de hecho, uno de los métodos de tortura preferidos por quienes la realizan a fin de conseguir sus retorcidos fines). Hay bebés que, más o menos, lo hacen unas cuantas horas seguidas y dan margen a sus progenitores para poder tener un sueño reparador y de calidad. Otros, sin embargo, concilian el sueño tan mal que esto se convierte en fuente inagotable de problemas. Es más, hay hasta parejas que ven muy comprometida su relación por este tema, el matrimonio se resquebraja, la intimidad se rompe, el descanso se altera y los nervios afloran, surgiendo las culpas mutuas entre ambos. Algo que no debería ser así. 

Parte de estas decepciones vienen dadas porque las expectativas que se tienen con respecto al sueño de los bebés muchas veces son irreales, alejadas de su naturaleza, de su biología. Es importante señalar que la neurobiología tiene clarísimo por qué pasa esto. El cerebro de un recién nacido en 2022 es idéntico al nacido en la época de las cavernas, es decir, no sabe que duerme confortablemente en una cuna protegido de las fieras, su cerebro está preparado para la supervivencia y para ella depende de estar pegado a su madre y permanentemente en alerta si no la siente, ya que si así no se da, el niño llora, porque así está diseñado, siendo el llanto su único mecanismo de defensa y alerta ante lo que ese cerebrito interpreta como adversidad y realmente no buscando molestar a nadie sino lisa y llanamente, garantizar su vida. 

Ojo: los padres tienden a supervisar el sueño de los niños hasta que este se convierte en casi una obsesión y esto se debe al estilo de vida que nosotros, los adultos, tenemos. Nuestra sociedad insomne lo es en proporciones casi epidémicas: no dormimos por el estrés, por las preocupaciones, por los malos hábitos que tenemos para desarrollar lo que en Neurociencias llamamos "higiene del sueño" principalmente porque nuestro ritmo de vida actual no propicia hábitos de sueño saludables y la gran mayoría de jóvenes y adultos estamos casi sobreviviendo con un sueño absolutamente insuficiente tanto en calidad como en cantidad: ni tantas horas ni bien aprovechadas para el descanso. Por eso, y de repente, cuando un bebé llega a una familia, su ritmo inmaduro y desregulado tanto de sueño como de otros hábitos (alimentación, vigilia, micción, defecación) cae como una bomba en un terreno ya minado, sumando a los hábitos desfavorables que muy probablemente tienen los padres los de una criatura que todavía no distingue entre el día y la noche, y su única obsesión es estar en contacto continuo con el cuerpo de su madre, alimentándose cada vez que tiene hambre. Y allí, el pobre bebé se topa con las expectativas de los padres, determinadas por el contexto cultural, y que va absolutamente de contramano con la realidad, ya que estos sueñan con un bebé que duerme felizmente en su cunita (lejos del cuerpo de su madre) la mayor parte del día y de la noche, y que reclama alimentación siguiendo un ritmo compatible con nuestras necesidades y deseos como si se tratase de una idílica propaganda de pañales. 

La realidad no es así. Si los seres humanos dormimos la mayor parte de nuestra vida, y la mayor parte de ella lo hemos hecho acompañados (por nuestros padres, hermanos, pareja), es imposible pedirle a un bebé que trae lo que trae desde la impronta genética, que lo haga desde el vamos ya solo y sin llorar. Dormir es un acto demasiado vulnerable para arriesgarse a hacerlo solo en la gran mayoría de circunstancias en las que nos hemos visto —y muchos todavía se ven— obligados a hacerlo. Entonces, ¿cómo conseguir que un bebé duerma? Es imposible, los recién nacidos no aprenden en el sentido estricto de la palabra a dormir. Igual que a respirar, tragar, estar despierto o moverse, todos son actos fisiológicos que aparecen de manera espontánea porque forman parte de nuestra naturaleza. Los fetos ya duermen y durante toda la vida el sueño va evolucionando y adaptándose a las necesidades de cada momento. El sueño evoluciona durante toda la vida y su arquitectura y duración va cambiando desde el feto hasta la vejez. Se dice que el cerebro sufre los cambios más rápidos e importantes los primeros dos años de vida, y la evolución del sueño refleja y se adapta a estos cambios. Su ritmo circadiano ya está bien establecido, aunque no por ello tiene exactamente las mismas características que en el adulto. 

¿Y qué pasa si lo dejo llorar hasta que se canse? Hay varias teorías, llamadas conductistas, que pretenden enseñar a los niños a dormir, dejándolos llorar hasta que se cansen y, por agotamiento, terminan durmiéndose. Pero, ¿qué coste tiene en el cerebro del bebé? Mucho: dejar llorar a un bebé que todavía requiere la regulación de la madre (o figura de apego) para controlar sus emociones puede provocar lo que se llama una respuesta tóxica al estrés. Esto es, la criatura no puede adaptarse saludablemente a ese estrés porque se ha superado su capacidad para hacerlo, lo que conlleva una respuesta de mala adaptación que puede desembocar en una patología. Este fenómeno no siempre se manifiesta a corto plazo, ya que muchos problemas de la vida adulta pueden explicarse, precisamente, por respuestas tóxicas al estrés en la primera infancia, cuando la persona no tenía la capacidad de adaptarse saludablemente a las circunstancias adversas. Recordemos de manera bien clara esto: el hábitat del bebé humano es el cuerpo de su madre. Esto quiere decir que cuando se separan las crías mamíferas de sus madres sufren una importante desregulación fisiológica que afecta desde el control de su temperatura a su respiración o frecuencia cardíaca. La madre es, en definitiva, el regulador fisiológico y emocional de su hijo. Su ausencia desregula y esta desregulación es por sí misma un factor estresante que puede generar una respuesta tóxica no adaptativa, dependiendo de las circunstancias. Y ya sabemos que esta respuesta tóxica puede tener relevantes consecuencias a corto, medio y largo plazo, comprometiendo el desarrollo y la salud física y emocional futura del bebé. Así que, a dormir como el bebé quiere. Son muy pequeños aún para tener ya acciones que los tengan DE LA CABEZA. Nos leemos en una semana.

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