Artículo correspondiente a la columna semanal DE LA CABEZA del Diario La Nación del sábado 5 de noviembre de 2020. Todos los derechos reservados.
"... las palabras nacen solas y la música me ayuda para que hoy esté cantando, para que estemos cantando y se escuche para siempre nuestra voz..." decía el genio de Juan Carlos Baglietto allá por los ochenta en su tema que se llama igual al título de mi columna de esta semana. Y es que, sin lugar a dudas, todos los que lean esta semana la columna, habrán experimentado, aunque sea una vez en la vida, sensaciones únicas al escuchar su canción preferida. esa que "te mueve la estantería". Y es que la música presenta la capacidad de activar el circuito neuronal de recompensa del cerebro humano del cual hablamos aquí más de una vez, y que consigue alcanzar en la persona un estado de bienestar y felicidad que, en su manifestación más intensa, puede incluso provocar manifestaciones físicas. Si, la música me ayuda... a tener escalofríos... "me da piri"...
Hoy en día, con nuevos estudios publicados, sabemos que dichos escalofríos están relacionados con regiones cerebrales concretas. De hecho, cuando la música "toca las fibras más íntimas" por su carga emotiva o de recuerdos, en el cerebro se disparan las llamadas ondas Theta en la corteza orbitofrontal, el área motora suplementaria y el lóbulo temporal derecho. Estas regiones cerebrales, involucradas en el procesamiento de las emociones, el movimiento y los estímulos auditivos, activan, de forma conjunta, el centro de recompensa cerebral, así como la liberación de nuestro conocido "neurotransmisor del placer", la dopamina, en respuesta a la música.
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