Hoy sabemos algo: un cerebro más grande no es, de ninguna manera, sinónimo de una mayor inteligencia.
Y es que en la época de la prehistoria, la arqueología nos demuestra que la evolución no siempre fue acompañada de un aumento en el tamaño del cerebro. De hecho, el hecho de que el hombre comenzara a utilizar herramientas para la cacería o la labranza no aumentó el tamaño de su cerebro. Lo que podría haber aumentado el tamaño del cerebro es la aparición del lenguaje, lo cual podría haber provocado un aumento de tamaño de las zonas involucradas en la comprensión y la articulación del lenguaje. Pero esto no sucedió. Es más, los homo sapiens que habitaban el África hace 200.000 años pasaron 150.000 años haciendo las mismas cosas evolutivamente hablando y tenían el mismo tamaño cerebral que nosotros tenemos actualmente.
El gran salto evolutivo de la mente humana, entonces, no se dio por un cambio en el tamaño del cerebro, sino por un reaprovechamiento de los conocimientos para un mejor vivir. Así, desarrollaron la capacidad de sintaxis para poder desarrollar un lenguaje con más frases largas, además de la posibilidad de efectuar planificaciones de acciones por etapas, algo que les produjo satisfacciones en cuanto a los logros en supervivencia. Además de eso, desarrollaron otras habilidades cerebrales como las cadenas de lógica, los juegos con reglas determinadas, y la afición por descubrir pautas escondidas, como las que se dan en los puzles o rompecabezas. Esto condujo al cerebro humano a los niveles de conciencia contemplativa, es decir, la capacidad de reflexionar para extraer ideas más elaboradas y menos primarias. Pero si los científicos decían que un cerebro más grande no era sinónimo de una mayor inteligencia, también se pusieron de acuerdo en que un cerebro pequeño no significaba tampoco una mayor capacidad mental. De hecho, si el tamaño del cerebro determinara la inteligencia, entonces los seres más inteligentes del mundo serían la ballena azul y el elefante, cuyos cerebros pesan 7,8 y 4,7 kilos respectivamente. Y no lo son.
Entonces, dónde está el quid de la cuestión?
Sencillo: el secreto está en la proporción del tamaño del cerebro con el resto del cuerpo. Nuestro cerebro pesa alrededor de 1.400 gramos, es decir, un 2% de nuestro peso corporal, pero el cerebro de los elefantes pesa 4,7 kilos representando solamente un 0,01% de su peso corporal. Y eso se comprueba con los simios: los chimpancés, cuyo cerebro pesa 350 gramos, son más inteligentes que los gorilas cuyo cerebro pesa 430 gramos, porque sus masas corporales son menores comparándolas con estos.
Concluyo entonces recordándoles que el problema no está en el peso, sino en la arquitectura, es decir, en la manera en que nuestras sinapsis se ordenan dentro de nuestro cerebro. El tamaño en el cerebro, entonces, no es lo importante. Lo que realmente nos coloca DE LA CABEZA es la forma de conectarse y no cuanto tengamos, algo que repetimos siempre en esta columna: más inteligencia es mayor conectividad... cerebral. Nos vemos en una semana.
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