Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación del domingo 11 de setiembre de 2022. Todos los derechos reservados.
Nos hemos escandalizado en esta semana cuando un conocido influencer de redes sociales presentó como un hecho "simpático" y hasta "folclórico" (por darle un nombre a la atrocidad cometida en redes) el darle de beber cerveza a un bebé menor de un año de edad, aparentemente su propio hijo. Independientemente de lo deleznable que pueda ser el hecho, de la naturaleza del hecho, de que la justicia ya haya puesto manos a la obra, o de las razones que deseen esgrimir (en contra o, sorprendentemente, a favor), nos da pie nuevamente en esta columna a tomar un tema de actualidad y aprovecharnos del mismo para que podamos hablar de lo que puede suceder en el cerebro de los niños cuando consumen alcohol. Y es que ofrecerle un trago de alcohol a un niño o a un adolescente, dejarle probar “un poquito” o pensar que “ya está grandecito para tomar” son algunas de las actitudes erróneas que asumen algunos padres, madres y cuidadores quienes, a simple vista, las ven como inofensivas e, incluso, graciosas, cuando, en realidad, se trata de hechos que atentan contra el bienestar de las niñas, los niños y los adolescentes.
Ofrecerle alcohol a un menor de edad, además de ser ilegal, es un acto que constituye una vulneración tan grave como el maltrato físico. El alcohol genera consecuencias negativas a nivel biológico, psicológico y emocional. Por lo tanto, es una forma de ejercer violencia hacia los niños y los adolescentes y una vulneración a sus derechos. Basta con revisar la evidencia científica para conocer los profundos riesgos que genera el consumo de alcohol a temprana edad y comprender por qué constituye una vulneración a sus derechos. Diversas investigaciones han concluido que, debido a que el cerebro solo alcanza su máximo desarrollo hacia los 21 años de edad, el consumo de alcohol a temprana edad afecta el progreso madurativo de este órgano. En este sentido el efecto que generan las bebidas alcohólicas produce deficiencias en la formación de la corteza cerebral, las conexiones con los lóbulos parietales y la comunicación entre ambos hemisferios cerebrales. Por lo tanto, el efecto se verá en procesos como la memoria, las habilidades de pensamiento y planeación, la toma de decisiones, la resolución de problemas o cualquier otra de las funciones ejecutivas que son realizadas por la corteza prefrontal o el hipocampo y que, según los estudios de neuro imágenes, son zonas del cerebro que muestran diferencias significativas entre los adolescentes consumidores de alcohol y los que no lo hacen. Esto produce bajo rendimiento escolar ya que el aprendizaje se torna más lento debido a las deficiencias en los procesos de atención y a la afectación de las habilidades de memoria y pensamiento que genera el consumo de alcohol en la infancia y la adolescencia.
Sabemos hoy que los niños que empiezan a tomar alcohol antes de los 14 años de edad tienen hasta 10 veces mayor probabilidad de desarrollar consumos problemáticos y dependencia o adicciones al llegar a la adultez, así como mayor posibilidad de consumir otras sustancias psicoactivas, que aquellos que empiezan a tomar después de los 18 años.Igualmente, la ingesta de bebidas alcohólicas durante la fase de crecimiento afecta el desarrollo normal de los órganos. La pubertad es un período asociado con cambios hormonales importantes para la madurez sexual del ser humano como la testosterona y estrógeno los que, a su vez, se relacionan con la producción de hormonas de crecimiento que permiten el desarrollo de órganos, músculos y huesos. Está demostrado que el consumo de alcohol afecta estás funciones e incluso, provoca efectos severos en el funcionamiento de órganos como el hígado que se encarga de regular las funciones metabólicas y la eliminación de toxinas. En el caso de los adolescentes, estos son más vulnerables o están más expuestos a riesgos como las relaciones sexuales no consentidas o sin protección, lo que conlleva a embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual. En otros casos, el consumo de bebidas embriagantes los hace más susceptibles a ser víctimas de robos, golpes o accidentes.
En términos de salud mental y emocional, diversos estudios han concluido que el consumo de alcohol a temprana edad incrementa el riesgo de que las niñas, niños y adolescentes exacerben o desencadenen trastornos psicológicos como conductas oposicionistas y desafiantes, agresividad, depresión e, incluso, riesgo de suicidio. Esto se explica en parte porque, el alcohol es un depresor del sistema nervioso central. Esto quiere decir que, una vez pasa su efecto, se genera un bajonazo emocional que, en los adolescentes, por estar en una etapa de cambios hormonales significativos, tiene un efecto mucho mayor y más intenso. Las secuelas que genera el consumo de alcohol en el desarrollo físico, cognitivo y emocional de las niñas, niños y adolescentes plantean la necesidad de pensarlo dos veces antes de ofrecerles, aunque sea un solo trago de alcohol. Es más que algo DE LA CABEZA: es un delito, un atentado a sus derechos y una forma de asesinar su futuro y el de su salud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario