miércoles, 2 de noviembre de 2022

PELIGRO, ENEMIGO: AZUCAR PARA EL CEREBRO

 

Artículo correspondiente a la columna dominical DE LA CABEZA del Diario La Nación del domingo 6 de noviembre de 2022. Todos los derechos reservados.

Una de las paradojas más grandes que existen en las Neurociencias es cómo explicar que, si bien el cerebro es un órgano que vive gracias a la glucosa (al igual que el oxígeno) como única fuente energética, sin embargo, el azúcar le hace tremendamente mal. En la columna de hoy voy a intentar explicar el mecanismo de acción del mismo y por qué puede dañar al cerebro si, en realidad, lo alimenta. 

Lo primero que tengo que aclarar es que, si bien la glucosa es el principal alimento del cerebro (o sea, el azúcar sin ir más lejos), lo que lo daña es el llamado azúcar procesado. Este es un alimento que, consumido en exceso, tiene graves consecuencias sobre la salud. Y es que, además de estar relacionado con enfermedades del corazón o con la diabetes, el azúcar provoca toda clase de problemas en nuestra mente. No obstante, antes de meternos de lleno en el tema, es necesario despejar algunos de los mitos sobre esta sustancia. Cuando tenemos ganas de comer algo es que el cerebro demanda glucosa debido a su consumo por ejemplo, por un requerimiento intelectual importante o una extenuante jornada laboral. El cerebro gasta hasta el 20% de la energía total de la glucosa que se metaboliza en el organismo. La media, en números, es de 5,6 miligramos por 100 gramos de tejido cerebral. Nada más entrar esta sustancia en contacto con la lengua, el tronco cerebral manda señales que activan el llamado circuito de recompensa, del cual hablamos ya muchas veces en esta columna. Y buscamos cosas dulces, cosas que nos sacien las dopaminérgicas ganas de recompensa azucarada.

Hemos sido engañados muchos tiempo por la publicidad Fuimos bombardeados con una serie de ideas sobre la alimentación y la nutrición totalmente falsas. Por ejemplo, la creencia de que el principal factor de riesgo para sufrir enfermedades del corazón es el consumo de grasas. Durante mucho tiempo, se promovió el azúcar como una sustancia totalmente inofensiva y sin ningún efecto perjudicial para la salud. Sin embargo, en el año 2016 una investigación reveló que la industria azucarera había sobornado a varios investigadores a lo largo de la historia. ¿Su objetivo? Ocultar todos los efectos perjudiciales de esta sustancia, que hoy en día sabemos que está relacionada con el cáncer y las enfermedades de corazón. El 80 % de los productos procesados que se encuentran en el supermercado contienen azúcares ocultos bajo sinónimos que consumimos sin darnos cuenta. 

Pero quizás más preocupantes son los últimos descubrimientos sobre los efectos del azúcar en nuestro cerebro. En primer lugar, produce adicción al activar como vimos el sistema de recompensa cerebral, la vía dopaminérgica, la misma que las drogas, por eso no es raro que cada vez más personas digan que tienen que consumir azúcar par asentirse mejor.  A pesar de sonar a fábula, la adicción al azúcar es un problema real. Este trastorno afecta cada vez a más personas, que sienten que tienen que consumir más cantidad de esta sustancia para sentirse bien, y al abandonarla repentinamente, incluso hacen como un síndrome de abstinencia. Esto sucede porque al ser absorbido por nuestro organismo, el azúcar libera una gran cantidad de endorfinas en nuestro cerebro, sintiendo cada vez placer con el resto de aspectos de nuestra vida, necesitando ingerir esta sustancia para sentirnos bien. 

Igualmente, el consumo de azúcar refinado causa problemas de memoria y de aprendizaje. Un estudio de la Universidad de California sobre los efectos del consumo de fructosa (una de los tipos de azúcar encontrado en los vegetales, las frutas y la miel) reveló que afecta negativamente a la formación de sinapsis en el cerebro. Es decir, al tomar mucha fructosa, nuestra capacidad de aprender y formar nuevas conexiones se ve disminuida. Además, disminuye una sustancia llamada FNDC (Factor Neurotrófico Derivado del Cerebro) que es fundamental para crear nuevos recuerdos y aprender. Sumemos a esto que el azúcar al tomar glucosa, nuestro estado de ánimo varía de formas extremas. Debido a sus efectos sobre la insulina en nuestro cuerpo, los picos de azúcar pueden provocarnos depresión, ansiedad y cambios de humor repentinos. A largo plazo, estos efectos pueden volverse aún peores. Cuando ingerimos glucosa, nuestro cerebro libera serotonina, uno de los neurotransmisores implicados en el placer. Sin embargo, las reservas de esta sustancia no son infinitas: al emitirse de manera continua, cada vez quedará menos cantidad en el cerebro. Por ello, una persona que lleve mucho tiempo consumiendo demasiado azúcar lo tendrá muy difícil para sentir emociones positivas de manera continua. Por último, impide que nos sintamos saciados, "secuestrando" nuestro mecanismo de saciedad y haciendo que tomar demasiado de esta sustancia hará que nos sintamos siempre hambrientos por el efecto del azúcar sobre la oxitocina y sus funciones en la saciedad. 

El consumo de azúcares refinados por el cerebro es un tema que nos puede traer problemas DE LA CABEZA, así que es mejor sacar de nuestra dieta este mal llamado "nutriente". La glucosa debe llegar al cerebro de otras maneras, no en forma de golosinas, confituras, bollería ni cereales endulzados artificialmente. Nos leemos en una semana.

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