jueves, 8 de octubre de 2020

LA RESILIENCIA: LA SALVACION DE LA SALUD MENTAL COVID Y POST COVID

 


Artículo correspondiente a la columna DE LA CABEZA del Diario La Nación de los sábados 12, 19 y 26 de setiembre de 2020. Todos los derechos reservados.

Las crisis sanitarias del coronavirus y la medida de confinamiento en casa son una amenaza para la vida física, pero también lo son para nuestra estabilidad psicológica, social, política y económica. Toda amenaza apela a nuestra capacidad para resolverla, y esto llama directamente al concepto de resiliencia para afrontar al Covid-19. La palabra resiliencia, etimológicamente, viene del latín "resilio" que significa “volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar”. Más que claro, implica volver mentalmente todo lo posible a la sensación previa al causante del desequilibrio emocional, a la aparición del COVID en nuestro caso, no a volver a vivir como antes descuidando las medidas sanitarias ni mucho menos, sino en volver a revivir la sensación que teníamos dentro de la "antigua normalidad", racionalizando el hecho de que esto es lo que nos toca vivir, y que se puede resistir con cambios que, si bien nos sacan de nuestra zona de confort, nos permiten desarrollar mentalmente el microclima para que "nos sintamos bien". Esto transforma la amenaza que sentimos en el cuerpo en un impulso para dar un salto y volver a colocarnos en posición mental y física de "dar batalla". Pero sin ese sentimiento de amenaza no saltaríamos con tanta fuerza, es decir, la resiliencia emerge sólo en condiciones de contacto con el dolor. 

La resiliencia es, entonces, una habilidad a desarrollarse para continuar con una baja susceptibilidad a futuros estresores. ¿Qué hace a nivel cerebral que una persona sea más resiliente que otra? ¿Qué ocurre dentro de algunos individuos para que superen exitosamente el estrés o ciertos traumas? Esas son dos de las preguntas que la ciencia trata de responder para mejorar el proceso de adaptación a la adversidad, el trauma, la tragedia, las amenazas o, incluso, ante fuentes significativas de estrés. A partir de la capacidad resiliente del ser humano se producen respuestas adaptativas frente a situaciones de crisis o de riesgos por la existencia de recursos innatos o adquiridos. Se conocen en la actualidad las bases neurobiológicas y neurobioquímicas que subyacen como fundamentos de los cambios que acompañan a la conducta resiliente. 

Respecto a las bases neurobiológicas, es posible determinar cómo diversas regiones cerebrales están relacionadas con circuitos neuronales que conforman bases estructurales y funcionales de la memoria y la vigilia, los cuales se reactivan de manera autónoma para sustentar los recuerdos. Para esto intervienen la neocorteza cerebral y, a nivel subcortical, el complejo amigdalino, el hipocampo y el locus cerúleo, zonas que regulan los mensajes de alerta y, conectados con la región frontal que maneja la conciencia, las respuestas que damos a esas amenazas. Respecto al punto de vista neuroquímico, participan en la resiliencia sustancias hormonales y neurotransmisoras del eje cerebro-hipotálamo-suprarrenal-gonadal. 

Aparte de estructuras cerebrales, tenemos tambien sustancias neuroquímicas que intervienen en los mecanismos de la resiliencia. Por ejemplo, el cortisol (relacionado con los estados de alerta, vigilia y atención focalizada) atenta contra el comportamiento resiliente cuando se encuentra en concentraciones elevadas, alterando el desarrollo normal, la reproducción y la respuesta inmunológica. La testosterona en el estrés y en situaciones adversas desciende su nivel, lo que provoca disminución de la atención; disminución de la proactividad y de la autoconfianza; pobre asertividad (capacidad de decir las cosas sin herir ni lastimar a otros); estados de ánimo con predominio depresivo; dificultad para ejercer el pensamiento colateral; disfunciones sexuales y poca creatividad. La di-hidro-epi-androsterona (DHEA) tiene la cualidad de inhibir las sobreexpresiones de los glucocorticoides en general, por lo que es proresiliente de forma directa e indirecta, ya que desde el punto de vista hormonal, la DHEA ejerce una acción antiglucocorticoidea y contrarresta los efectos del cortisol. En aquellos individuos con pobre respuesta de DHEA ante el estrés existe mayor riesgo de trastornos psiquiátricos como depresión, trastornos por estrés postraumáticos y trastornos de ansiedad. Sin embargo, se ha demostrado que los altos niveles en la relación DHEA/Cortisol pueden prevenir el trastorno por estrés postraumático. 

Este disbalance en la farmacia neuroquímica del sistema nervioso en las personas poco o no resilientes causa que las mismas padezcan frecuentes e intensos episodios de reactivación de la memoria consciente del momento estresante como pensamientos compulsivos e intrusivos, como ideas locas y desesperadas que le vienen a la cabeza. Esto explica el por que cierta gente se rebela contra las medidas sanitarias de distanciamiento e higiene, o desarrollan el pensamiento autodestructivo inconsciente de "esto está en el ambiente y no tengo nada que hacer, voy a salir a la calle pase lo que pase y si me toca, me toca, mala suerte". En cambio, los sujetos pro-resilientes son capaces de sobreponerse y de superar los momentos de dolor emocional o contratiempos e, incluso, de salir fortalecidos de lo negativo con evidente firmeza de ánimo. 

Estadísticamente se observa con relativa frecuencia que los individuos con mayor capacidad intelectual y volumen de conocimientos tienen mayor poder de procesar las situaciones traumatizantes y de afrontar las agresiones estresantes. Son más resilientes en lo emocional y a nivel celular neuronal. En cualquier situación estresante, según evoluciona en el tiempo, existen alteraciones en el funcionamiento neurobiológico en varias fases. Al inicio hay incertidumbre creciente, aprehensión y un grado de vulnerabilidad a lo que se suma una tensión que va en aumento. En un segundo momento, aparece el miedo, la confusión y la desorganización emocional. En el tercer período, llamado proscritico o crónico, el estrés, el temor, la ofuscación, la labilidad emocional, las actitudes de negación y las crisis emocionales diversas son constantes. Finalmente, en la fase de recuperación, pueden surgir estados depresivos o cambios emocionales más duraderos. Es aquí cuando se habla de "estrés postraumático" con múltiples manifestaciones, ya sea por las conductas adaptativas o de acomodamiento. Por tanto, el fenómeno resiliente consta de una dinámica que atraviesa varios momentos identificables con mayor claridad cuando se analizan acciones de defensa y protección; búsqueda del equilibrio que enfrenta a la tensión; compromiso y arrastre del desafío; la superación; la valoración de lo que significa; la actitud positiva del sujeto; la toma de responsabilidad y de creatividad y la conducta o tratamiento auxiliador para favorecer la resiliencia. Por eso, es importante readaptar el funcionamiento individual y colectivo para volver a la resiliencia (o adquirirla) si hasta el momento no existía.

La Asociación Americana de Psicología citó algunas recomendaciones para construir y fortalecer la resiliencia en todo tiempo, los cuales son más que útiles en tiempos como los que vivimos. La resiliencia ayuda a fortalecerse cuando mejoramos el establecimiento de buenas relaciones con familiares cercanos, amistades y otras personas importantes. Igualmente, el saber a ciencia cierta que no hay obstáculos insuperables y el tratar de mirar más allá del presente pensando que en el futuro las cosas mejorarán, con vacuna o sin ella, pero sí mejorarán. La humanidad ha pasado ya por esto y sin la ayuda de tanta ciencia como la que disponemos ahora. Por eso, no les dé mayor proporción a los problemas de la que tienen, por ejemplo preocupándose por no volver a la "antigua normalidad". El cambio es parte de la vida,

Es posible que como resultado de esta situación adversa no le sea posible alcanzar ciertas metas. Aceptar las circunstancias que no pueden cambiar lo ayudará a enfocarse en otras. El trazarse metas realistas preguntándose acerca de las cosas que puede lograr hoy y que le ayudan a caminar en la dirección hacia la cual quiere ir. Igualmente, el enfrentar los problemas tomando ante situaciones adversas, acciones decisivas, lo cual siempre es mejor que ignorar los problemas y las tensiones, y desear que desaparezcan.  Seguidamente a ello, se debe confiar en uno, cultivando una visión positiva de sí mismo, lo cual puede servir para desarrollar la confianza en su capacidad para resolver problemas y confiar en sus instintos. 

Algunas formas adicionales de fortalecer la resiliencia le podrían ser de ayuda. Por ejemplo, algunas personas escriben sobre sus pensamientos y sentimientos más profundos relacionados con la experiencia traumática u otros eventos estresantes en sus vidas. Todo ello implica lidiar con el dolor emocional, no negarlo o evitarlo, sino poder hacerse cargo de él y transformar una realidad desbastadora en una posibilidad de vida nueva que se sido creada a raíz de él. Una sociedad es resiliente cuando se mantiene unida, cooperando todos para el bien común, cuando se respeta mutuamente y se cohesiona y solidariza. Además, también cuando hay confianza en el liderazgo político. Una sociedad vence su resiliencia cuando la amenaza se hace mayor que sus recursos, aparecen los prejuicios, la discriminación, la culpabilización, el terror y especialmente, la desconfianza. Las situaciones de crisis nos ponen a prueba como especie, y lo van a seguir haciendo, a la naturaleza no la importa lo que es o no justo. La solución para superar la crisis del coronavirus dependerá de todos nosotros. 

Las fuentes principales de resiliencia individual se basan en la satisfacción vital, es decir, el grado en que nuestra experiencia satisface nuestros deseos y necesidades físicas, sociales y psicológicas: trabajo remunerado, participar en la comunidad, la calidad de nuestras relaciones íntimas y la resistencia psicológica individual basada en la auto-regulación y auto-realización. Estas son las cuestiones que cada uno de nosotros tendrá que atender. Y sobre todo, buscar apoyo social: las relaciones en general son una fuente de bienestar, prevención de patologías, y favorecen afrontar experiencias estresantes y traumáticas, no importa que sean por Zoom o Whatsapp, son relaciones igualmente. Por tanto, es muy importante apoyarnos entre todas para generar esta red sanadora, ante el coronavirus y el confinamiento en casa. Hay que protegerse de vivir los sucesos con una culpa irracional. Desarrollar la asertividad que permite pedir ayuda cuando la necesitamos, afirmar los derechos y decir que no. Finalmente, la creatividad y curiosidad ante el mundo permite generar recursos y soluciones frente a la amenaza; junto con el sentido del humor y la ética, que son factores de resiliencia. Finalmente, la capacidad de auto-crítica para analizar mejor las causas y consecuencias de nuestros actos con el fin de mejorar, esto permite transformarnos.

Para finalizar, de más está decirles que el COVID se queda un buen tiempo con nosotros. No temerlo sino respetarlo, aprender a convivir con las medidas sanitarias, buscando la felicidad en las cosas que probablemente olvidamos con la "antigua normalidad" por estar DE LA CABEZA con tantas cosas probablemente nos haya hecho dejar de lado quienes somos. Con la resiliencia volveremos a ser mejor de lo que fuimos. No perdemos nada buscando desarrollarla más. Nos leemos el otro sábado.


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