Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 30 de enero de 2021. Todos los derechos reservados.
Al estar de buen humor el cuerpo segrega endorfinas, que son sustancias similares a los fármacos derivados del opio como por ejemplo lo es la morfina. Esto hace que, cuando nuestro organismo está lleno de ellas, se de el fenómeno de placidez total y no hay sensación de dolor. Esto ya lo dije en otros sábados de esta misma columna, pero lo que nunca se los conté aquí (si lo hice en mi libro CEREBRA LA VIDA) es que la risa contribuye a la creación de linfocitos naturales, como el caso de los llamados NK (por sus siglas en inglés "Natural Killer" o "asesinos naturales"), que son células cuya misión es la de terminar con células virales o cancerígenas. La ventaja que tenemos en nuestra especie respecto a este beneficio es simple: el ser humano es la única criatura en el mundo capaz de reírse, hacer reír y hacer el ridículo. Cuando ríe no está triste y olvida sus amarguras. Es por eso que, hoy en día, el humor en general y la risa en particular son herramientas terapéuticas para el tratamiento de enfermedades, ya que el reír de buena gana influye positivamente a los sistemas cardiovascular, inmunológico, muscular, nervioso central y endocrino, entre otros. No en balde, un gran número de ataques cardíacos ocurren en momentos de rabia. El humor puede actuar como defensa frente a la frustración, el miedo y la rabia, de ahí que se puedan prevenir estos episodios.
Lamentablemente, a pesar de que los beneficios de estas terapias están comprobados, la medicina tradicional es reacia a abrirse a nuevos campos, que a primera vista, no tienen que ver con el rigor científico. Y además de ello, los médicos, sumidos de por sí en un desgaste emocional muy intenso, no tienen tiempo ni fuerzas para dedicar tiempo a hacer reír a sus pacientes. Al menos, no siempre. Sumado a eso, las profesiones sanitarias tienden a considerarse a sí mismos con excesiva seriedad.
La risa es un síntoma de bienestar, pero a su vez puede ser un buen “fármaco” para nuestra salud. Reír también reduce la ansiedad (por estudios sabemos que los adultos suelen reír entre 15 y 100 veces al día, una incidencia "muy baja" si se compara con los niños, que ríen una media de 300 veces diarias). La risa disminuye la hipertensión al aumentar el riego sanguíneo, cuenta con capacidad para aliviar el estreñimiento por la contracción de los músculos abdominales, e incrementa la concentración de colágeno, una proteína contenida en la piel que se deteriora con el paso de la edad al perder elasticidad, tersura y firmeza, y además retarda el envejecimiento en el rostro preponderantemente. La risa también permite liberar lipoproteínas (moléculas hechas de proteínas y grasa) en la sangre, lo que favorece la reducción del nivel de colesterol, un problema generado por un estilo de vida malsano como el sedentarismo o el sobrepeso. Estos beneficios son indiferentes a que la risa sea natural o ensayada, ya que ambas tienen casi los mismos beneficios. En ambos casos ayuda a relajar los músculos tensos y a quemar calorías, ya que al reír se movilizan unos 400 músculos del cuerpo.
Por todo ello, la risa es un elemento esencial para acelerar la recuperación de los pacientes, aminorar el dolor generado por los diferentes procesos internos que enfrentan ante ciertos padecimientos y, lo más importante, nos tiene siempre DE LA CABEZA. Seamos más felices aún en los tiempos que corren y nos leemos el otro sábado.
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