Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 30 de abril de 2022. Todos los derechos reservados.
¿Qué tiene el cerebro de Lionel Messi que no tiene el mío? ¿O el de Joaquín Sabina o el de Joan Manuel Serrat, mis ídolos (a tal punto que mis mellizos se llaman como ellos)? Talento. Esa es la respuesta. Pero… ¿cómo lo veo, lo mido o lo localizo? Muchos científicos donaron sus cerebros para el estudio frenológico que era el método disponible en épocas pasadas: Broca, Gauss, Pavlov entre otros. Sin embargo, poco se podía hacer más que pesarlos y examinarlos con las rudimentarias técnicas disponibles. Pero cuando falleció Albert Einstein en 1955 a los 76 años en Princeton, y su cerebro fue extraído, luego de pasar por un tortuoso camino que incluyo estar guardado en un armario por años (historia que se las he contado en esta columna hace ya algún tiempo), se examinó para ver en qué se diferenciaba respecto a los cerebros comunes del resto de los mortales. El resultado fue sorprendente: su cerebro no tenía diferencias con otros cerebros tipo, salvo en la zona de los lóbulos parietales donde se procesan los conocimientos de la información visual en relación al espacio y del razonamiento matemático, llegando a tener hasta un centímetro más de espesor. Pero eso no es todo: cada uno de sus lóbulos parietales posteriores tenía un compartimiento totalmente diferenciado en vez de los dos separados por la cisura de Silvio. Además, el examen del lóbulo parietal izquierdo correspondiente al área 9 de Brodmann de Einstein tiene un 77% más de células gliales por neurona que otros cerebros examinados, lo cual indica una respuesta metabólica más alta a las necesidades de las neuronas de dicha localización cerebral. El cerebro de Einstein tenía más mielina que otro cerebro.
Sin embargo, al examinar el talento de otros seres humanos, como por ejemplo los músicos, nos damos cuenta que ostentan varias funciones sobresalientes comparativamente con otros cerebros estudiados: oído, percepción, apreciación, memoria y ejecución. Para el oído se implica la corteza auditiva primaria que asienta en el lóbulo temporal y estudios en cerebros de músicos han demostrado que este giro es hasta 2 o 3 veces más grande en los cerebros de estos respecto a la población general. Para que esto se produzca, se consideran mecanismos que comprenden la creación de nuevas sinapsis entre neuronas existentes y el aumento de la eficiencia de las sinapsis que ya están establecidas, a lo que sumamos también la génesis de nuevas neuronas demostrada a la luz de los nuevos conocimientos. Los concertistas de piano son ejemplos de un cerebro modificado en pos del talento. A más de la zona auditiva descrita, estos ejecutantes poseen un flujo sanguíneo aumentado a la zona de la corteza motora prefrontal correspondiente a los dedos, la mano y el brazo a ambos lados, lo cual sugiere una mayor actividad metabólica en esa zona, con mayor consumo de oxígeno para satisfacer la actividad alta que existe para movilizar diestramente las manos sobre el teclado. Un cerebro entrenado tiene igualmente mayor flujo sanguíneo a la zona de mayor despliegue funcional.
El talento, entonces, también tiene bases anatómicas y funcionales: mayor cantidad de conexiones entre las neuronas involucradas en las zonas "talentosas", mayor tasa de actividad revelada en un mayor consumo de energía (o sea, mayor metabolismo) y un incremento en la irrigación sanguínea de dichas zonas, ya que, obviamente, el talento si requiere gasto por parte del cerebro. Al fin y al cabo, el talento también es algo DE LA CABEZA. Nos leemos en una semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario